Hacer realidad el sueño de Malala
Este lunes, Malala Yousafzai, de 14 años, que recibió un disparo de los talibanes en la cabeza por querer ir a la escuela, llegó al Reino Unido para recibir tratamiento médico. En Pakistán, como en India, Bangladesh, Afganistán y todo Occidente, la valentía de Malala está inspirando una oleada de repugnancia contra los talibanes.
Este lunes, Malala Yousafzai, de 14 años, que recibió un disparo de los talibanes en la cabeza por querer ir a la escuela, llegó al Reino Unido para recibir tratamiento médico.
Los expertos médicos dicen que a Malala, que ha tenido la suerte de no morir por la bala del asesino, le espera un largo camino hasta la recuperación. Conozco el hospital de Birmingham en el que van a tratar a Malala. He visitado allí a pacientes, médicos y enfermeros en diversas ocasiones, y he sido testigo de su destreza para tratar lesiones causadas por heridas de bala.
Ayer mismo hablé con el Alto Comisario de Pakistán en el Reino Unido, que viajó a Birmingham para recibir a Malala. Le garanticé que la niña y su familia recibirán toda la ayuda que sea necesaria.
En Pakistán, como en India, Bangladesh, Afganistán y todo Occidente, la valentía de Malala está inspirando una oleada de repugnancia contra los talibanes. Se ha convertido en una hermana adoptiva para millones de niños y una hija adoptiva para millones de padres.
Manifestación de apoyo a Malala en Lahore (Pakistán). Foto: ARIF ALI / AFP.
Esta semana, numerosos dirigentes y personalidades van a firmar, junto con miles de jóvenes admiradores, la nueva petición "Yo soy Malala", en www.educationenvoy.org.
La carta, que pienso entregar al presidente paquistaní y al secretario general de la ONU, exige que Malala y todas las niñas tengan garantizado su derecho a la educación.
Si bien los líderes están ofreciendo un apoyo que es muy de agradecer, son los niños y los jóvenes quienes han encabezado las protestas, y con sus manifestaciones masivas esta nueva generación ha hecho más para reafirmar el derecho de todo niño a la educación que los dirigentes que habían prometido asegurarlo.
Detrás de los titulares, las protestas están generando una campaña de jóvenes que ya no están dispuestos a tolerar la brecha entre la promesa de oportunidades para todos y la realidad de que hay millones de niños y niñas que no tienen acceso ni a la educación primaria más básica.
Nuestro mundo actual está dominado por una idea central de progreso, la de que, si una persona joven tiene cualidades y trabaja duro, puede sacar el máximo provecho a su talento. En las últimas décadas, el pilar de la "educación" ha soportado todo el peso de la convicción de que todos los niños tendrán la oportunidad de ascender hasta donde les permita llegar su potencial.
Hemos dado por supuesto que el avance de las oportunidades educativas es inevitable, que año a año, continente a continente, hay un progreso irreversible e inexorable hacia la educación universal.
Sin embargo, las cifras que va a hacer públicas la UNESCO en el nuevo Informe de Seguimiento en el Mundo demuestran que, para 61 millones de niños a los que se niega el derecho a la escuela, las oportunidades a través de la educación siguen siendo una promesa vacía. Millones de niños y niñas, descartados ya a los cinco o seis años, no podrán nunca superar la brecha entre lo que son y lo que podrían llegar a ser.
Su situación revela hasta qué punto el nacimiento y los orígenes de una persona -de dónde viene y quiénes son sus padres- siguen siendo lo que más influye en decidir sus perspectivas, mucho más que el talento o los méritos. En total, 32 millones de niñas como Malala viven excluidas de la escuela, muchas, como ella, discriminadas por su sexo. Millones más reciben una educación inferior a la de los varones.
Cada año, 10 millones de niñas -en su mayoría, más jóvenes que Malala- abandonan la escuela para convertirse en esposas y no regresan nunca. Un número todavía mayor, 15 niños menores de 14 años, que deberían estar en el colegio, están trabajando jornadas completas y, muchas veces, en trabajos peligrosos.
Marcha en solidaridad con Malala en Islamabad (Pakistán). Foto: AAMIR QURESHI/AFP.
El Informe de Seguimiento en el Mundo también destaca el vergonzoso abandono de millones de menores refugiados, niños desplazados que viven en campamentos, tiendas y chabolas, en países con regímenes en descomposición y zonas de conflicto, sin acceso a maestros ni libros escolares.
Cuando deberíamos invertir en educación para remediar la disparidad de oportunidades, seguimos dejando que se excluya a las niñas de la escuela y no protestamos lo suficiente; seguimos tolerando el trabajo infantil y el matrimonio infantil; y, mientras que en Occidente estamos dispuestos a pagar más de 100.000 dólares para escolarizar a nuestros hijos hasta los 16 años, el mundo no invierte más que 400 dólares -250 veces menos- para escolarizar a un niño africano.
Los líderes mundiales hicieron unas promesas históricas reflejadas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Una de las promesas fundamentales fue la de que todos los niños pequeños estarían en la escuela primaria antes de 2015. Cuando faltan solo tres años para esa fecha, y ahora que las ayudas a la educación están disminuyendo, no nos queda más que una oportunidad de dar la vuelta a la situación para cumplir el plazo.
La nueva iniciativa Educación Primero de Naciones Unidas pretende eliminar los obstáculos que impiden que todos los niños reciban una educación de calidad. La idea es hacer que todas las instituciones de la ONU y el Banco Mundial colaboren en abordar las carencias de maestros, aulas y libros y los problemas del trabajo infantil, el matrimonio infantil y la discriminación contra las niñas, que son los principales obstáculos que impiden cumplir las promesas.
En los próximos meses, cada país necesitado elaborará un plan nacional de educación universal, con sus necesidades exactas de profesores, aulas y dinero. Después, el próximo mes de abril, en una cumbre conjunta de Gobiernos nacionales, el Banco Mundial y los organismos de la ONU, se firmarán nuevos acuerdos sobre unos objetivos concretos, con calendarios concretos y presupuestos concretos.
Hay que emplear mejor los recursos, coordinarlos y apoyarlos con ayudas del sector privado y los voluntarios. Me gustaría instar a las zonas más ricas del mundo a que hagan más por ayudar a garantizar que niños como Malala tengan las mejores oportundiades de recibir una buena educación.
La educación es lo único que puede romper el ciclo de la pobreza de una persona y un país, y siempre he dicho que existen razones económicas y morales por las que deberíamos aportar más de 25 céntimos a la semana para educar a los niños y niñas más pobres en los países más pobres del mundo. Además, invertir en la escolarización también se justifica por motivos de seguridad. La educación en escuelas que no estén sujetas a dogmas extremistas es el mejor antídoto contra las doctrinas del odio con las que los talibanes hacen proselitismo entre los jóvenes del mundo.
La situación de Malala ha desencadenado una oleada de apoyos sin precedentes. Ahora todos debemos hacer que esos apoyos sirvan para algo y hacer realidad la causa por la que ella luchaba: su sueño de que haya educación para todos los niños.
Gordon Brown es el enviado especial de la ONU para la Educación en el Mundo y el próximo mes visitará Pakistán. La petición que presentará al presidente Zardari y a Ban Ki-moon, en la que se exige justicia para Malala y educación para todas las niñas, puede firmarse en www.educationenvoy.org y iammalala.org.