Mamás, poneos el bañador
Cada verano, tienes dos opciones: ponerte el bañador o evitarlo. Tengo muchas amigas que se decantan por la segunda opción. Sólo meten los pies en agua. Se sientan en el borde, demasiado preocupadas por su aspecto. No te escondas bajo el velo de la vergüenza este verano. Ponte el bañador.
Cada verano, tienes dos opciones: ponerte el bañador o evitarlo.
Tengo muchas amigas que se decantan por la segunda opción.
Van a la piscina con sus hijos, pero sólo meten los pies en agua. Se sientan en el borde, demasiado preocupadas por su aspecto y por lo que pensaría la gente si la viera dentro de la piscina disfrutando y nadando con sus hijos.
O van a la playa y se limitan a quedarse bajo la sombrilla en lugar de correr hacia el mar.
Me pone muy triste.
Porque, cuando las mujeres se quedan en la orilla por culpa de la inseguridad, estamos fomentando un comportamiento insano para nuestros hijos y estamos desperdiciando momentos increíbles.
Tu bañador no te define como persona.
¿Intentas esconder esos michelines? Piensa que en esa tripa se ha gestado una vida.
¿Te da rabia que ya no se te forme un hueco entre los muslos? Esos muslos te dieron la fuerza para acarrear durante nueve meses un balón de playa y te han permitido llevar a tus hijos sobre las caderas durante varios años.
Eres madre. Y eres bella.
No te escondas bajo el velo de la vergüenza este verano. Ponte el bañador.
Cuando fuimos a la playa en abril, yo había engordado unos kilos de más. Pero, ¿sabéis qué?
Me puse el bañador y CORRÍ HACIA EL MAR con mis hijos.
Nos estuvimos riendo, nos echamos agua y nos los pasamos muy bien. Meterme EN EL AGUA con mis hijos fue lo que marcó la diferencia.
Esa noche, le pregunté a mi hijo qué era lo que más le estaba gustando de las vacaciones, y ¿sabéis lo que dijo? "Correr por la playa contigo y con Papá".
Contigo.
Unas semanas después de ese viaje a la playa, descubrí que estaba embarazada. Este verano, a medida que pasan las semanas, voy estando más gorda. Pero, ¿sabes qué?
Sigo poniéndome el bañador cada vez que puedo ir a nadar con mis hijos. A ellos les encanta nadar. Y a mí me encanta estar con ellos.
El pasado fin de semana, me puse el bañador, me miré en el espejo y respiré hondo. Sólo estoy de 11 semanas, pero, más que un embarazo, parece que me he pegado un atracón de patatas fritas. Cuando salí del baño, Matthew me dijo: "Estás muy guapa en bañador, cariño".
Le dije: "¿En serio?"
"Sí, de verdad".
Agradezco sus palabras, y quiero demostrar a mis hijos belleza y confianza. Quería pasármelo bien y tener buenos recuerdos en la piscina.
Me niego a perderme la risa de mis hijos en el agua sólo por mis inseguridades.
Me niego a que la mirada juzgadora de las mujeres en la piscina me impida estar con mis hijos disfrutando del brillo del sol en el agua.
Me niego a que mi imagen influya en la de mis hijos.
Me niego a sacrificar los buenos momentos con mis hijos por unos michelines.
Porque, al fin y al cabo, no sólo se trata de mí.
Se trata de mis hijos.
Quiero que se acuerden de las piruetas con su madre en la piscina.
Quiero que se acuerden de las luchas de agua juntos.
Quiero que se acuerden de los saltos desde el borde de la piscina a mis brazos.
Quiero que se acuerden de que su madre estaba allí, con ellos.
Hoy espero haberte animado a dejar a un lado tus inseguridades. Ponte el traje de baño. Cruza el aspersor. Salta a la piscina. Salpica.
Diviértete.
Tu hijo se acordará de esos momentos, de tu libertad, y no de cómo te quedaba el bañador.
Este post se publicó originalmente en The Mom Creative.
Traducción de Marina Velasco Serrano