Los autócratas han vuelto. ¿Estados Unidos elegirá a uno como presidente?

Los autócratas han vuelto. ¿Estados Unidos elegirá a uno como presidente?

Al electorado no le gustan las opciones que tiene para estas elecciones; de hecho, Trump y Clinton son dos de los candidatos menos populares que se enfrentan en unas elecciones de los últimos años. La corrosiva atmósfera política favorece la ira sobre el atractivo de la experiencia; en otras palabras, favorece a Trump sobre Clinton.

PETRAS MALUKAS/AFP/GETTY IMAGES

NUEVA YORK - Normalmente, los debates presidenciales no deciden el resultado de las elecciones. Pero Donald Trump lleva desmontando el pensamiento convencional desde el primer momento, y el debate en la Hofstra University no será una excepción.

Este debate es importante. Como diría Trump, es "enorme". El evento, que dará comienzo hoy mismo a las 9 de la noche (hora de la costa este de Estados Unidos) y durará 90 minutos, supone un momento crucial en la carrera presidencial y se estima que va a tener una audiencia de 100 millones de personas.

Será mucho más que un debate: será la prueba definitiva de si Estados Unidos puede seguir siendo, como dijo Abraham Lincoln, "la última esperanza de la Tierra". Lo que, a su vez, hace que sean unos 90 minutos importantes para el mundo entero.

A los estadounidenses les gusta creer -y tienen motivos para creer- que son una fuerza de libertad y dignidad. Piensan que inventaron los conceptos modernos de los derechos humanos, la autodeterminación y el gobierno representativo en el siglo XVIII; que le ganaron la batalla al totalitarismo en la Segunda Guerra Mundial y en la guerra fría en el XX; que ellos, junto a otros, han intentado extender un capitalismo democrático y humano en el siglo XXI.

Entonces, ¿qué tiene que interpretar el mundo de que "la última esperanza del planeta" se sienta tentada -pero que muy tentada- a cambiar su destino por un promotor inmobiliario (y estrella televisiva) superficial y de ética cuestionable?

Tenemos a un hombre orgulloso de su ignorancia, repelente a la verdad, carente de experiencia de gobierno, cínico con respecto a la ley, que desprecia a los que llevan años siendo aliados en la OTAN y en el este de Asia, que admira a los dictadores del mundo, que tiende a hacer comentarios racistas, que se ha aliado con grupos ultraconservadores y que es tan belicoso como un boxeador callejero.

Después de haber vencido al totalitarismo y al comunismo, ¿Estados Unidos validará a un culto personalista, racista y xenófobo motivado por la fama y los medios de comunicación?

¿Tendremos a un autócrata gobernando Estados Unidos?

Al fin y al cabo, es una tendencia mundial, empezando por líderes como Vladimir Putin en Rusia, Xi Jinping en China, Narendra Modi en India y otras figuras dictatoriales menos importantes como la de Kim Jong-un en Corea del Norte, Rodrigo Duterte en Filipinas y Nicolás Maduro en Venezuela.

¿Cómo hemos llegado a este punto en el que un autócrata tiene la oportunidad de llegar a la presidencia?

¿En qué se ha convertido la reñida carrera con la candidata demócrata a la presidencia, Hillary Clinton? La misma característica que hacía que Trump resultara atractivo a los agitados y recelosos republicanos es ahora un lastre para él: su incansable disposición para desatar la fobia racial y étnica que fluye como un río envenenado por el paisaje estadounidense.

Este debate es la última -y la mejor- oportunidad que tiene Trump para alterar la imagen que tiene de él el 10% de los votantes que se declaran indecisos.

No es imposible.

Trump es astuto y sabe adaptarse -domina el arte de utilizar los medios para vender su "marca", que es él mismo- y es capaz de actuar con actitud "presidencial". Hay tan pocas expectativas puestas en Trump que si mantiene la calma, suena razonable y demuestra aunque sea un conocimiento superficial de los problemas actuales, será declarado ganador por esos medios de comunicación que ven la carrera presidencial como una carrera de caballos.

Si Trump se comporta mal a propósito, si pierde la calma o se pasa con los ataques a Clinton (la primera mujer en optar a la presidencia), si miente de una manera más descarada de lo normal o si demuestra una falta de conocimiento particularmente abyecta, cabría pensar que sus posibilidades de ser elegido como presidente disminuirán.

Quedan dos debates más aparte del de hoy, pero el interés, la audiencia y el impacto tienden a atenuarse después del primero.

¿Cómo hemos llegado a este punto en el que un autócrata tiene la oportunidad de llegar a la presidencia?

Los votantes estadounidenses están de un humor particularmente gris: dos tercios de la población de Estados Unidos creen que el país va "en la dirección equivocada".

Y no es de extrañar. Durante los últimos dos años, de forma paralela a la campaña presidencial, los medios de comunicación estadounidenses no han parado de dar noticias sobre muertes masivas y división social: atentados terroristas inspirados por ISIS, policías que disparan a afroamericanos desarmados, manifestaciones bajo el lema "Black Lives Matter" [Las vidas de los negros importan] de costa a costa.

La desigualdad económica ha empeorado. Y Trump ha generado resentimiento al proponer un impuesto que concedería aún más ventajas fiscales a los estadounidenses más ricos.

Al electorado no le gustan las opciones que tiene para estas elecciones; de hecho, Trump y Clinton son dos de los candidatos menos populares que se enfrentan en unas elecciones de los últimos años. La corrosiva atmósfera política favorece la ira sobre el atractivo de la experiencia; en otras palabras, favorece a Trump sobre Clinton.

El mantra de Trump de "America First" [Estados Unidos primero] resulta muy atractivo en un país en el que están en auge la animadversión hacia los otros y el menosprecio hacia el resto del mundo (hacia los inmigrantes, hacia los competidores económicos, hacia la idea de "la construcción de la nación").

Los partidos también están aún más divididos en términos demográficos. Los simpatizantes de Trump son mayoritariamente varones y blancos, en un país en el que el 70% del electorado es de raza caucásica. Clinton cuenta con un apoyo de más del 95% de los estadounidenses de raza negra y con más de un 80% de los latinos, además del firme respaldo de los estadounidenses cultos.

Los analistas dudan de si Trump es capaz de reunir la organización práctica para producir un "voto blanco" lo suficientemente masivo como para ganar. Por el contrario, los analistas se preguntan si Clinton es capaz de generar el entusiasmo suficiente entre los jóvenes votantes.

En cualquier caso, para el partido que lleva dos legislaturas al mando de la Casa Blanca es difícil ganar unas terceras elecciones consecutivas. Esto solo ha pasado una vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1988, cuando el vicepresidente George H. W. Bush sucedió a Ronald Reagan tras vencer al demócrata Mike Dukakis.

La semana pasada, Bush padre anunció que iba a votar a Clinton. El momento cumbre del expresidente se dio cuando reunió a una coalición internacional para echar de Kuwait al líder iraquí Saddam Hussein; y luego resistió la tentación de invadir Irak y acabar con él.

En otras palabras, Bush no tiene ningún interés en convertirse en un autócrata para destituir a otro.

Nota del editor: Donald Trump a menudo incita a la violencia, es un mentiroso compulsivo, un xenófobo, un racista, un misógino y un agresivo que ha prometido en repetidas ocasiones que prohibirá la entrada a todos los musulmanes -1.600 millones de personas pertenecientes a una misma religión- a Estados Unidos.

Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.