A un clic de la muerte
¿Cómo es posible que se prohíban las webs de descargas de películas, pero no haya una ley que prohíba semejantes atrocidades? ¿Cómo es posible que centenares de blogs, páginas en facebook o canales de youtube promuevan "un estilo de vida" -como ellos pretenden hacer creer- que destroza vidas, aconseja autolesiones e induce al suicidio?
La primera vez que entré en una web de las Princesas Ana y Mia, se me cayeron las lágrimas. La amargura se apoderó de mi cabeza y no entendía qué había provocado que mi hija cayera en esta trampa. Un día encontré a mi hija llorando frente al espejo, diciendo que no le gustaba lo que veía.
Sus inocentes dedos se deslizaron por el teclado, perdida en una enfermedad que ella desconocía por completo y que empezaba a invadirle sin piedad. Buscaba refugio en un infierno disfrazado de color rosa, decorado con mariposas multicolor y regido por unas mal llamadas princesas, sin capacidad de dar amor, y con el peor de los poderes, el poder de la destrucción. Porque eso son las páginas que promueven la anorexia y la bulimia en Internet: un agujero de destrucción para las adolescentes.
¿Cómo es posible que se prohiban las webs de descargas de películas, pero no haya una ley que prohiba semejantes atrocidades? ¿Cómo es posible que centenares de blogs, páginas en Facebook o canales de YouTube promuevan "un estilo de vida" -como ellos pretenden hacer creer- que destroza vidas, aconseja autolesiones e induce al suicidio? Estas páginas crecen como la espuma, y se están convirtiendo en una epidemia social que arrastra menores de edad cada vez más jóvenes.
Las consultas de los pediatras se llenan de adolescentes con esta problemática que inician periplos de centro en centro, padres angustiados buscando ayuda que no es fácil hallar... Escasea también el personal especializado en este tipo de trastornos, y no es fácil hallar centros con una infraestructura tan compleja como para tratar la anorexia y la bulimia. Son enfermedades de larga duración, que además de una recuperación física, requieren atención psicológica diaria. Sólo quienes lo viven pueden entender de qué estoy hablando.
La adolescencia de mi hija ya está rota, y es imposible de recuperar. Pero a mí aún me queda fuerza para intentar evitar que otras chicas sufran lo mismo. Y no estoy sola. En este año he conseguido que más de 200.000 personas me acompañen en esta batalla, firmando esta petición en Change.org.
¿Cuántas vidas rotas más se necesitan para que se prohiban estas plataformas proana y promia? Ahora existe una posibilidad de cambiar las cosas de una vez por todas: en la próxima reforma del Código Penal debe incluirse como delito la apología de la anorexia y la bulimia, como sucede ya en otros países europeos. No puede ser que nuestras hijas estén a tan sólo un clic de poder caer en una trampa sin salida. O peor aún, a un clic de la muerte.