Economía, Europa y el 'izquierdómetro' en la Conferencia del PSOE
El proyecto socialista del PSOE, progresista, de izquierdas, socialdemócrata..., es en definitiva el único que puede ser alternativa a la derecha actual. Es más, es el único que lo ha sido. El PSOE, SÍ, la única izquierda posible que es lo verdaderamente importante.
Tras la Conferencia Política del PSOE celebrada el pasado fin de semana se ha abierto un en mi opinión estéril debate acerca del sentido hacia el que se habría desplazado el centro de gravedad ideológico, si es que tal cosa existe, de nuestro partido. No en vano el proyecto socialista del PSOE, progresista, de izquierdas, socialdemócrata..., es en definitiva el único que puede ser alternativa a la derecha actual. Es más, es el único que lo ha sido. Así lo demuestran a diario los cientos de miles de ciudadanos que se indignan ante los destrozos por razones ideológicas que nada tiene que ver con la crisis que provoca el Gobierno del PP en las políticas sociales y de bienestar -educación, sanidad, pensiones, dependencia...-, y en otros muchos ámbitos -medio ambiente, derechos de las mujeres, igualdad de género, laicismo...-, políticas que construyeron en solitario los Gobiernos del PSOE durante casi 22 años desde 1982. El PSOE, SÍ, la única izquierda posible que es lo verdaderamente importante.
Los debates del fin de semana han vuelto a demostrar la capacidad de las bases socialistas, acompañadas de invitados con derecho a voz y voto en esta ocasión, para hacer autocrítica y reformar nuestras propuestas, las de todos, y hacerlo sin falsos izquierdómetros. En materia de economía y empleo, tras más de 8 horas de trabajo, por ejemplo, se cerró un texto con el acuerdo de todos los participantes. Un proyecto coherente y consistente en la mejor tradición del PSOE. La misma que conduce desde una profunda modernización hacia un gran futuro sustentado en la riqueza y diversidad de la izquierda española.
No sólo tenemos propuestas y un mejor discurso. También hemos hecho autocrítica. Los capítulos dedicados a la economía y a Europa son un buen ejemplo de todo ello. Tal y como recoge el texto de la ponencia, la economía española está inmersa en la crisis económica más profunda del último siglo, una crisis con gravísimas consecuencias sociales que la derecha está aprovechando para desmantelar por razones ideológicas el estado del bienestar y los mecanismos de igualdad de oportunidades. Esta crisis es la consecuencia de la superposición y coincidencia de una serie de factores, algunos globales como la crisis financiera internacional que se desencadenó en el año 2007 tras décadas de desregulación. Otros, factores propios españoles como el estallido de la burbuja inmobiliaria que ha provocado la pérdida de un ciclo económico completo desde la década de los 90 consagrado a un modelo productivo especulativo e insostenible, que tampoco fue ajeno a las deficiencias institucionales de la construcción del euro pero que ha puesto más que evidencia el mal llamado milagro económico español que la derecha torpemente todavía sigue reivindicando.
En este marco, los socialistas apostamos por un retorno al crecimiento cimentado en los fundamentos de la economía social del mercado. Esto es, una apuesta por el empleo de calidad basado en el capital humano y tecnológico, la educación y la I+D+i, en un marco europeo de competitividad basado en el valor añadido respaldado por un sistema o modelo de bienestar sólido financiado por un sistema fiscal público saneado, solvente y sostenible que garantice la justicia social y la igualdad de oportunidades. Una sociedad de la inversión, la educación, la innovación, la cultura y la sostenibilidad social y ambiental que reduzca la desigualdad, genere empleo de calidad y refuerce la clase media trabajadora. En definitiva, un retorno a la economía social de mercado vigente en la sociedades más desarrolladas del norte de Europa en claro contraste con el modelo seguido entre 1993 y 2008.
Casi cinco años después del estallido financiero internacional, Europa sigue sumida en una crisis multifacética; crisis de empleo, de sus políticas sociales y de su Estado del Bienestar. Crisis del Euro y de las instituciones monetarias. Crisis de competitividad europea en la globalización. Crisis institucional de modelos de gobierno y de los Tratados Constituyentes de la Unión, que han quedado obsoletos e insuficientes para abordar las nuevas necesidades de la gobernanza económica. Crisis que, en definitiva, se traduce en una decreciente influencia de Europa en la escena internacional.
Con todo, el euro ha aguantado el embate de la crisis demostrando que el proyecto europeo es viable y debe ser reforzado. La crisis ha sido también el escenario que ha demostrado dos tendencias imparables. La primera demuestra que Europa sólo podrá afrontar con garantía los retos que impone la globalización participando en la toma de decisiones globales si lo hace unida. Decisiones cruciales para el futuro del continente en el ámbito económico, financiero, de la sostenibilidad, cambio climático, energético o seguridad se adoptarán a escala global. Así mismo, en segundo lugar, esa Europa debe evolucionar y transformarse profundamente para democratizar su funcionamiento, permitiendo que sus instituciones rindan cuentas y respondan democráticamente ante los ciudadanos.
La integración económica europea no puede basarse exclusivamente en su pilar económico, debe tener una clara dimensión social que conduzca hacia la Unión Social, un hito indispensable para alcanzar el objetivo último de la Unión Política. Por ello, proponemos que las medidas en el ámbito estrictamente económico sean complementadas con un Pacto Social (Social Compact) para Europa, a añadir a los Tratados, que debe preservar el modelo social europeo sobre la base de unos estándares sociales mínimos.
El conjunto de la socialdemocracia siempre ha apoyado la construcción europea, entendida no solamente como un gran mercado sino como un proyecto político basado en la solidaridad, el interés mutuo y la soberanía compartida. De ahí que los socialistas europeos aspiremos a que la UE se convierta en un espacio supranacional de corte federal, que dando lugar a una verdadera ciudadanía europea, modernice y conserve el modelo social surgido en la posguerra y la gestión keynesiana del ciclo económico, apostando por la idea de desarrollo frente a la de crecimiento, con el objetivo último de alcanzar la Unión Política como cénit del sueño europeísta.