Por qué te queremos tanto, Meneses
Por esta anécdota, esta foto y esta historia queremos tanto a Meneses. Por ella y por cincuenta mil más que vivió, generó, explicó y compartió con toda una generación de jóvenes periodistas que, simplemente, necesitábamos un maestro que él siempre se negó a ser, seguramente, porque siempre quiso seguir aprendiendo.
La anécdota es larga. Ocurre en Febrero de 2010. El lugar no tiene desperdicio. Es el 'sancta sanctorum' de un diario que ha navegado por tres siglos. Es la Biblioteca del ABC. Para el que no conozca el lugar, tiene un patio sevillano exterior, un vestíbulo imponente con cuadros con las portadas más importantes del diario, que son historia; y la Biblioteca en sí misma, con toda la colección debidamente encuadernada y distribuida en torno a una espléndida sucesión de estanterías de madera noble flanqueadas por los cuadros de todos los directores que del diario han sido. Al fondo, una escalinata con una tribuna sirve para presidir los acontecimientos que en este lugar ocurren.
Enrique Meneses, presentado por los miembros de 1001 Medios, pronuncia una conferencia a los alumnos del Máster de Periodismo de ABC. También participa Borja Bergareche, subdirector del diario y responsable de ABC.es y actual subdirector y corresponsal en Londres. Bergareche explica en su intervención la profunda remodelación que está sufriendo el diario. Cuenta que para promover los mejores valores periodísticos han buceado en las páginas acumuladas durante años para detectar las mejores historias, las que han hecho de ABC un gran diario que explica la sociedad de su tiempo.
Tiene un ejemplo. Es la fotografía de la boda de los actuales Reyes de España. La fotografía fue portada de ABC, a toda página, como acostumbraba, y muestra desde una visión cenital a los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía agachando sus cabezas frente a Don Juan y su esposa. La fotografía es toda una metáfora, explica, de la sucesión de los derechos reales monárquicos en España. Y la publicación de la fotografía en portada de ABC, cuando el dictador Franco era mucho Franco, era toda una declaración de hostilidad del diario frente al régimen y un guiño a toda una sociedad hacia un futuro monárquico en democracia.
Todo lo que explicó Borja Bergareche era cierto, salvo, quiero recordar, la iglesia donde se tomó la foto. Fue justo en ese momento cuando Enrique Meneses, sentado junto al joven periodista Borja Bergareche, le interrumpió y le rectificó. Borja Bergareche se quedó callado, mirándole fijamente. Enrique Meneses explicó por qué le había interrumpido: "Esa foto la hice yo".
Así es Meneses. Cien por cien Meneses. Así era Meneses. Mil por mil Meneses. La fotografía la había tomado él. Estaba ahí.
Por esta anécdota, esta foto y esta historia queremos tanto a Meneses. Por ella y por cincuenta mil más que vivió, generó, explicó y compartió con toda una generación de jóvenes periodistas que, simplemente, necesitábamos un maestro que él siempre se negó a ser, seguramente, porque siempre quiso seguir aprendiendo.
Enrique Meneses era la persona cuyo problema era elegir entre las diez soluciones que se le ocurrían para solucionarlo.
Enrique es también el primer periodista que resolvió hace medio siglo todo el debate sobre el periodismo multimedia. Él escribía, fotografiaba, locutaba y grababa para televisión sus reportajes sin perder nunca la mirada en la noticia que había que contar. Por eso le resultó infinitamente sencillo abrazar la revolución digital sin perder un solo minuto del tiempo que ya percibía escaso en su existencia en los mil y un debates estériles que se han generado. Y nos lo explicaba.
Si alguien necesita un ejemplo, os puedo decir que este mes de enero se cumplen diez años de su blog, que atesora más de dos mil artículos, todos ellos brillantes y pendencieros donde sobresalen, quizá, aquellos en los que explica algún conflicto actual desde su experiencia, porque él ya ha vivido, viajado y contado décadas atrás lo que allí pasa.
Enrique Meneses es el ejemplo perfecto para la actual generación de periodistas, o de cualquiera que busque un futuro. De una persona que dice que "solo triunfa el que hace lo que quiere" solo se pueden esperar toneladas de esfuerzos salpimentados con genialidad. Monumento al optimismo y la perseverancia, le queríamos tanto porque en su existencia nunca, lo que se dice nunca, hubo lugar para el desaliento y, mucho menos, la queja pasiva.
Me ocurrió personalmente una vez que, abatido y tristón por una serie de contratiempos laborales, fui a visitarle a La Paz, donde estaba ingresado para una de sus necesarias revisiones médicas. Como siempre, me escuchó con paciencia infinita el tostón que le solté. Ni se inmutó. Sonrió de forma amorosa y penetrándome con su mirada me susurró, despacio, muy despacio, como para sentirse seguro de que yo iba a entender su mensaje: "En mis 60 años de profesión periodística no recuerdo haber ido a una rueda de prensa en toda mi vida".
Encajé el golpe cual fajador nato de un cuadrilátero y traté de amagar una respuesta con la siguiente frase: "Enrique, te he traído El País, que supongo que te apetecera leer aquí en el hospital". Mi derrota, era ya un hecho. Enrique, triunfal y con su mejor sonrisa de despiporre, se levantó la sábana que le cubría y, entre sus piernas tenía, si mal no recuerdo, un portátil abierto conectado a internet, dos cámaras de fotos y tres o cuatro periódicos. Una vez más, Meneses había llegado antes que cualquiera de todos nosotros.
De esta pasión, de la aventura Meneses, queda para la historia un legado completo que pronto será público articulado en torno a la Fundación Meneses, que aglutina sus fotografías, sus contactos y sus negativos. También estará su extenso fondo bibliográfico de libros y revistas y, por ejemplo, tesoros periodísticos como todas sus acreditaciones como Prensa internacional en las guerras y conflictos de medio siglo.
Queda también, es justo y honorable decirlo, una persona y un periodista que nos ha servido de guía a toda una generación que hemos echado los dientes entre la tinta y los tuits que ahora nos sentimos obligados a estar a la altura del Maestro. Un tipo que podía contar, por terminar, que estando en Sierra Maestra cuando Fidel Castro hacía la revolución cubana, le apareció el Ché Guevara. Resulta que el cuartel general de Fidel tenía cuatro cabañas, bohíos los llamaban. Uno para dormir, otro para el polvorín y otro para comer y reunirse. Como el cuarto estaba vacío porque no había con qué llenarlo, el Che Guevara decidió ponerle un cartel: "Club Internacional de Prensa". Porque, como siempre, Meneses estaba ahí.
Gracias por todo, compañero del alma, compañero.