El día que Rajoy tiró la moralidad por la borda
La recuperación de la moralidad no es fácil. Al tirarla por la borda, se genera un problema de cara al futuro. Sólo habría que fijarse en lo que le está costando al PSOE salir de Filesa y Roldán. Tal vez con ella ha liquidado una generación de dirigentes del PP, la suya y, por lo tanto, incluye el suicidio político.
Desde mi punto de vista, el núcleo del discurso de Rajoy en su comparecencia del pasado primero de agosto, como la propia resistencia a la comparecencia, responden a una estrategia que contiene los siguientes puntos:
a) La salida de la crisis económica tiene prioridad sobre cualquier otra cosa, punto central de su discurso, sus justificaciones y de las acusaciones a la oposición: ustedes están entorpeciendo la salida de la crisis económica al plantear estos debates.
b) Los debates sobre la corrupción (en el partido del Gobierno) ponen en peligro la salida de la crisis económica y la confianza de los mercados internacionales, sea lo que sea tal entelequia. Argumento que sirvió para acusar de desleal y distanciada de los problemas del país y ensimismada a la oposición.
c) Lo económico tiene preferencia sobre la moralidad, con argumentos como: es lo que más preocupa a los españoles.
d) La recuperación del bienestar económico traerá el olvido de las transgresiones morales. A la vez que se apunta que tales transgresiones sólo obtendrán existencia si los jueces así lo sentencian. La moralidad queda reducida a la aplicación de la ley.
Una estrategia seguramente apoyada en estudios demoscópicos y asesores, usuarios expertos de tales estudios, que dejan entrever cierta complicidad moral en la corrupción de sectores sociales: el ya sabemos que éstos no han sido todo lo legal que cabía esperar; pero son todos iguales y estos, al fin y al cabo, hacen cosas (para la ciudad, para la comunidad autónoma). Por ejemplo, frases parecidas a éstas pueden encontrarse en los grupos de discusión que el Centro de Investigaciones Sociológicas realizó hace un par de años en un estudio sobre las representaciones que tenía la ciudadanía de la clase política en Valencia, cuando arreciaba el caso Camps.
Además del cinismo moral que implícitamente contiene la estrategia de Rajoy, creo que es un error por:
a) La recuperación de la moralidad no es fácil. Al tirarla por la borda, se genera un problema de cara al futuro. Sólo habría que fijarse en lo que le está costando al PSOE salir de Filesa y Roldán. Se trata de un peso negativo por, al menos, una generación. Tal vez con ella ha liquidado una generación de dirigentes del PP, la suya y, por lo tanto, incluye el suicidio político.
b) Hace un siglo, en una crisis no tan distinta de la nuestra, el sociólogo francés Durkheim decía: lo fundamental no es el estado de nuestra economía sino el estado de nuestra moralidad. En la segunda, se juega la cohesión de la sociedad y, en definitiva, esa reflexividad por la que los individuos pueden considerarse ciudadanos de una sociedad.
c) Generalizar las justificaciones de nuestros deslices es un error metodológico, pues es generalizar los discursos de quienes están previamente a nuestro favor. Se trata de autojustificaciones que, además, se volverán en contra cuando estos sectores se sientan directamente perjudicados por la situación económica. Ya no es: "Se lo llevan, pero algo nos queda"; sino: "se lo llevan, nos lo quitan". Es decir, por un lado, son solo parte de la sociedad -nuestra parte- que, golpeados por una u otra razón por la crisis, dejan de ser una proporción mayoritaria de la sociedad. Por otro lado, no es igual el peso de las faltas morales en épocas de bonanza, donde apenas se perciben las víctimas, que en épocas de crisis económica, con una tendencia generalizada a la victimización, lo que incluye ser víctima de las faltas morales de quienes se exige comportamiento ejemplar.
d) Confunde las preocupaciones de los ciudadanos -más acuciantes son las económicas- con los criterios por los que los ciudadanos evalúan a los políticos. Por mucho que el eslogan sea decir que el Gobierno está centrado en lo que "verdaderamente" preocupe a los ciudadanos, no quiere decir que estos valoren la acción política por la preocupación gubernamental sobre la preocupación ciudadana. Hay que tener en cuenta que a la marcha de la economía se le atribuye una autonomía de la política. Lo que no ocurre con la moralidad de la sociedad, vista en gran medida como responsabilidad de la acción política.
e) La relación entre percepción de directos perjudicados por las decisiones presentadas como medidas contra la situación de crisis económica (recortes salariales, recortes en sanidad, recortes educativos, subida de impuestos, pérdida de derechos laborales, etc.) y percepción de beneficiado de la salida de la crisis es asimétrica. El empresario que acceda al crédito, el parado que obtenga un empleo o el trabajador que consiga un aumento salarial lo atribuirá más fácilmente a sus competencias o la acción de quien directamente ha tomado las decisiones -responsable de la entidad financiera, empleador o gestor empresarial respectivamente- que a decisiones políticas. Solo algunas medidas, como el descenso de los impuestos directos, podrían ser vistas como beneficios derivados inmediatamente de decisiones políticas.
Tirando la moralidad por la borda, Rajoy ha emprendido el camino de su despedida.