Hay que actuar pronto
Nuestra descendencia tendrá que pagar por los beneficios económicos y estilos de vida que algunos hemos podido tener gracias a la energía barata. Pero a pesar de que el daño que hemos hecho al planeta es irreversible, eso no nos da derecho a no hacer nada.
Los indios americanos tienen un refrán: "No heredamos el mundo de nuestros antepasados. Lo hemos tomado prestado de nuestros hijos".
Pregúntele a cualquier padre lo que queremos para nuestros hijos e, invariablemente diremos: "una mejor vida". Con este fin, damos nuestro tiempo, sueño, dinero e ilusiones, como lo hicieron nuestros padres antes que nosotros. Todos queremos una vida mejor para nuestros hijos.
Pero lo que queremos para ellos deja de importar si les dejamos un mundo inhabitable. El domingo 21 de Septiembre, 400.000 personas de todo tipo, tomaron las calles de la Ciudad de Nueva York para exigir la acción global en el cambio climático, no sólo para nosotros, sino para nuestros hijos y las innumerables generaciones de hijos por venir.
Las 400.000 personas que había en Nueva York y los cientos de miles que se les unieron en el resto del mundo lo hicieron antes de la cumbre de líderes mundiales en las Naciones Unidas, reunidos para discutir el cambio climático y la manera de reducir las emisiones de carbono, evitando así los peores casos de desastres climáticos y buscando formas de hacer frente a los impactos que ya no podemos evitar.
Las conferencias anteriores han caído muy por debajo de esos objetivos.... No podemos permitir otro fracaso. Hoy en día, ya no. Sabemos que el planeta que dejaremos a nuestros hijos no es el mismo que nuestros padres nos dejaron.
Nuestra descendencia tendrá que pagar por los beneficios económicos y estilos de vida que algunos hemos podido tener gracias a la energía barata. Incluso si dejáramos de quemar combustibles fósiles mañana, el mundo seguiría calentándose durante siglos. Aún así, hemos optado por traer a nuestros hijos a un mundo de mares crecientes y aumentos de temperatura, de sequías e inundaciones, olas de calor e incendios forestales, un mundo en el que una de cada cuatro especies de mamíferos y una de cada ocho aves están en peligro de desaparecer para siempre.
A pesar de que el daño que hemos hecho es irreversible, eso no nos da derecho a no hacer nada. Lo que le debemos a las generaciones futuras es objeto de debate de políticos, economistas, filósofos y académicos de todo tipo. Pero para mí, como madre de familia, las implicaciones morales están clarísimas. Les debemos aire puro y agua fresca, un planeta saludable y un futuro seguro. Esa es la razón por la que la Marcha de los Pueblos sobre el Clima fue una oportunidad muy importante de demostrar nuestro compromiso, una demostración de fuerza que ningún Gobierno puede ignorar. Ahora necesitamos líderes políticos que defiendan lo que queremos para nuestros hijos: una vida mejor. Menos que eso, no es aceptable.