El 'guanxi' de los Pujol y las fortunas guineanas
Si ciertas informaciones que hablan de miles de millones amasados por el clan Pujol resultaran ser ciertas hablar de guanxi dejaría de ser pertinente, y los Pujol se emparentarían no ya con los Obiang.
Hace ya bastantes años era habitual escuchar chistecitos en los despachos de arquitectura de Barcelona sobre la eficacia de una de las hijas de Pujol para obtener encargos de la Generalitat. Sin dudar de la competencia profesional de la susodicha, parece que cuando se derogó el sistema de adjudicación directa por otro que obliga a la Administración a convocar un concurso público el despacho de la hija del molt honorable siguió contratando con la Generalitat, pero menos.
Es improbable que en el caso que acabo de referir haya nada que pueda interesar a un fiscal anticorrupción, más allá de cierto nepotismo muy habitual y hasta tolerado socialmente. Imagine el lector que tiene que hacer unas reformas en casa y que su cuñado es arquitecto. Normalmente usted descolgará su teléfono y marcará su número, a no ser que le molestaran los chascarrillos del cuñado en la última cena de navidad o algo por el estilo. Pero todos entendemos que si usted fuera consigliere, perdón, conseller y se tratara de rehacer los lavabos de la Conselleria, la cuestión es algo más peliaguda, pero me atrevo a aventurar que las probabilidades de que se haga exactamente el mismo gesto son considerables.
El enchufismo es una práctica bastante universal. Existe hasta en Suiza, donde lo llaman Vitamin B (B por Beziehung, que podemos traducir como relaciones), y en un país como Guinea Ecuatorial -quizás no sea casual que sea excolonia española- el fenómeno adquiere tales dimensiones que cierto clan explota el territorio como si fuera un lucrativo monopolio. Entre los grandes países China es posiblemente donde el guanxi, como allí llaman al asunto, adquiere unos tintes más próximos a la corrupción, tanto es así que alguien con buen guanxi puede escapar fácilmente al servicio militar obligatorio, o mucho más. El caso del hijo del político Ling Jihua, cuyo hijo murió en un accidente de su Ferrari en el que iba acompañado de dos chicas fue de los raros en saltar a los medios, y al parecer al hijo de Ling la gente le daba dinero incluso aunque no lo pidiera.
Creo que cuando se trata de países extranjeros ligeramente tercermundistas el aspecto caricatural de estos asuntos nos resulta más evidente, lo que quizás sea una forma solapada de racismo. La verdad es que la diferencia entre el caso Ling y el caso Urdangarin es muy tenue, y reside en que a diferencia de Ling Guo el marido de la infanta tenía que pedir el dinero que a continuación ciertas Administraciones públicas le cedían gustosamente. Un inciso: creo que institucionalizar el guanxi como forma de decidir quién ejerce la Jefatura de Estado en un país dado al mismo de forma espontánea es posiblemente honesto, pero no marca un buen ejemplo que digamos.
Cabe resaltar que Urdangarin vivía en Barcelona pero hizo casi todos sus negocios en Valencia y en Palma. Algunos catalanes han querido ver en ello un síntoma de aquello que cierta prensa llamaba el oasis catalán (es decir, una excepción en el desierto de la corrupción española). La misma prensa, por cierto, que cuando salieron las primeras informaciones sobre las cuentas de los Pujol hablaron de kompromat (es decir, de un montaje de la policía para fabricar material comprometido).
La reciente y sensacional confesión de Pujol de que tiene cuentas sin declarar en el extranjero (después de haberlo negado ad nauseam) desecha de cuajo tanto la teoría del kompromat como la del oasis catalán, que se ha secado definitivamente. Las explicaciones de Pujol de que ese dinero se corresponde a una herencia que jamás tuvo tiempo de regularizar son un insulto a la inteligencia de los catalanes. Pujol lleva once años jubilado y de ser cierto lo que dice (ciertas declaraciones de su cuñado lo contradicen: en el mejor de los casos Pujol le habría robado solamente a su familia) la infame amnistía fiscal de Montoro le hubiera permitido regularizar su herencia sin apenas coste.
Si los negocios del clan Borbón fueron tan infructuosos en Barcelona es porque al parecer el clan Pujol apenas dejaba espacio para nadie más. Y por cierto, si ciertas informaciones que hablan de miles de millones amasados por el clan resultaran ser ciertas hablar de guanxi dejaría de ser pertinente, y los Pujol se emparentarían no ya con los Borbón, sino con los Obiang.