Capítulo LXIV: Las mucamas

Capítulo LXIV: Las mucamas

Eran las 10 y media de la mañana cuando dos mucamas le abrieron la puerta y le condujeron hasta el jardín de la casa. El corderito estaba pastando apaciblemente en el jardín. Al ver a Mister Proper, se apresuró a saludarle.

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La aventura parece haber llegado a su fin. Tras la muerte del Capitán Pescanova, Mister Proper vuelve a la civilización. Es el único superviviente de cuantos iban a bordo del barco. Mientras se repone en un balneario, recibe la visita del mayordomo de Tenn, actual forense de Maketinia y viejo conocido de Proper. Ambos amigos conversan y, de repente, el mayordomo dice algo que sorprende a nuestro héroe: en el cadáver de Mimosín había restos de lana.

Eran las 10 y media de la mañana cuando dos mucamas le abrieron la puerta y le condujeron hasta el jardín de la casa. El corderito estaba pastando apaciblemente en el jardín. Al ver a Mister Proper, se apresuró a saludarle.

- ¡Que agradable sorpresa!, pero si es Don Limpio.

- Me llamo... - Mister Proper se quedó un tanto desconcertado. Nadie le llamaba nunca por su nuevo nombre - Sí, bueno, eso, Don Limpio. Hola Norit.

- He leído tu historia en la prensa -contestó el corderito-. Debió ser horrible. Parece la trama de una película. ¿Estás bien?

- Bueno, los médicos insisten en que debería hacer reposo un par de meses más, pero lo cierto es que me encuentro mucho mejor.

- Siéntate, ¿te apetece un café?

- No, gracias, no te preocupes por mí. Ya he desayunado.

- Como quieras. A mí me has pillado a mitad. Si no te importa que siga...

- En absoluto, estás en tu casa, ¿no?

El corderito siguió mordisqueando el césped.

- Bueno -dijo mientras masticaba- dime, ¿qué te trae por aquí?

- Pues verás, supongo que si has seguido la historia en los periódicos, te acordarás de ese mafioso indígena que al parecer era el dueño del yate en el que estuve.

- Sí claro, ¿ese que llamaban Gran Jefe? Qué tipo, ¿no?

- Todo un personaje, sí. Verás, resulta que antes de que se produjera la explosión y todo eso, el Gran Jefe me hizo llevar a su camarote sólo para confesarme que había sido él quien dio la orden a sus sicarios de que le dieran una buena paliza a Mimosín.

- Qué hijo de puta. Desde luego, cumplieron sus órdenes a rajatabla.

- Pues eso es lo curioso. El Gran Jefe me dijo que les había advertido expresamente que no quería que le mataran. Él sabía que no era culpable. Solo quería darle un pequeño escarmiento.

- Vaya, pues es una pena. Supongo que se les fue la mano... En fin, imagino que esas cosas les pasan a menudo a los mafiosos.

- Sí, yo también suponía eso. Sin embargo, a él le parecía sumamente extraño, ¿sabes? Por lo visto esos tipos eran auténticos profesionales. Sabían dónde y cómo tenían que golpear para evitar complicaciones.

- Bueno, Don Limpio, me temo que a esa clase de profesionales, las personas corrientes como tú y como yo no les importamos en absoluto. De todas las órdenes que les pueden dar, la que menos les importará desobedecer es la de no matar. Dudo mucho que ese Gran Jefe les regañara por no haber cumplido su mandato al pie de la letra.

- Pues ellos aseguran que sí lo hicieron.

El corderito comenzaba a parecer molesto con la conversación.

- Bueno, ¡pues yo que sé!... Puede que tu novio tuviera algún tipo de lesión interna que se complicó con la paliza y entonces...

- Mimosín estaba sanísimo. Le acababan de hacer el reconocimiento médico de la empresa y le felicitaron por su excelente estado de salud.

- Pues mira qué bien... -replicó Norit con impaciencia- Oye, no entiendo por qué me cuentas todo esto a mí. Tengo un día complicado, Don Limpio. Sé que seguramente tienes necesidad de hablar de esto con alguien y me encantaría ser yo quien te echara una mano, pero hoy no puedo, en serio. Si quieres quedamos otro día. ¿Qué tal la semana que viene? Les diré a las mucamas que te acompañen a la puerta.

- Había restos de lana en el cuerpo de Mimosín -Mister Proper lo soltó de sopetón.

Al corderito se le atragantó el puñado de hierba que estaba rumiando.

- ¿Qué...?

- El mayordomo de Tenn hizo la autopsia. Me dijo que encontró restos de lana en el cadáver. Y Mimosín no tenía lana por dentro.

- ¿Qué estás tratando de insinuar...? -El borrego estaba empezando a ponerse realmente tenso.

