¡Cualquiera fuma en las calles de Madrid!
No se tienen noticias de lo que habrán dicho sobre el escándalo de Volkswagen los alemanes que se quejan de la picaresca de los vagos del sur europeo que pretenden vivir a costa de los laboriosos y honrados trabajadores del norte. No sé qué hubieran dicho si la empresa, en lugar de ser alemana, hubiera sido española, italiana, griega o portuguesa.
La revista Science of the Total Environment se hacía eco en noviembre de 2010 de la existencia de una partícula bautizada como PM2,5, generada por los motores diésel, de esos que hacen funcionar a buena parte del parque móvil de nuestro país. La partícula ni se ve ni se toca, porque mide menos de 2,5 micras de diámetro y además no desprende ningún tipo de olor que permitiera ser detectada por el olfato humano.
El hecho de que sea invisible e inodora no quiere decir que no esté en nuestras calles, a disposición de nuestras narices y dispuesta a causarnos el daño suficiente como para llevarse a la tumba a 20.445 personas, que son las que fallecieron entre el 1 de enero de 2003 y el 31 de diciembre de 2005, periodo que se tomaron los investigadores para estudiar los efectos de la peligrosa partícula.
La Organización Mundial de la Salud exige que el aire que respiramos no contenga más de 25 microgramos de PM2,5. Por encima de esa cifra, los ciudadanos nos exponemos a graves riesgos para nuestra salud, incluido la muerte. En el informe citado por la revista, en el periodo de estudio, las calles de Madrid tenían un aire con un mínimo diario de 5 microgramos y un máximo de 71, lo que sobrepasa sobradamente el límite máximo de 25 microgramos.
Si el estudio se hubiera llevado a cabo en todas y cada una de las capitales españolas y en poblaciones de más de 100.000 habitantes, seguramente más de 150.000 sería la cifra resultante de fallecidos por infarto agudo de miocardio, otras cardiopatías isquémicas y enfermedades cerebrovasculares, que son las causas de las muertes ocurridas en la capital de España por causa de la partícula inodora e invisible.
La multinacional alemana Volkswagen ha reconocido recientemente que miles de los motores de los coches que fabricaba y vendía estaban manipulados para falsificar a la baja los datos sobre emisiones de gases contaminantes, sirviéndose de un software fraudulento en el Módulo de Control Electrónico que, cuando detectaba el estado del coche, alteraba el sistema según la situación en que se encontrara el vehículo (en prueba o en marcha normal).
No cabe la menor duda de que la empresa alemana se ha llevado parte del dinero de ciudadanos que, confiando en la propaganda sobre la tecnología y en la seriedad de la industria teutona, compraron sus productos sin saber que les estaban dando gato por liebre.
No sólo los timaron, sino que contribuyeron con su engaño a aumentar el nivel de partículas mortíferas PM2,5 y, por lo tanto, a la muerte de más ciudadanos que respiraban veneno, mientras hacían más ricos a los que jugaron con la ignorancia, la torpeza y la dejadez de una Unión Europea que se entretiene en controlar el calibre de los higos y se deja engañar por la emisión de gases contaminantes que ponen en peligro la vida de las personas.
No se tienen noticias de lo que habrán dicho al respecto los alemanes que permanentemente se han quejado y se quejan de la picaresca de los vagos del sur europeo que pretenden vivir a costa de los laboriosos y honrados trabajadores del norte. No sé qué hubieran dicho si la empresa, en lugar de ser alemana, hubiera sido española, italiana, griega o portuguesa.
El pueblo griego y los políticos que engañaron y falsearon las cuentas están pagando con creces esa falsedad que tan duramente fue criticada y calificada por el decente, austero y trabajador pueblo alemán. Por el contrario, no parece que se esté siendo tan duro como se fue con Grecia ante la estafa multimillonaria del grupo automovilístico alemán.
Desde que se descubrió la estafa, el grupo Volkswagen se empeña en remarcar que las "irregularidades detectadas" no afectan a la seguridad del automóvil. Que sólo es una cuestión de emisiones.
No estaría mal que, en estos días en los que la capital de España se encuentra cubierta por una capa gris de gases contaminantes que está obligando a las autoridades municipales a tomar medidas de actuación sobre el tráfico que mitiguen la contaminación, el grupo Volkswagen dijera algo sobre el grado de responsabilidad que su estafa tiene en ese impuro aire de Madrid.
¿Seguirá habiendo suicidas que salgan a la calle a fumar un cigarrillo y a tomarse la dosis diaria de PM2,5?