Negredo y Navas resuelven el entuerto para un City remolón
Opositaba el Manchester City a campeón de grupo -a expensas de lo que sucediera dentro de dos semanas en el Allianz Arena de Munich-, si bien cualquiera diría que el partido se convirtió en una china en el zapato de los locales por lo que se vio a lo largo del encuentro.
Opositaba el Manchester City a campeón de grupo -a expensas de lo que sucediera dentro de dos semanas en el Allianz Arena de Munich-, si bien cualquiera diría que el partido se convirtió en una china en el zapato de los locales por lo que se vio a lo largo del encuentro: un partido sin un hilo conductor claro más allá de los detalles de Agüero y las apariciones fugaces de Nasri. Sin correas, los golpes de ambos contendientes se sucedieron sin que nadie asestara el croché definitivo hasta los últimos minutos. Una confrontación desigual en los despachos y simétrica en la cancha. No había rastro del multimillonario proyecto citizen: discontinuo, disfuncional, mal remendado por las bajas en la enfermería y las ausencias en la alineación.
Aunque el poderoso conjunto de Pellegrini interpretara su mejor partitura, los chispazos de Nasri y Agüero eran suficientes para intimidar a un Viktoria Plsen con poco más que la honra en juego. Un disparo del primero fue repelido por el larguero, mientras que una excelente maniobra del segundo la desaprovechaba el francés en boca de gol. El tanto se mascaba en la grada, animosa toda la velada a pesar del frío que asola Manchester en estas fechas.
No obstante, las ocasiones iban de área a área sin que ningún bando hiciera suyo el duelo. Extrañaba el papel del City, acostumbrado a asolar a sus huéspedes cuando visitan el Etihad en la Premier League; hasta que Agüero se inventó una jugada y su centro lo tocó con la mano Rajtoral. Pena máxima y el pichichi del City en Champions (6 goles) que no perdonaba.
El Manchester City jugó con el freno de mano ante un rival muy vitalista. Foto: J.M. small>
Pero sin Yaya Touré y Silva, los ideólogos citizens, los locales eran incapaces de ponerle el lazo al encuentro. Así Horava, al filo del descanso, bien perfilado y con la clarividencia de los ilustrados, colocaba el balón en la escuadra derecha de la portería de Joe Hart. El meta inglés, quien volvía a la titularidad tras pasar un mes en el banquillo, se estiró pero el golpeo fue tan perfecto que ni sus largos brazos alcanzaron para salvar el cuero. Una perla para guardar en la retina.
Y de nuevo un choque sin historia ni guión preciso que volvía al capítulo inicial. Una trama que solo podía virar con la entrada de la pareja española que mejor se entiende: Negredo y Navas. En uno de esos balones colgados por el extremo andaluz, con la precisión de un cirujano, llegó el tanto de Nasri, quien entró con el alma al corazón del área para postularse como candidato a líder en ausencia del mejor solista del equipo: Silva.
Ahora bien, a la zaga local se le seguían viendo las costuras con cada aproximación de un conjunto checo muy vitalista toda la noche. Kolar, muy perspicaz durante la contienda, amortiguó un balón con el pecho dentro del área chica y se la cedió a Tecl, quien definió como mandan los cánones: abajo y a un lado del portero. El Viktoria se había subido a las barbas de un City insulso, sin pasión por su trabajo, con la mente en la Premier y no en un partido que poco le podía reportar, más que el oxígeno suficiente para seguir peleando con el Bayern de Munich por la primera plaza del grupo hasta el último día. Solo restaba apelar al delantero más en racha del equipo: Álvaro Negredo, quien no iba a defraudar. Primer balón que tocaba y la pelota a la red. Está de dulce el punta vallecano y la sociedad ilimitada con Jesús Navas volvía a hacer estragos un partido más.
Aún quedaba el epílogo a una noche con más goles que fútbol. El bosnio Dzeko, el más gris de los cuatro hombres de arriba, cabeceó a la red un excelente centro de James Milner para sellar el definitivo 4-2.