- Aquella noche, me dijiste que le admirabas, pero mentías, ¿verdad? Siempre le has odiado. No podías soportar que tuviera más éxito que tú, que cuando preguntaban a la gente por un suavizante, el primer nombre que les venía a la cabeza era el suyo y no el tuyo. Siempre has sido el eterno segundón...

- ¡Basta! - Le interrumpió Norit.

- Y por eso le odiabas -continuó Mister Proper haciendo caso omiso a sus quejas-. No soportabas saber que él era mejor que tú.

- ¡Cállate! - gritó acercándose a Mister Proper.

- No le llegabas ni a la suela del zapato. Y tú lo sabías. Por eso le mataste. Porque fuiste tú, ¿verdad? Tú estabas en aquella fiesta. Fue un auténtico golpe de suerte, ¿no? Dime, ¿cómo fue? ¿saliste a fumar y te lo encontraste tirado en el suelo? ¿te pidió ayuda? Qué más da, el caso es que de pronto, se te presentó la oportunidad que llevabas esperando toda tu vida. La oportunidad...

- ¡Sí!, ¡por supuesto que sí!, la oportunidad de acabar con él de una vez por todas. Claro que lo hice -la típica sonrisa de psicópata de película fue apareciendo progresivamente en la cara del corderito-. Efectivamente, yo estaba en aquella bacanal. Había salido a tomar el aire, pero no me lo encontré en el suelo. Fue justo en el momento en el que los matones le sacaban al callejón. Conseguí esconderme justo a tiempo y presencié la paliza. Disfruté de la paliza, debería decir. Cuando acabaron, tu novio quedó inmóvil en el suelo. Yo pensé que había muerto, pero cuando estaba pensando en pedir una botella de champán para celebrarlo, le oí gemir. Pensé que no era justo. Ahora que la providencia me había permitido saborear las mieles de la venganza, me las volvía a arrebatar. Y entonces se me ocurrió la idea. Era tan fácil. Allí no había testigos. Sólo tenía que coger la misma barra de hierro que los sicarios habían dejado tirada en el suelo y terminar su trabajo. Y lo hice. Vaya si lo hice. No es nada personal, Don Limpio, sabes que no tengo nada contra ti, de hecho me encantaría volver a morrear contigo, pero nunca soporté al gilipollas de tu osito. Solo cuando me aseguré de que estaba muerto y bien muerto, volví a dejar el arma en su sitio y regresé a la fiesta.

El corderito le echó una mirada cargada de sarcasmo y siguió comiendo hierba como si nada.

- Lo que nunca se te pasó por la cabeza es que yo me empeñaría en averiguar la verdad y que acabaría por escuchar la versión del Gran Jefe en persona -le respondió Mister Proper.

- Pues no, la verdad es que jamás pensé que fueras tan listo. Y tan tonto al mismo tiempo. Te has jugado la vida para nada. El caso está cerrado. Y no queda ningún superviviente para defender tu versión. Lo siento, Don Limpio, pero has perdido. ¿Qué son unas hebras de lana contra el historial delictivo del mafioso más buscado de los últimos años? Ningún juez te escuchará.

- Lo sé -contestó Mister Proper extrañamente tranquilo.

- ¿En serio? ¿lo sabes? -inquirió el corderito rumiando con la boca llena.

- Sí, estoy totalmente de acuerdo contigo. Ningún juez me escuchará. Por eso, he decidido que la única manera de asegurarme de que Mimosín sería vengado, era hacerlo yo mismo. Así que esta mañana, justo antes de que amaneciera, he saltado la tapia, me he colado en tu jardín y he rociado tu césped con un líquido que no tiene sabor, pero es tremendamente venenoso.

Al corderito le sobrevino una arcada y escupió las briznas de hierba que tenía en la boca.

- ¡Estas... estás mintiendo! No puedes... -de repente empezó a sentirse mal.

- ¿Mintiendo? Que va... De hecho, si mis cálculos no fallan, debería empezar a hacerte efecto en este preciso instante.

- Hijo de... puta... -a Norit empezaron a fallarle las piernas y comenzó a echar espuma por la boca.

- He leído que los síntomas son bastante desagradables, pero tranquilo, es rápido.

El corderito trató de balar pidiendo ayuda, pero se estaba ahogando y ni las palabras ni los balidos le salían.

- Es inútil, Norit. Nadie te oye, y aunque lo hicieran, ¿quién iba a socorrerte? ¿tus mucamas? Seguro que las tratas igual de mal que al resto de la gente. No, despídete, se acabó.

Norit cayó al suelo fulminado. Mister Proper se agachó y se acercó a una de sus orejas para asegurarse de que escuchara lo último que quería decirle.

- Ah, ¿y sabes una cosa? Lo he pensado mejor, no soy Don Limpio. Mimosín tenía razón. Es un nombre de mierda. Me llamo Mister Proper.

Era tan suave se publica por entregas: cada día un capítulo. Puedes consultar los anteriores aquí.