Por qué no es cierto que cuando vas a la peluquería llueve
Nuestros pequeños dramas cotidianos arrancan en cosas aparentemente nimias, pero que nos sacan de quicio. Por ejemplo cuando ves con espanto que justo a la hora de esa reunión tan importante es cuando más tráfico hay. O cuando descubres que los dioses del tiempo se han conjurado y llueve a cántaros después de invertir tres horas en la peluquería.
Nuestros pequeños dramas cotidianos arrancan en cosas aparentemente nimias, pero que nos sacan de quicio. Por ejemplo cuando ves con espanto que justo a la hora a la que tienes que llegar a esa reunión tan importante es cuando más tráfico hay. O cuando descubres con horror que los dioses del tiempo se han conjurado para hacer que caiga un chaparrón después de que hayas invertido tres horas en la peluquería. O cuando te están esperando desde hace tiempo para cenar y es justo el día en que aparcar es imposible.
Tal vez viviríamos más tranquilos si nos percatáramos de que en realidad no hay ninguna relación entre esos eventos, sino que es nuestra mente la que se la inventa. El culpable de que percibamos las cosas de esa manera es un fenómeno conocido con el nombre de "correlación ilusoria", que quiere decir precisamente eso: que vemos relaciones entre circunstancias que, en realidad, nada tienen que ver. Por ejemplo: mucha gente que tiene artritis cree que tiene más dolores cuando llueve, cuando en realidad se ha demostrado hace ya tiempo que nada tiene que ver una cosa con otra.
El fenómeno de la correlación ilusoria más o menos viene a decir que establecemos relaciones entre fenómenos cuando la conexión nos resulta significativa. Si vamos a una reunión importante y no encontramos tráfico es difícil que caigamos en la cuenta de ello, de la misma manera que si salimos de la peluquería y no llueve. Tendemos a creer que hay conexiones entre aquellas cosas que nos ocurren y que son llamativas, en particular las que significan problemas. Posiblemente porque nuestra mente está pensada para percibir las novedades, las irregularidades y, en general, lo que se sale de lo común. Sobre todo si conlleva una dificultad de la que podemos aprender para intentar evitarla en el futuro. Ir a cenar y aparcar más o menos bien, dentro de lo que en cada ciudad es esperable, no deja ninguna huella en nosotros. Pero llegar una hora tarde por culpa del aparcamiento deja un recuerdo imborrable que hace que establezcamos una relación entre una cosa y otra, cuando en realidad no la hay.
Ya sabes: la próxima vez que el tráfico esté imposible o que la lluvia amenace con arruinar tu peinado, que eso no te amargue: hay muchas otras veces, seguramente más, en las que no ha sido así, y ni siquiera lo has notado.