Frente al éxito de Uribe la clave está en polarizar
Los resultados de las elecciones legislativas de Colombia dejan consigo diferentes lecturas con vistas a las próximas presidenciales del mes de mayo. En primer lugar, hay que señalar que las consultas para elegir candidato presidencial que se hacían tanto en la lista del conservatismo como de parte del progresismo no dejaron sorpresas, y los dos favoritos, Iván Duque, bajo el auspicio de Álvaro Uribe y Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá, se impusieron con rotundidad y salen fortalecidos, aunque con distintas proyecciones.
Lo anterior porque, primero que todo, se muestra la fuerza del personalismo de Álvaro Uribe. Da lo mismo quién fuera el candidato o su perfil, millones de personas votan lo que el expresidente diga, bajo una suerte de mesianismo profético de quien, para buena parte del imaginario colombiano, trajo el principio del fin de la violencia en Colombia. Con todos sus excesos antidemócraticos, especialmente, en su segunda presidencia (2006-2010), hay que recordar que Uribe facilitó la victoria de Juan Manuel Santos en 2010; después le derrotaría en la primera vuelta de 2014 con un candidato gris como Óscar Iván Zuluaga– cuando las distancias con Santos eran irreconciliables – y también derrotaría nuevamente al Gobierno en el plebiscito del Acuerdo de Paz de octubre de 2016, al movilizar millones de votos en contra del mismo. Da igual su muy oscuro pasado. Lo que dice Uribe ha congraciado a más de cuatro millones de votos en la consulta interna conservadora, y vuelve a convertir a su partido Centro Democrático, en el partido más votado de las legislativas, y a él, en el senador con mayor número de apoyos.
Hay que señalar también que Iván Duque le ha sacado casi el triple de votos a Marta Lucía Ramírez, candidata oficiosa del Partido Conservador, aunque, minutos después de conocer el resultado, la confirmaba, como previamente habían pactado los expresidentes Uribe y Andrés Pastrana, en su fórmula vicepresidencial. Esto no es un hecho baladí, pues viendo los resultados de las legislativas, y al margen de volatilidades electorales y cambios en la conducta de voto por el factor personalista de las elecciones presidenciales, el candidato uribista llega a mayo con un importante rédito de casi seis millones de votos que le colocarían, con muchas posibilidades, en la segunda vuelta de las elecciones.
Esto hace que el segundo partido con más votos, Cambio Radical, que sería la maquinaria partidista del exvicepresidente y candidato, Germán Vargas Lleras, con algo más de dos millones de votos, encuentre serias dificultades para atraer votantes del centroderecha, en buena medida, porque Iván Duque y Marta Lucía Ramírez le cortan el paso por el conservatismo y le obligan a buscar nicho electoral en el descabezado Partido de la U– con casi dos millones de votos. Un centro en el que también se encuentra el Partido Liberal, con un resultado parecido, también de casi dos millones de votantes y que mantiene ciertas esperanzas en su candidato, el exjefe del equipo negociador, Humberto de la Calle, y al que hay que añadir la Alianza Verde, con algo más de un millón de votos. A estos habría que sumar otro millón más, fracturado entre el Polo Democrático y la Coalición Lista de la Decencia, que, en suma, han mejorado sustancialmente los datos de la izquierda con respecto a las legislativas anteriores, dejando en el ostracismo a unas FARC que apenas han superado los pírricos 50.000 votos.
Sin embargo, mientras que Iván Duque cobra fuerza desde la derecha extrema como candidato presidencial, restando opciones a Germán Vargas Lleras, nada queda claro con el contrapeso que podría emerger desde la centroizquierda. Es cierto que Gustavo Petro ha dado un paso adelante presentando casi tres millones de votos en su consulta interna. Sin embargo, en las presidenciales el voto del centro y de la izquierda ahora mismo queda fragmentado entre tres liderazgos que, sin alianzas previas, corren el peligro de debilitarse a falta de una única candidatura de afinidades políticas.
Humberto de la Calle, Sergio Fajardo y Gustavo Petro se arañan demasiados votos entre sí, y si Germán Vargas Lleras consigue apoyos en el Partido de la U, es más que probable que las presidenciales, como en estas legislativas, se condensen en una lucha entre la derecha extrema y el centroderecha. Si se quiere algo distinto a lo acontecido en las últimas décadas, lo cual pasa por combatir la ingente brecha social, afianzar el Acuerdo de Paz e intervenir sobre la escasa calidad democrática desde la que se construye el Estado, la clave está en polarizar el espectro ideológico superando las barreras personalistas y partidistas que abarcan desde la centroizquierda hasta la izquierda ortodoxa y buscar una alianza que cambie el peso político de un tablero que, de lo contrario, se resolverá en el lado más conservador.