Horas antes y aún después de que se produjese el rescate, los pretorianos del PP (ministros, secretarios de Estado y propagandistas) porfiaban urbi et orbe, con esa arrogante impostura que les es tan natural: "¡No va a pasar! ¡No está pasando!".
A todos los escarnios sufridos en el manejo catastrófico que la derecha europea nos ha impuesto en esta crisis, se suma el del falseamiento mendaz de una narrativa trucada al servicio del más fuerte. La derecha nos impuso un diagnóstico falso (¡El origen del problema no estuvo en el déficit público sino en la deuda privada, convertida ahora en deuda pública!), una estrategia abyecta (¡Recortar presupuesto, inversiones y servicios no nos sacaría del bache: empeoraría la recesión y destruiría aún más empleo!) y un recetario rabiosamente antipolítico y cruelmente antisocial (porque es inaceptable gritar: "¡Nada importa el sufrimiento de la gente, nuestro único objetivo es calmar a los mercados!"). Pero nos impuso también un lenguaje mentiroso: "¡Culpemos a los políticos, no miremos a los banqueros, ni a los irresponsables que se fueron de rositas después de haber desastrado sus instituciones financieras llevándose los ahorros de los más vulnerables junto a sus suculentos bonos e indemnizaciones!". El corolario es ahora este festival de eufemismos al servicio del PP: "No es lo que parece. No es un rescate. Es solo un préstamo milagro, caritativo, ventajoso e incondicionado". "No crean a sus propios ojos, sino lo que dice el séquito de Rajoy, camino de la Eurocopa", exigen, remedando a Groucho. Imaginen que esto pasa con un Gobierno socialista... ¡Y su presidente en el fútbol!
Ya sé que la situación es grave y seria, como nunca. Inevitable ahora. Acudir a este rescate es la única salida vista la imposibilidad de financiarse en los "mercados" a casi un 7% de interés y a cerca de 500 puntos de desventaja frente al bono alemán. Pero esto no debía haber llegado nunca a este punto de maceración. No fue por falta de lucidez alternativa, ni de diagnóstico alternativo, ni de terapia alternativa a esta desastrosa gestión de la crisis en la zona euro. Una alternativa política la hubo y desde el primer día. Pero la ha hecho imposible el empecinamiento destructivo y obcecado de la Sra. Merkel y esa derecha antieuropea que la ha secundado hasta esta enésima frontera del despeñadero.