Estamos en guerra con el lado oscuro
Después de tantos avances, tanta evolución, tanto aprendizaje, seguimos igual. Han cambiado los métodos pero en definitiva seguimos haciendo lo mismo. Los poderosos, los que pueden, saquean a los demás. Lo curioso es que pretendemos que los humillados y saqueados no hagan nada.
Imagen: ISTOCK
Estamos en guerra. En guerra con el lado oscuro. Aunque no lo queramos ver. La negación es el mecanismo defensivo más frecuente en el hombre, según dijo Sigmund Freud. Desde nuestra cómoda forma de vida, con nuestra educación occidental, nuestras costumbres, nos es difícil ver la realidad palpable en el mundo.
El atentado del 14 de julio de 2016 en Niza nos ha dejado helada la sangre. Cualquiera puede golpear y hacer un daño tremendo. Solo el trastorno mental del conductor del camión, según el padre del terrorista tunecino, nos explica de alguna manera lo que pasó. Podemos hacer los duelos de las pérdidas, expresar sanamente el dolor por la tragedia y después volver a nuestras vidas. Continuar siendo lo que somos y quienes somos mostrará a los terroristas que no nos pueden cambiar. Está bien, pero creo que no es suficiente. Al menos, eso no nos sirve para entender e intentar que esto acabe o se reduzca en alguna medida.
Cuando George Lucas nos describió en La Guerra de las Galaxias los dos bandos, definió el lado oscuro de la fuerza como una de las partes que todo individuo tiene internamente. En la primera película, describe bien cómo es el miedo y el odio lo que alimenta el lado oscuro, permanentemente en lucha con el lado luminoso. No deja de ser la dualidad ancestral del bien y el mal con la que nos adoctrinaron desde pequeños a muchos millones de personas. El problema es que ahora se está haciendo patente, en hechos reales, el poder tan tremendo del lado oscuro.
Desde el principio de la Historia de la humanidad, los que podían asaltaban a sus vecinos para aprovecharse de ellos, entraban en guerras para saquear y/o para defenderse de otros pueblos. Después de tantos avances, tanta evolución, tanto aprendizaje, seguimos igual. Han cambiado los métodos pero en definitiva seguimos haciendo lo mismo. Los poderosos, los que pueden, saquean a los demás. Lo curioso es que pretendemos que los humillados y saqueados no hagan nada.
De la humillación del pueblo alemán tras la Primera Guerra Mundial salió el nazismo con su barbarie y terror. De la continua explotación de los pueblos por el colonialismo durante demasiados años, incluso siglos, y después con la explotación de empresas, lobbys y gente sin escrúpulos, surge el odio, la rabia y el deseo de venganza que surge de un inmenso MIEDO profundo, una herida de invasión en lo más profundo del corazón.
La consecuencia es que a partir de ahí, siembran el terror desde el lado más oscuro de su interior. No hay reglas, no valen tratados entre países, no sirven códigos de honor. Es la barbarie sin razón. No hay países con quienes negociar. Tan solo hay grupos, multitud de grupos comandados por personas ¿locas? que dirigen a otras personas tan heridas que no tienen nada que perder. Siguen a sus líderes porque les dicen lo que les encaja con su lado oscuro. Les secundan porque les impulsan a hacer algo, pues lo más terrible es sentirse profundamente mal, con tanto miedo profundo y odio dentro y no poder hacer nada o no saber qué hacer. Y ahora es todavía peor, pues se sirven de Internet para crear grupos virtuales imposibles de controlar. Es terrible lo que pueden llegar a hacer, pues vale casi cualquier cosa para hacer daño. Solo con dar rienda suelta al lado oscuro interno pueden surgir planes maquiavélicos capaces de hacer mucho daño y de sembrar el terror.
El sentirnos mal nos pide hacer algo, actuar. Eso fue lo que tras el 11-S propició la guerra de Afganistán. Todos sabemos que esa acción fue una respuesta patológica o tóxica ante el dolor y la impotencia. Que a su vez genera mas miedo y odio, que favorece el clima para una acción del otro bando.
Y como lo más terrible es sentirse tan mal como ahora nos sentimos las personas que no queremos el mal para nadie, que queremos vivir en paz, que lo que más deseamos es crecer junto a las personas a las que amamos ... y no poder hacer nada, creo que debemos reflexionar como antesala de un cambio. Que el resultado de esa reflexión nos lleve a algunas conclusiones y ellas a algunas decisiones de cambio y, como consecuencia, emprendamos acciones que nos lleven a reducir o eliminar este trágico y terrible problema.
En psicoterapia tenemos una máxima que sirve de punto de partida: "No puedo cambiar a nadie, tan solo puedo cambiar yo". Si comenzamos ahí, podemos buscar el cómo cambiar o qué cambiar.
Hace 50 años, en España era tremendamente frecuente el maltrato animal en público. Era lo normal. Lo aceptábamos porque era tradición, porque la vida era así y no te lo cuestionabas hasta que algo dentro de ti se movía y te obligaba a reflexionar. De ahí a movilizarte y luchar porque se produzca un cambio. Y al final, el cambio se genera tras el cambio personal, decisión y acción. En 2016 ya estamos consiguiendo que la realidad con respecto al maltrato animal cambie. Ya hay condenas a personas que maltratan animales, se prohíben tradiciones como el Toro de la Vega, etc. Parece que aunque el proceso sea lento, sí funciona.
Ahora estamos frente a otro problema mucho más grande. El terrorismo yihadista tiene múltiples causas, entre otras unos hechos históricos que los estudiosos pueden investigar y definir correctamente. Lo importante es cambiar nosotros. Que no permitamos que países, grupos o corporaciones poderosas sigan explotando a otros, a gente que no tiene posibilidades de defenderse. Que no toleremos esto, que nos enfrentemos a esos grupos. Que propiciemos cambios en nuestros gobiernos para que los desfavorecidos, pobres e inmigrantes puedan vivir con dignidad, con recursos. De los núcleos donde sobreviven los más necesitados surgen las personas susceptibles de convertirse en terroristas. Son los que no tienen nada que perder, ya que, por no tener, no tienen ni futuro.
Hay muchas personas valiosas en el lado luminoso que en general no hacemos nada para parar esas acciones de explotación y de saqueo. Debemos cambiar nosotros para cambiar la situación.
Si la causa es el miedo, su antídoto es el amor. Cambiemos para ofrecer amor, cuidados y acciones que hagan parar la barbarie del lado oscuro. Todo cambio comienza con una toma de conciencia. Hagámosla. Después podrán surgir las decisiones de cambio y, a continuación, podremos emprender las acciones. Acciones sanas que generen resultados positivos para todos. Necesitamos hacer algo que genere un cambio y, aunque los resultados sean lentos, al menos que nuestros hijos o nuestros nietos puedan vivir en un mundo sin tanto dolor.
Este post fue publicado originalmente en el blog del autor