Los refugiados y la empatía
Me quedé sin palabras ante la sencillez y la profundidad de lo que decía el Dalai Lama. Estaba muy lejos del don't worry, be happy de la popular canción de Bobby McFerrin. No se trataba de una negación del dolor y del sufrimiento, sino de un cambio de perspectiva, de ver que otras personas también sufren.
En abril de 2015, su santidad el Dalai Lama y el arzobispo Desmond Tutu se reunieron en Dharamsala (India) para hablar sobre la alegría. 'The Book of Joy' [El libro de la alegría] ya está a la venta y relata esta conversación que duró una semana. Para más información visita bookofjoy.org o busca el hashtag #sharethejoy en las redes sociales.
"Muchos de nosotros nos hemos convertido en refugiados", trató de explicar el Dalai Lama. "Hay muchas dificultades en mi país. Cuando sólo me fijo en eso, me preocupo", afirmaba mientras hacía un pequeño círculo con las manos. A continuación, separó las manos y abrió el círculo. "Pero, cuando me fijo en todo el mundo, veo que hay muchos problemas, incluso dentro de la República Popular China. Por ejemplo, la comunidad musulmana hui de China tiene muchos problemas y sufre mucho. Y fuera de China hay muchos más problemas y mucho más sufrimiento. Cuando vemos este tipo de cosas nos damos cuenta de que no sólo sufrimos nosotros, también lo hacen muchos de nuestros hermanos y hermanas. Si vemos un acontecimiento desde una perspectiva más amplia, reduciremos la preocupación y nuestro propio sufrimiento".
Me quedé sin palabras ante la sencillez y la profundidad de lo que decía el Dalai Lama. Estaba muy lejos del don't worry, be happy de la popular canción de Bobby McFerrin. No se trataba de una negación del dolor y del sufrimiento, sino de un cambio de perspectiva -de nosotros mismos hacia los demás, de la angustia hacia la compasión-, de ver que otras personas también sufren. Lo excepcional de las palabras del Dalai Lama es que, cuando reconocemos el sufrimiento de los demás y nos damos cuenta de que no estamos solos, nuestro dolor disminuye.
Muchas veces nos enteramos de que a otra persona le ha pasado algo malo y eso nos hace pensar que nuestra situación es mejor. Pero eso es diferente de lo que estaba haciendo el Dalai Lama. No estaba comparando su situación con la de los demás, lo que hizo fue unir su situación con la de los demás, expandir su identidad y ser consciente de que los tibetanos y él no estaban sufriendo solos. Caer en la cuenta de que todos estamos conectados -ya sea entre budistas tibetanos o musulmanes hui- hace que nazcan la empatía y la compasión.
Me pregunté si la capacidad que tiene el Dalai Lama de cambiar de perspectiva podía tener algo que ver con el dicho "el dolor es inevitable; el sufrimiento es opcional". ¿De verdad es posible experimentar dolor -de una herida o de un exilio- sin sufrir? Existe un sutra, o una lección de Buda, el Sallatha Sutta, que distingue entre los "sentimientos de dolor" y el "sufrimiento que se obtiene como consecuencia de nuestra respuesta" al dolor: "Cuando siente dolor, la persona común sin preparación se apena, llora, se lamenta y queda consternada. Siente dos dolores: uno físico y otro mental. Es como si fueran a disparar a un hombre con una flecha y, justo después, le dispararan con otra para que sintiera el dolor de dos flechas". Parece que el Dalai Lama daba a entender que, al cambiar a una perspectiva más amplia y más compasiva, podemos evitar la preocupación y el sufrimiento de la segunda flecha.
"Y hay otra cosa", continuó el Dalai Lama. "Todos los acontecimientos tienen diferentes aspectos. Por ejemplo, nosotros perdimos nuestro país y nos convertimos en refugiados, pero esa misma experiencia nos proporcionó nuevas oportunidades. Personalmente, yo tuve más oportunidades de reunirme con personas diferentes, con distintos practicantes espirituales como usted o con científicos. Estas oportunidades se presentaron cuando me convertí en refugiado. Si me hubiera quedado en el Potala, en Lhasa, estaría en lo que normalmente se describe como una jaula dorada: el Lama, el sagrado Dalai Lama". Mientras pronunciaba estas palabras, estaba sentado con la postura rígida, como cuando era el enclaustrado jefe espiritual del Reino Prohibido.
"Así que, personalmente, prefiero estas cinco décadas de vida de refugiado. Es mucho más útil, hay muchas más oportunidades de aprender y de vivir la vida. Por eso, si se mira desde una perspectiva, pensaremos 'qué triste' o 'qué mal'. Pero si ese mismo acontecimiento, esa misma tragedia, se mira desde otra perspectiva, vemos que me ha dado nuevas oportunidades. Es maravilloso. Esa es la principal razón por la que no estoy triste ni malhumorado. Hay un dicho tibetano que dice: 'Tu país es ese lugar en el que tienes amigos y tu hogar es ese lugar en el que recibes amor".
Este post fue publicado originalmente en 'The WorldPost' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.