Bajo recuerdo de voto al PP en el País Vasco
¿Es el País Vasco una excepción política o una excepción en las estimaciones de voto? La respuesta tal vez tenga que comprender ambas dimensiones, pues están entrecruzadas. Aquí, me centro en los potenciales fundamentos de la estimación de voto para el próximo domingo.
Mientras que el conjunto de las encuestas -Metroscopia incluida (El País, 28 de julio)- vienen dando el desplome del PP en el conjunto del país, resulta relativamente raro observar tal proyección en las elecciones del próximo 21 de octubre en el País Vasco; mientras que, por comparación, se muestra la fuerte caída del Partido Socialista de Euskadi (PSE). Véase, por ejemplo y entre las más recientes, las estimaciones que publica el pasado domingo El Mundo, realizadas por Sigma-Dos.
¿Es el País Vasco una excepción política o una excepción en las estimaciones de voto? La respuesta tal vez tenga que comprender ambas dimensiones, pues están entrecruzadas. Aquí, me centro en los potenciales fundamentos de la estimación de voto para el próximo domingo.
En primer lugar, hay que reconocer que si el arte de la estimación de voto nunca es fácil, teniendo mucho de conocimiento del campo y de intuición sociológica, en el caso de las elecciones vascas, los problemas crecen. Por diversas razones: el continuo cambio de siglas y alianzas en la izquierda abertzale, que hace difícil su reconocimiento por parte de los encuestados; o el hecho de que tales fuerzas no se hayan podido presentar en convocatorias recientes -autonómicas de 2009- o con otras alianzas y nombre en las generales de 2012; como una historia reciente en la que la declaración pública de la identidad política podía percibirse como un acto arriesgado. Teniendo en cuenta que uno de los ingredientes principales para hacer la estimación es el recuerdo de voto manifestado por los encuestados, las dificultades crecen, o, siendo más optimista, los requerimientos para que la imaginación sociológica introduzca otras variables aumentan. Así queda a los criterios profesionales, que la realidad se encargará de reforzar o debilitar.
Ciñéndonos a las estimaciones de mayor prestigio, como las publicadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas, llama la atención la relativamente escasa proporción de encuestados que dicen haber votado al PP en las elecciones pasadas. De manera especial, en las más recientes y, por lo tanto, en las que cabe suponer que el recuerdo está más próximo, como son las pasadas Elecciones Generales de noviembre de 2011. Por ejemplo, nos encontramos que, según el análisis de los microdatos ofrecidos por el propio CIS, el porcentaje de votantes del PP en tales elecciones en Araba fue del 7,3%, cuando en el escrutinio real obtuvo el 18,9% de apoyo del total del cuerpo electoral. Algo parecido pasa en Bizkaia, donde la comparación está entre un 5% (encuesta) y un 12,4% (real, entre todos los votantes) y en menor grado, dado el menor apoyo que tiene este partido, en Gizpuzkoa: 3,6% frente a 5,8%.
Como no es cuestión de seguir mareando al lector con cifras, tales datos apuntan a tres potenciales interpretaciones principales: a) una subrepresentación de votantes del PP en la muestra de la encuesta; b) una ocultación de la identidad de votante del PP, que puede proyectarse tanto en la declaración del recuerdo de voto, como en la de declaración de intención de voto en las próximas elecciones; c) un desapego hacia este partido por sus anteriores votantes, que no desean ser reconocidos como tales. Claro que hay más explicaciones. Se dejan a un lado explicaciones que tendrían que ver con la forma de trabajar la memoria, dado que, como hemos dicho, tratándose de unas elecciones realizadas apenas hace un año, la suposición de fallos en la memoria tiene poco peso.
Es más que posible que las tres explicaciones dadas tengan su cuota de realidad y, lo que hace más interesante el análisis, se encuentran entrelazadas. La primera (a) es una constante en las encuestas políticas españolas y, podría decirse con mínimas excepciones, europeas: cierta subrepresentación del recuerdo de voto a las opciones conservadoras. No obstante, en esta encuesta adquiere notables dimensiones. La segunda (b) puede arrastrar la difícil existencia que ha tenido en este territorio el votante del PP durante muchos años. A pesar del fin de la violencia, es comprensible que todavía se tengan reservas a una declaración de identidad de este tipo ante un entrevistador al que se desconoce. La tercera (c) indicaría un arrepentimiento del anterior voto y, de cara a la estimación de voto, tendría muy distinta aplicación a las anteriores.
¿Qué consecuencias puede tener sobre la estimación? Si se toma el recuerdo de voto en las elecciones anteriores como uno de los instrumentos para tal estimación, sobre todo a partir de una ponderación de los resultados de la encuesta sobre la intención de voto en función de la relación entre tal recuerdo manifestado y voto realmente producido en tales elecciones anteriores (apoyándose en la explicación "a"), se puede llegar a una notable adjudicación de voto al PP. El domingo veremos la solución en algo que nunca falla, como son las propias elecciones de los ciudadanos.