La época en la que se podían encontrar monedas con forma de jamón serrano
Era un producto digno de estatus y exquisitez.
Considerado un manjar desde la Antigüedad, el jamón tiene raíces históricas que se remontan a los pueblos celtas y la Hispania romana cuya técnica de salazón permitió que este producto se consolidara como una exquisitez atemporal, sobreviviendo incluso a la caída del Imperio Romano y perpetuándose a lo largo de los siglos.
Este producto símbolo de calidad y tradición tan representativo de España, tiene sus primeras referencias escritas en la época romana, donde ya era considerado un manjar digno de los paladares más exigentes. Ya en el siglo I a.C., el historiador griego Estrabón elogiaba la calidad excepcional de los jamones ibéricos.
Los romanos reconocieron rápidamente el valor de este manjar y lo incorporaron a su dieta, convirtiéndolo en un símbolo de estatus y exquisitez. Además, las excavaciones arqueológicas en Tarraco han desvelado el consumo de jamón ibérico hace más de 2.000 años.
Un homenaje al cerdo ibérico
Durante la época romana, su valor trascendió la mesa para convertirse en un icono digno de acuñarse en monedas. En el periodo de los emperadores Augusto y Marco Vipsanio Agripa, se hicieron monedas que representaban este codiciado producto. Estos objetos, más allá de su función económica, reflejaban el aprecio de la sociedad romana por el jamón ibérico, considerado un lujo reservado para ocasiones especiales, como banquetes y celebraciones de la élite.
La idea de monedas con formas curiosas, como la de jamón, no era tan rara en el mundo romano. En algunos casos, medallas en forma de animales, incluidos cerdos, se utilizaban como distintivos militares. Esto destaca la importancia del cerdo ibérico y sus derivados, no solo como alimento, sino como un símbolo cultural y económico.