Curry vs Lebron, héroe vs villano en las Finales de la NBA
Curry se ha convertido en el símbolo de la mejor liga del mundo, por más que rechace este apelativo. La estrella de Golden State ha suplantado a Lebron por su carácter jovial, por ese protector bucal que enseña cada vez que mete una canasta, por su antológico manejo de balón.
Foto: EFE
Lebron James, el otrora rey de la NBA, ha quedado desbancado por Stephen Curry. El cuatro veces MVP ya no es el jugador más popular entre los aficionados; no es el que más camisetas vende (esta clasificación también la encabeza el 30 de los Warriors); y ni siquiera ha sido galardonado como el mejor jugador de la liga. Este premio ha vuelto a recaer -por segundo año consecutivo- en las manos del mejor tirador de la historia.
Curry se ha convertido en el símbolo de la mejor liga del mundo, por más que rechace este apelativo. "No intento ocupar el trono de Lebron o ser la cara de la NBA. Lo que persigo es ganar anillos". El hecho es que la estrella de Golden State ha suplantado a Lebron por su carácter jovial, por ese protector bucal que enseña cada vez que mete una canasta, por su antológico manejo de balón, por los triples que caen dentro sin que sea necesario que vea cómo besan la red, por la empatía con el público y por su cara de niño afable -"aparenta doce años, por eso algunos dudan de su dureza", apuntaba su entrenador en rueda de prensa-.
Por todas estas razones , don Stephen ha ascendido al olimpo de la NBA, porque su juego atractivo, vistoso y eficiente hace que su equipo sea el mejor de todos. El MVP, desde la posición de base hace que sus compañeros se empapen de su filosofía de juego y el baloncesto fluya como el agua de un manantial.
Lebron, en cambio, siempre ha tenido dividida a la opinión pública. Ha contado desde sus inicios con detractores y partidarios de su juego. Ese carácter malhumorado, esa personalidad exuberante y la supremacía que ha implantado en la NBA -sobre todo en la Conferencia Este- gracias a su atlético cuerpo hacen que la gente no se vea reflejada en él como sí que ocurre con Curry. "Todo el mundo puede lanzar triples", concedía quitándose importancia el bueno de Steph hace unos meses. Además de simpático, es divertido. Cualquiera puede identificarse con él.
En esta final chocan dos polos antagónicos, dos estilos contrapuestos: un chico cortés y humilde (Curry), marcado por el talento puro; y otro como Lebron, quien desprende autoritarismo y al que casi da miedo acercarse. Su imponente físico es la nota dominante de su juego y le hace por momentos imparable.
Curry es un prestidigitador, alguien capaz de ver pases imposibles y anotar triples inverosímiles. La cancha se le queda cada vez más pequeña. Si la defensa rival se despista un segundo, el máximo anotador de la NBA no perdona, esté donde esté. Es como ese jugador de videojuegos al que le pasas la pelota y anota desde cualquier posición de la pista. "Aunque parezca un tipo bueno y calmado, tiene instinto asesino", señalaba Kobe Bryant hace escasos días.
De momento, las Finales de la NBA tienen un claro color azul y amarillo. Los Warriors están a tan solo un partido de revalidar el título de campeón y Curry de afirmar con rotundidad que es el monarca de la mejor liga del mundo.