Y el ELN llega a las negociaciones de paz en Colombia

Y el ELN llega a las negociaciones de paz en Colombia

la paz no es solo la ausencia de guerra y la firma de un documento en el que se recoja el cese de la acción armada. La paz es la ausencia de la superación de las estructurales de la guerra y su construcción se debe de iniciar desde la democracia local, y sin tiempo que perder.

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Foto cedida por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) donde se ve al patrullero de la policía colombiana Héctor Germán Pérez Monterroso (2d) acompañado por integrantes de CICR tras su liberación por parte del Ejército de Liberación Nacional EFE

Gobierno colombiano y Ejército de Liberación Nacional reconocían esta semana el inicio de unos diálogos de paz que, a priori, deben poner fin a un conflicto armado con más de medio siglo de vida. El ELN es una guerrilla que, inspirada por la Revolución Cubana (1959), toma presencia por primera vez en enero de 1965, con la toma del municipio de Simacota, en el departamento de Santander.

Lo cierto es que, especialmente, durante la década pasada, esta guerrilla sufrió un proceso paulatino de debilitamiento, por el impacto de las políticas de seguridad, pero también por la afectación del paramilitarismo y de las FARC -con quien mantuvo importantes confrontaciones en los departamentos de Arauca o Nariño. Tanto, que en hacia 2008 lo niveles de presencia municipal y activismo armado caen a mínimos históricos.

Esta guerrilla ha pasado, en poco más de una década, de casi 4.000 guerrilleros y un control sobre 130 municipios, a poco más de 1.000 efectivos y una presencia territorial de poco más de 30 municipios, reducida a sus tradicionales bastiones de Arauca y en menor medida Norte de Santander, en el nororiente del país, el sur de Bolívar y puntos concretos de Antioquia y la costa del Pacífico.

La mayoría de sus ingresos provienen del contrabando, de las extorsiones y amenazas, especialmente, al sector petrolero, y del narcotráfico. Por ejemplo, obtienen beneficios de unos dos millones dólares anuales solo por el contrabando realizado en la frontera con Venezuela. Su ubicación en el Pacífico también le aproxima al negocio de la minería ilegal y al narcotráfico. De hecho, de los 31 municipios con presencia actual del ELN, 18 serían municipios con presencia de cultivos de coca. Asimismo, según reporta la policía colombiana, en el último año, el ELN fue responsable de 31 secuestros, 32 casos de extorsión y 28 acciones contra la Fuerza Pública.

Lo cierto es que el ELN llega a una mesa de negociaciones que incorpora algunas de las lecciones aprendidas de la negociación de La Habana con las FARC. Primero, una agenda corta, de seis puntos - participación de la sociedad, democracia para la paz, transformaciones para la paz, víctimas, fin del conflicto e implementación del acuerdo. Segundo, un acompañamiento internacional de varios países, algunos igualmente presentes en el diálogo con las FARC, como son los casos de Ecuador, Venezuela, Brasil, Cuba o Chile. Tercero, la negociación tendrá lugar fuera de Colombia, en este caso, en Ecuador.

La visibilidad de los últimos actos armados del ELN y el incremento de muertes del lado de la Fuerza Pública no favorecen la construcción de una imagen que encuentre mecanismos de legitimidad que acompañen y favorezcan el proceso de paz.

También existen posibles dificultades que tener en cuenta. En primer lugar, el perfil militarista del equipo negociador del ELN, dirigido por Antonio García, líder militar de la guerrillera, pero con amplia experiencia en los frustrados intentos de negociación anteriores. Lo más preocupante de todo sería que este diálogo comienza dentro de una tesitura caracterizada por el incremento de acciones violentas que han acontecido en los últimos tres años. Sobre todo, una vez que se produce la fuga, en 2009, de Gustavo Giraldo, alias Pablito, quien reorganizó la estructura financiera y militar del Frente de Guerra Oriental y que recientemente ha pasado a formar para de la Dirección Nacional de la guerrilla.

Desde 2014, este activismo armado ha venido incrementándose exponencialmente, sin verse afectado por hechos como el anuncio de los diálogos exploratorios entre gobierno y ELN, reconocido el 10 de junio de 2014, antes de las elecciones presidenciales que ganaría nuevamente Juan Manuel Santos. El total de acciones de la Fuerza Pública contra el ELN han pasado de 67 en 2012 a 210 el año pasado, toda vez que las acciones del ELN superan las 150 en 2015, esto es, el triple que hace tres años. Un contexto, éste, que, posiblemente, no sea el más adecuado, pero que tiene como principal finalidad de parte de la guerrilla, reivindicar una posición activa, fuerte, propia y desvinculada del proceso que se desarrolla con las FARC.

De hecho, he aquí la principal cuestión a tener en cuenta. La visibilidad de los últimos actos armados del ELN y el incremento de muertes del lado de la Fuerza Pública no favorecen la construcción de una imagen que encuentre mecanismos de legitimidad que acompañen y favorezcan el proceso de paz.

Pese a todo, y sea como fuere, abrir una negociación con el ELN era una cuestión esperada por muchos y que, sin duda, siempre es mejor que cualquier otro escenario. Cabe pensar que, dada la imposibilidad de terminar por la vía armada, el conflicto acabe siendo una suerte de perdedores de la guerra, que en el diálogo y los intercambios cooperativos deben aspirar a transformar parte del Estado colombiano desde la arena política.

La reducción de violencia política y vidas humanas debe ser una consecuencia inmediata de la negociación. De hecho, entre 2012 y 2016, el activismo guerrillero de las FARC cayó un 98%, lo cual no es ni mucho menos baladí y es algo de lo que debe aprender un ELN afectado negativamente por esta cuestión. Esto, en tanto que ha quedado como el grupo guerrillero más violento de la actualidad colombiana. Igualmente, el proceso de diálogo debe contribuir a reducir los obstáculos para poner en marcha los acuerdos que se deriven del proceso con las FARC. Sobre todo, en aquellos puntos concordantes de la agenda como participación política, víctimas o cese bilateral al fuego. De la misma manera, sería un buen comienzo para la mesa de negociaciones, prevista para dentro de dos meses, que ésta comenzase tras la liberación de los más de 130 ciudadanos que, actualmente, se estima que están apresados por la guerrilla.

Una guerrilla, la del ELN, que, de prosperar el diálogo, debería dejar de disputarse también el control de ciertos escenarios del Pacífico frente a los grupos pos-paramilitares, tal y como sucede en la actualidad, resultado de un proceso de negociación con las FARC que ha llevado consigo un escalamiento de la violencia en este tipo de enclaves.

Dicho de otro modo, las posibilidades y consecuencias positivas son muchas, pero dependen de la voluntad de los actores involucrados y de su compromiso con la negociación. Especialmente del lado del gobierno conviene recordar que la paz no es solo la ausencia de guerra y la firma de un documento en el que se recoja el cese de la acción armada. La paz es la ausencia de la superación de las estructurales de la guerra y su construcción se debe de iniciar desde la democracia local, y sin tiempo que perder.