La quiebra del "pensamiento único" (y el papel de los medios en la crisis)
Carlos Marx decía hace 150 años que las élites acaban convirtiéndose en "brujos impotentes incapaces de dominar los espíritus subterráneos que conjuran". La utopía neoliberal del pensamiento único era uno de esos espíritus. Parecía que sabían donde querían llevarnos. Es mentira, no lo saben.
El llamado Consenso de Washington, el que sintetizaba los principios económicos neoliberales que uniformaron el mundo desde finales de los 80, el que alimentó el pensamiento único dominante, está en quiebra. Pero, desgraciadamente, no lo está por el resurgir de una alternativa ideológica a la izquierda sino por su fracaso práctico para encontrar una salida coherente a la crisis, por su incapacidad de coordinar un mundo económico crecientemente tensionado por la renacionalización de las miradas.
Aparentemente nadie discute hoy los principios neoliberales, pero al entrar en los ritmos, las prioridades, los matices... se evidencia la fragilidad del andamiaje. Mientras unos santifican el equilibrio fiscal -paradójicamente, los débiles, los países latinos, España entre ellos- otros se lo saltan -los anglosajones, EE UU y Reino Unido-. Mientras Europa debilita lo público, Corea, China, Brasil y el resto de emergentes se basan en su impulso. Ni el FMI ni el Banco Mundial dicen ya lo mismo ni tienen el ascendente que tenían. No hay una mirada común ni coordinación de políticas, como mucho se debate sobre "mutualización del riesgo". Se asume que son los ciudadanos de cada país los que deben pagar el despilfarro financiero, pero no de qué modo esa "socialización de costes" debe ser asumida por los ciudadanos de otros países: cuánto deben aportar EE UU, China y los países emergentes al saneamiento de Europa y cuánto debe aportar cada país europeo al saneamiento de las periferias, siendo los acreedores bancos franceses y alemanes.
Mientras esto se cuece entre bambalinas, la dispersión de los relatos sobre los culpables de la crisis y la incapacidad para consensuar soluciones deriva hacia una crisis de confianza que está sedimentando rápidamente en las opiniones públicas.
¿Que papel tuvieron los medios de comunicación en la universalizacion del pensamiento único? ¿Y en su decadencia? ¿Son solo testigos privilegiados o agentes activos decisivos? ¿Han sido decisivos, también en este caso, como los "fabricantes de consensos" que denunciara Noam Chomsky?
Un pensamiento único inconcebible sin la actuación de los medios digitales globales
En la extension de los disensos nacionales, lo mismo que entonces en la fabricación y masificación de los consensos, han tenido mucho que ver los medios de comunicación. La conversión de aquel paradigma elitista en pensamiento único necesitó de la existencia de medios que universalizasen los mensajes día a día, llevándolos a millones de ejecutivos y a miles de gobernantes.
El apoyo de las versiones digitales de los grandes diarios anglosajones fue decisivo para construir el gran marco global que definía los nuevos consensos sociales (perdón, antisociales). El Financial Times, con un 73% de audiencia fuera de sus fronteras, el Wall Street Journal, con su preponderancia religiosa en tanto que biblia de los financieros, junto a los The Economist o Washington Post... asumieron un papel esencial: seducir, captar, cohesionar la capa dirigente global constituida por los millones de primeros ejecutivos de las grandes compañías, junto a las élites politicas nacionales.
En su condición de medios de referencia global definían de lo que se hablaba cada día en el mundo, una agenda diaria seguida, sin apenas matices, por los medios nacionales de todos los países, conectados a su vez a las élites y los grupos de presión local.
De las subprime a la deuda soberana, de la banca a los Estados
Todo parecía ahormado hasta que una crisis generada precisamente en EE UU, el centro financiero del mundo, hizo saltar por los aires ese consenso que identificábamos como pensamiento único. Desde ese instante, se hizo indispensable desplazar el foco de atención (y el pánico social) fuera de los países anglosajones y, en esa coyuntura, sus medios se resituaron hacia lo que convenía a los intereses nacionales. Del pensamiento único se pasó a la dispersión de diagnósticos y culpas, de culpabilizar a la banca a trasladar el peso a los estados y a los ciudadanos.
El desplazamiento de los focos informativos desde EE UU a los países centrales europeos y desde estos a la periferia territorial, se mostró decisivo para desplazar la mirada de los mercados desde las subprime a la deuda soberana. El acrónimo PIGS es relanzado en 2008 por Newsweek, Wall Street Journal y Financial Times, precisamente cuando se pretende sacar de foco, como causa de la crisis, a los productos tóxicos emitidos desde EE UU y comercializados por los bancos de Alemania, Holanda e Inglaterra, en donde permanecen en sus balances. El uso del acrónimo se multiplica por tres entre 2008 y 2010 y desborda la red hasta provocar, en 2010, 1,2 millones de nuevas entradas en Google y acabar adobando de desprecio las debilidades reales o ficticias de las economías periféricas en un juego de profecías autocumplidas.
Los tópicos económicos prenden en las masas y en los inversores por igual. De un lado, se acaban convirtiendo en bandera para el ascenso de la extrema derecha en Holanda, Noruega, Dinamarca o Finlandia donde "los auténticos finlandeses" cuadriplicaron sus votos con el argumento de que "la laboriosidad nórdica no tiene por qué pagar la vida ociosa bajo los olivos de los inoperantes países del sur". Tambien los inversores asumen los tópicos: en abril de 2010, (20 días antes del viraje de Zapatero hacia la ortodoxia), un destacado analista israelí con presencia en medios importantes y representante de un potente fondo de inversión afirmaba que "Grecia es un país de cabreros, los españoles son unos vagos que se echan la siesta, Portugal está lleno de gente falta de educación y en Irlanda son unos borrachos".
La renacionalzacion de los consensos
Los prejuicios se retroalimentan. Las encuestas acentúan y recogen los movimientos de las opiniones públicas nacionales. En Inglaterra, la prensa de Murdoch exacerba la ideología populista antieuropea, los medios franceses coquetean con la germanofobia al presentar a Merkel "como Bismarck" y a Alemania rehuyendo su deber europeo, mientras, para los alemanes, la canciller es la única que lleva la batuta de Europa y Alemania es el único país capaz de decidir lo que nos conviene. En los países del sur, sobre todo mientras estaban gobernados por socialistas (Grecia, Portugal, España), los medios locales conservadores exacerbaron su dependencia ideológica de las biblias anglosajonas liberales, lo que les legitimaba para fomentar la crispación interna hasta cortejar la hecatombe. Pero, al comprobar que las victorias conservadoras no devolvían la confianza de los mercados, giran pronto contra la insensibilidad y el rigorismo alemán.
El círculo vicioso del nacionalismo confirma la incapacidad del sistema para mirar por encima de lo inmediato. Precisamente un alemán decía hace 150 años que las élites acaban convirtiéndose en "brujos impotentes incapaces de dominar los espíritus subterráneos que conjuran". Se llamaba Carlos Marx. La utopía neoliberal del pensamiento único era uno de esos espíritus. Parecía que sabían donde querían llevarnos. Es mentira, no lo saben, solo salir del paso presionados por los problemas que más aprietan, por los poderosos que más intimidan.