Mucho por sanar
Si queremos mantener, e intentar mejorar el sistema sanitario en todas sus vertientes, demos protagonismo al profesional. Es él el que a diario gestiona las dolencias, es capaz de detectar las ineficiencias de algunos procesos, y será de gran ayuda para una mejor gestión del sistema. No escucharlo es un error. No empoderarlo es una irresponsabilidad.
Foto: ISTOCK
En el mundo sanitario hay muchísimas cosas por sanar. Por supuesto, están las dolencias de los enfermos y las opciones de enfocarse hacia la prevención, pero además, se necesitan ajustes en toda la política sanitaria. Tenemos un buen sistema de salud, especialmente gracias a los profesionales, que son personas entregadas que soportan el peso de unas instituciones no siempre bien gestionadas, y que lo dan todo cuando entran por la puerta del trabajo.
Las opciones de mejora son multifactoriales, y son muchas las oportunidades para conseguirlo. Algunas empiezan en la consulta, pero otras no. Si conseguimos que en lugar de sobres, comisiones del 3% o evasiones fiscales insolidarias, el dinero se quede dentro del sistema, al menos con el mismo esfuerzo fiscal que realizan la mayoría de españoles que sí respetan las leyes y los principios de la democracia, tendremos más herramientas para destinar más dinero a las necesidades básicas. Es posible que todo deba empezar con la educación en casa, en el colegio, intentando abandonar la contagiosa picaresca del Lazarillo. Además de intentar implicar a todos los ciudadanos en la financiación pública, debemos poner barreras para quién se quiera saltar las normas de la equidad. Todo acaba siendo un tema de prioridades, pero no riamos las gracias de quien nos estafa. La equidad debe ser siempre un objetivo común.
Mientras se consigue mejorar todos esos aspectos de evasión fiscal, debemos tener claro que en sanidad, igual que con el mundo educativo, necesitamos grandes pactos y amplios consensos. Si queremos mantener, e intentar mejorar el sistema sanitario en todas sus vertientes, demos protagonismo al profesional. Es él el que a diario gestiona las dolencias, es capaz de detectar las ineficiencias de algunos procesos, y será de gran ayuda para una mejor gestión del sistema. No escucharlo es un error. No empoderarlo es una irresponsabilidad. Nos encontramos en un momento en el que son necesarias reformas que permitan mejorar la sostenibilidad, una orientación hacia la eficiencia en la gestión, promover el ahorro y las economías de escala, pasando por la introducción de las nuevas tecnologías en sus múltiples vertientes, la innovación, unificar las carteras de servicios en las distintas Comunidades Autónomas. Para ello es imperioso tener al frente profesionales de salud, que además sean personas conciliadoras, constructivas y conocedoras de los intríngulis de un sistema que es complejo y a la vez apasionante.
Necesitamos aunar esfuerzos en los cuatro grandes retos de nuestra sanidad: sostenibilidad, transparencia, calidad y equidad. Para ello debemos destinar mayor porcentaje de PIB al gasto sanitario, poniendo fin a la política del ladrillo sanitario, centralizando el dinero en lo importante. Eliminar la burocracia y profesionalizar la gestión es imperioso. Si queremos avanzar debemos ofrecer más información y mayor transparencia con indicadores científicos, índices de satisfacción, gasto por capítulos y procesos. Es crucial poder comparar los resultados de gestión. La calidad debe ser un objetivo principal en una sanidad basada en la mejora continua de los resultados no sólo clínicos y científicos, sino también humanos. La mejora de la humanización debe plantearse como un objetivo imprescindible y medible. Y por supuesto la equidad, una bandera irrenunciable entre los distintos territorios. No habrá equidad sin aumentar la transparencia, con plataformas públicas que permitan conocer la situación de las listas de espera, acceso a pruebas, etc. Así mismo, es necesario poner encima de la mesa el tema de los centros de referencia y de las enfermedades raras, para que todo paciente pueda ejercer derechos iguales independientemente de su lugar de nacimiento. ¿Tiene sentido tener en cada provincia una tarjeta sanitaria distinta y carteras de servicio desiguales?
Hay que despolitizar la sanidad, para que la meso gestión tenga líderes motivados independientes, capaces de gestionar los centros integrando además competencias clínicas, docentes e investigadoras. Es muy necesario realizar políticas de consenso para recuperar las condiciones laborales dignas que permitan un buen desarrollo de una carrera profesional estable y digna. No habrá reforma constatable si no se consigue un empoderamiento real de la Atención Primaria, en las múltiples vertientes en las que la reforma debe avanzar. Es necesario integrar la figura del paciente y los cauces para su participación, sin demagogia, para que contribuya diseñando los procesos de gestión, con posibilidades múltiples de trabajo pleno en órganos, consejos, defensores, etc. para que se puedan implicar, tomando plena conciencia de la situación real sanitaria, de las medidas viables o inviables, asumiendo sus motivaciones e intereses, etc. Necesitamos su complicidad, entre otras muchas cosas, para acabar con la desconfianza de los gestores de las mismas.
Veo oportunidades para conseguirlo con los nuevos políticos que han cambiado su consulta habitual con intención de conseguir trabajar políticas de consenso. Hay muchísimos temas en los que transversalmente nos podemos encontrar para lograrlo; no es tan difícil. Para ello debemos solicitar que todos los partidos sitúen al frente a profesionales que sepan escuchar, buenos negociadores que tengan claro que más allá de los objetivos propios de un partido, siempre deben priorizarse los intereses de los pacientes y de los profesionales que los cuidan. La salud de las personas es un pilar básico irrenunciable con el que garantizar una sociedad más justa y más unida. Tengo la impresión de que lo conseguiremos.