Siria: las heridas de guerra que no se ven
Quizás sea una obviedad contarlo a estas alturas, pero los sirios se sienten abandonados y no sólo por la comunidad internacional, sino también por la más reducida "comunidad de ayuda internacional". En muchas zonas, la cirugía, la obstetricia, la atención especializada, ya no existen. Las embarazadas no saben dónde ir.
Nuestro equipo en Siria cuenta la historia de un niño de 6 años que estuvo ingresado en uno de los hospitales de campaña que tiene Médicos Sin Fronteras (MSF) en el norte del país. Mohamed se rompió la pierna y sufrió heridas en la cabeza en circunstancias especiales. La casa donde vive su familia fue bombardeada y se abrió un enorme agujero en la segunda planta que no fue tapiado. Aquel día no había nadie en el edificio. Cinco meses después, los aviones surcaban el cielo y los niños de la familia temieron otro ataque aéreo. No pasó. Pero Mohamed, asustado, corrió escaleras abajo, cayó por el agujero y se lastimó.
La historia de Mohamed habla sobre el miedo constante que tiene la población. Los civiles están atrapados en el conflicto entre el Gobierno sirio y la oposición armada. Según Naciones Unidas, más de 445.000 refugiados han llegado a los países vecinos; dentro de Siria, 1,2 millones de personas más se han visto obligadas a abandonar su hogar. Intentamos ayudarles pero las restricciones y la falta de seguridad hacen difícil la asistencia humanitaria. Y esta es insuficiente.
Actualmente los hospitales de MSF se hallan en territorio bajo control de la oposición armada, pero desde el principio hemos intentado trabajar también en las zonas controladas por el Gobierno. De momento no lo hemos podido hacer, aunque durante meses hemos donado artículos de primera necesidad a hospitales y clínicas y a la Media Luna Roja siria en Damasco. Quizás sea una obviedad contarlo a estas alturas, pero los sirios se sienten abandonados y no sólo por la comunidad internacional, sino también por la más reducida "comunidad de ayuda internacional". En esa categoría tan variopinta entramos nosotros, y a uno de nuestros equipos en misión exploratoria en agosto de este año se lo echaron en cara en uno de los muchos centros de salud improvisados por personal sirio: llegábamos tarde.
En los hospitales de campaña hay tanto combatientes como civiles: para nosotros, todos son pacientes. En estos centros médicos provisionales, habilitados a veces en viviendas abandonadas, escuelas u hospitales arrasados donde no quedan ni las puertas, se ofrece atención quirúrgica a los heridos. Pero esa es tan solo la cara más visible de la guerra. El conflicto tiene un impacto devastador en el conjunto de la población. Por eso MSF está poniendo cada vez más énfasis en la atención primaria y obstétrica: todos los sirios sufren las consecuencias de la inestabilidad y cualquier centro médico que se instala se convierte en un punto de referencia para la población, porque las necesidades son enormes y muy básicas.
Atención médica en uno de los hospitales de campaña de Médicos Sin Fronteras en territorio sirio. Foto: © Agus Morales. Noviembre de 2012.
Explica nuestro equipo médico que en Siria las mujeres estaban acostumbradas a acudir a hospitales para dar a luz y ahora se enfrentan a un grave problema. La guerra ha derrumbado el sistema de salud: tanto el personal médico como los hospitales han sido objeto de ataques. La Organización Mundial de la Salud cree que 2 de cada 3 hospitales públicos y 1 de cada 2 ambulancias han resultado afectados, y a menudo los daños son tan graves que han quedado inservibles: unos 40 hospitales, 150 centros de salud y casi 200 ambulancias ya han sido destruidos y nada indica que esto se vaya a detener.
Así que en muchas zonas, la cirugía, la obstetricia, la atención especializada, ya no existen. Las embarazadas no saben dónde ir. La acción de MSF en este campo es limitada, pero cada día llegan mujeres a uno de nuestros centros en busca de un parto seguro. Puede sonar a poco, pero en situaciones de guerra, cuando acceder a un centro médico no es posible, la mujer embarazada es extremadamente vulnerable y la mortalidad materna se dispara por culpa de los partos no seguros, y también la de los recién nacidos.
No quiero acabar estas líneas sin referirme a uno de los colectivos más castigados por la guerra: el de los médicos. En marzo del año pasado empezaron las manifestaciones contra el Gobierno de Bachar al Assad, que dieron paso con el tiempo a una guerra civil entre las autoridades y la oposición armada. Durante todos estos meses, el personal médico sirio ha demostrado un gran compromiso con los pacientes. Haciendo frente al miedo y a la falta de medicamentos y recursos humanos, han tenido que hacerse cargo de algo completamente nuevo en las actividades del personal medico en Siria: atender a las víctimas de un conflicto.
Habrán comprobado que en este texto no hablo de lugares, de tal o cual ciudad o barrio donde estamos operando: son áreas afectadas por los enfrentamientos, y sólo puedo explicarles que abrimos estos centros lo suficientemente cerca como para que la población llegue a ellos y podamos ser eficientes en las referencias, pero lo suficientemente lejos como para no exponer al equipo a tener que evacuar o interrumpir las operaciones cada hora porque las bombas les caen encima. En cualquier guerra, atacar deliberadamente hospitales y al personal médico es una forma más de aterrorizar a la población, de provocar un daño menos visible. Es también algo extremadamente inhumano añadido a toda la inhumanidad de una guerra: la población se queda sin asistencia médica cuando más la necesita.
Siria necesita médicos. Nuestra obligación moral es seguir ayudándoles a desempeñar su labor. Y la obligación de todas las partes del conflicto es respetar los centros de salud y los profesionales que trabajan en ellos, para que las miles de personas que permanecen atrapadas desde hace meses por el conflicto puedan, al menos, recibir asistencia médica.