La educación nos hace poderosas
En la UE estudian 121,6 mujeres por cada 100 hombres, pero la tasa de empleo, lejos de reflejar esta realidad en las aulas, nos muestra una bien distinta: 69,9% de los hombres tienen empleo frente al 58,5% de las mujeres; el 32% de las mujeres tienen trabajos a tiempo parcial frente al 8,4% de los hombres.
En la Unión Europea estudian 121,6 mujeres por cada 100 hombres, pero la tasa de empleo, lejos de reflejar esta realidad en las aulas, nos muestra una bien distinta: 69,9% de los hombres tienen empleo frente al 58,5% de las mujeres.
Si acercamos la lupa, la tendencia es aún más preocupante: el 32% de las mujeres en la UE tienen trabajos a tiempo parcial frente al 8,4% de los hombres.
Cifras que se traducen en menores salarios, pensiones más bajas y menos oportunidades para ascender, pero también se trata de infrautilización del capital humano y, en consecuencia, de menor crecimiento económico y prosperidad. Cifras que evidencian el fracaso de la UE en su objetivo de avanzar en las políticas de igualdad y en el empoderamiento de las mujeres, en Europa y, también, en el resto del mundo.
A pesar del desfase que sigue existiendo entre las mujeres con formación académica y su empleabilidad, una de las raíces más profundas de la igualdad sigue siendo la educación, y en ese camino debemos perseverar.
Por eso este año el Parlamento Europeo ha elegido como lema Todas las mujeres y las niñas tienen derecho a la educación. Vivan donde vivan, porque la educación sigue siendo el principal instrumento de empoderamiento.
La nueva Comisión Europea debe emplearse a fondo en esta tarea y el Parlamento Europeo tiene que estar vigilante para garantizar que se incluya la dimensión de género en todas las políticas, no sólo dentro de la UE, sino también más allá de sus fronteras, especialmente en el ámbito de la cooperación al desarrollo.
No podemos estar satisfechas ni satisfechos mientras millones de mujeres son víctimas de la desigualdad durante toda su vida, desde que nacen hasta su último día.
No estamos satisfechas porque la brecha salarial supera el 16% y, de seguir este ritmo, la Comisión Europea estima que se tardará más de 70 años en equiparar salarios; porque las pensiones de las mujeres son un 39% más bajas que las de los hombres; porque las mujeres representan solo el 27% del cuerpo ministerial de los gobiernos y se tardará más de 20 años en lograr gobiernos paritarios; porque las mujeres siguen dedicando 17 horas semanales más que sus compañeros al cuidado de otras personas y del hogar, porque el 33% de las mujeres europeas ha sufrido violencia física y/o sexual y una de cada cinco ha sido violada.
La crisis ha servido de coartada a muchos gobiernos para llevarse por delante servicios públicos y sociales, para acometer una reforma laboral, como la española, que ha perjudicado sobre todo a las mujeres, incluso para intentar cercenar nuestra libertad a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Tenemos muchos motivos para no estar satisfechas, los mismos que para seguir dando la batalla de la igualdad y de la dignidad humana.