No trate de ser valioso, ya lo es
El deseo de ser más surge del temor a ser menos, del miedo a no ser valioso, a quedar relegado, devaluado. Si se han vuelto exigentes con ustedes mismos, si se critican mentalmente cuando se equivocan, si se comparan, entonces es que tienen ese temor. No se acomoden, pero tampoco se juzguen.
Valle de Arán, Pirineos. Foto: JJ/MI.
Hay muchas maneras de conducir la vida de cada uno, pero la forma más común es vivir luchando. Luchando por conseguir, por lograr. Y no nos referimos a conseguir lo que cada ser humano lícitamente necesita, incluida la necesidad de desarrollar una actividad que le permita vivir y aportar algo a los demás. La lucha a la que nos referimos es una lucha psicológica que produce mucho sufrimiento porque nos lleva por un camino de competición, de comparación y frustración: ser más guapos, más altos, más simpáticos, más famosos, tener las mejores cosas..., se le llama ser perfectos.
Ni conformarse ni luchar
Sin duda, uno no debe conformarse, porque el conformismo lleva al estancamiento y la mente se embota, se adormece. Tampoco debe luchar, porque entonces la mente se torna competitiva, no colaboradora; calculadora, no inteligente; atormentada, no feliz. Esa lucha para ser más que otros, desgasta, cansa, empobrece la mente.
Obviamente, el deseo de ser más surge del temor a ser menos, del miedo a no ser valioso, a quedar relegado, devaluado. Si se han vuelto exigentes con ustedes mismos, si se critican mentalmente cuando se equivocan, si se comparan..., entonces es que tienen ese temor. No se acomoden a ello, pero tampoco se juzguen, porque tras ese comportamiento se oculta el miedo a que no les valoren, que no les aprecien, a no lograr lo que necesitan.
No se afanen en disimular para tratar de parecer perfectos externamente, aprendan a ir resolviendo ese temor, que está en uno mismo, que es interno. Escapar del miedo a ser menos lo aumenta, no lo resuelve, se puede ocultar momentáneamente pero seguirá ahí, esclavizándoles.
Aprender
No hemos venido al mundo a ser perfectos, seguimos en evolución, y para ello tenemos que equivocarnos y aprender de ello, sin acritud, con amabilidad.
No hemos venido al mundo a ser los mejores, si no a colaborar, y para ello debemos resolver la competitividad, y por tanto el miedo.
Esa lucha por ser perfectos es superficial y dolorosa, surge del miedo a la opinión de los demás y se centra en adaptarse a los patrones que se muestra, en lo que los otros pueden ver de ustedes, no en lo que ustedes son, en lo que sienten, en su mundo interno y profundo.
La mejor manera de vivir, buena e inteligente, es vivir aprendiendo. Aprendiendo a darse cuenta de todo esto, a no huir del miedo, a resolver el orgullo y la autocrítica, aprender de ustedes mismos y de los demás, sin dureza, con inteligencia y paciencia.
Cuando uno tiene interés por aprender, la crítica no tiene cabida, en su lugar habrá curiosidad por entender lo que ocurre y afecto.
No es necesario que luche para ser valioso, ya lo es. Es mucho más beneficioso centrarse en conocerse y comprenderse a usted mismo y a los demás.