'Grexit' para principantes: el fuego y los pirómanos
Lo de Grecia no es una cuestión económica; es una cuestión de poder: el poder de los acreedores para regatear a los sistemas democráticos legítimos y tirar del enchufe de la economía de cualquier país que no pueda/quiera pagar. Un poder que persistirá mientras la salida del euro se considere impensable.
El incendio
Los griegos, tras la negativa del BCE a inyectar más dinero a la economía griega hasta que se aclare el asunto del pago de la deuda, corrieron a los cajeros a salvar sus ahorros. El presidente griego, Alexis Tsipras, se veía obligado a limitar la salida de capitales a través de un corralito, para evitar, no se sabe si una crisis financiera aún mayor o que los griegos se gastasen todo su dinero en cerillas y gasolina.
La posibilidad de la salida del euro de Grecia hace crecer la inestabilidad y el caos a través de la UE. Con el referéndum británico sobre la permanencia en la UE en el horizonte, el mismo Juncker declaró hace unos días que "de fracasar el euro, el mundo anglosajón haría todo lo posible para tratar de descomponer, a un ritmo regular, departamento por departamento, la zona euro". Además, las elecciones generales españolas también presentan una amenaza para la centro-derecha europea, que teme que la propagación de los efectos económicos del Grexit o el posible éxito de Tsipras fortalezcan a partidos como Podemos como alternativa de gobierno, lo que pondría en peligro su continuidad en el poder.
Los pirómanos.
Delante de banderas de Grecia y de la UE, propaganda de manual, el presidente de la UE Jean-Claude Juncker inflamó los medios de comunicación al asumir el riesgo de decirles a los griegos qué y cómo votar en el próximo referéndum convocado por Tsipras (donde se legitimará, o no, la postura del Gobierno griego en las negociaciones con la Troika). Con gesto condescendiente y conciliador, el buen pastor Juncker trató de gestionar la crisis diciendo a los griegos que votaran sí a Europa, que los esfuerzos de la Troika no están dirigidos a humillarles ni a perpetuar las políticas de austeridad, sino a la búsqueda de su propio bien. Además, prometió que si los griegos se portan bien y votan a Europa en dicho referéndum, se les perdonará y, sin saber cómo, permanecerán en el euro, aunque venza el plazo para cumplir con el correspondiente pago del rescate, convirtiendo el referéndum en un duelo a muerte entre Grecia y la UE.
Además, se mostró muy apenado por la traición de Tsipras, que no lo avisó a él antes que a los propios ciudadanos griegos. Por si el asedio por parte del Juncker (candidato propuesto por el Partido Popular Europeo) a la democracia europea y griega no fuera suficiente, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha avisado de que si gana el NO en el referéndum, "habrá incluso menos espacio para las negociaciones".
Por su parte, el Gobierno español, a través de Mariano Rajoy, se frota las manos ante el rédito político que podría sacar del fracaso de Syriza de cara a las elecciones generales de 2015, y ha declarado que "los españoles pueden estar tranquilos".
Sin embargo, esta estabilidad depende de factores incontrolables para Gobierno, como que el Banco Central Europeo se comprometa a mantener abiertas las vías de apoyo a la liquidez de los bancos griegos o, sobre todo, que el BCE siga interviniendo en los mercados para adquirir títulos de deuda pública y siga aliviando la presión de los mercados. También el aumento de la prima de riesgo refleja bien que la posibilidad de que se vuelvan a endurecer las condiciones financieras es real y puede volver a poner contra las cuerdas a España, como hace tres años .
¿Tiene la Unión Europea los medios para apagar el incendio?
Desde el punto de vista estructural, NO. En palabras de Paul Krugman, premio Nobel de Economía, es evidente que la creación del euro fue un terrible error. Europa nunca tuvo las condiciones previas para una moneda única de éxito, por encima de todo, debido a la ausencia de una unión fiscal y bancaria previas"
Teniendo en cuenta las políticas actuales de la Comisión Europea, no. Pasar por más reformas fiscales o económicas, como el incrementos del IVA, solo ahondarían en el demostrado error de la austeridad. Igualmente, continuar con la agenda desreguladora, favorable a las multinacionales, contribuiría a la creciente desprotección de los consumidores frente a las empresas. Por otra parte, tampoco parece que la solución al problema pase ni por adopción del más que volátil acuerdo de comercio e inversión con EEUU (TTIP) ni por la expansión del mercado único europeo al mercado digital que, como mucho, influiría de una manera bastante insípida en la economía europea.
Desde el punto de vista de lo social, tampoco. La amenaza de más reformas en materia laboral o de pensiones, amenaza con un descenso vertiginoso del poco bienestar que le queda a los trabajadores y pensionistas griegos. Además, la escasa voluntad solidaria de los socios europeos con, por ejemplo, el drama de los refugiados tampoco parece favorecer una solución. Sirvan como ejemplo las explicaciones de los socios europeos para negarse a aceptar la propuesta de realojo de 40.000 refugiados hecha, esta vez de manera acertada, por la Comisión Europea: La República Checa limita el problema a los países del Mediterráneo y reclama que los resuelvan ellos con sus propios medios. Eslovaquia pide "programas alternativos", mientras ha manifestado que la propuesta era "insincera e hipócrita" debido a la negativa de algunos países a aceptar a Bulgaria y Rumanía en Schengen (por el temor a la inmigración romaní) mientras se insiste en resolver un problema "ajeno a la UE". Polonia exige que todos los refugiados sean cristianos. Bulgaria se siente ignorada; la propuesta solo incluye a Italia y Grecia, y por despecho es muy poco probable que vote a favor. Países como Dinamarca o Reino Unido tienen reservada una opción en los tratados para autoexcluirse en acuerdos sobre ciertas materias, cláusula que educadamente han decidido ejecutar. El Gobierno francés nada en un mar de contradicciones debido al precio político que debería pagar por aceptar la propuesta. Mientras tanto, el Gobierno español se hace el sueco, y Estonia, Hungría, Letonia y Lituania declaran sin tapujos su rechazo al plan.
Todos juegan con fuego.
Los acreedores han jugado con fuego ofreciendo a Grecia un "lo tomas o lo dejas" que impondría aún más sufrimiento gratuito, que no sacrificio, basado en la austeridad. Esta oferta tiene y tenía como objetivo ser rechazada por el primer ministro griego, Alexis Tsipras, quien de haberla aceptado, habría ayudado a la destrucción de su propia razón de ser política. Algo que sucederá si los votantes griegos votan la opción Juncker. Sin embargo, en palabras de este tal Krugman, Grecia debe votar NO, y no dejarse convencer por la equivocada maniobra de Juncker. El Gobierno griego debe estar listo para, si es necesario, abandonar el euro. Esto no significa, ni mucho menos, que sea lo más recomendable, pero Grecia ha alcanzado un punto de no retorno en el que o establece un cortafuegos o este incendio se llevará por delante definitivamente cualquier pretensión de independencia, autonomía y de democracia. No es una cuestión económica; es una cuestión de poder: el poder de los acreedores para regatear a los sistemas democráticos legítimos y tirar del enchufe de la economía de cualquier país que no pueda/quiera pagar. Un poder que persistirá mientras la salida del euro se considere impensable.