Von der Leyen, el rostro de Europa
La alemana, presidenta inesperada de la Comisión, ha pilotado con pulso dos crisis insólitas: el covid y la guerra de Ucrania. A base de personalismo y acciones, se ha convertido en la cara reconocible de Bruselas. La primera mandataria quiere repetir.
El secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, en los años 70 del pasado siglo, solía burlarse de la construcción comunitaria diciendo que no sabía a quién llamar en Europa cuando quería hablar con Europa. Las dudas habían quedado atrás con los años y la consolidación de las instituciones pero ha sido Ursula von der Leyen, la actual presidenta de la Comisión, la que se ha convertido realmente en el rostro de Bruselas en los últimos cinco años.
La germana, que ahora aspira a la reelección por el Partido Popular Europeo (PPE), llegó al cargo inesperadamente, generando dudas por su nula experiencia en la Unión Europea, pero contentando al poderoso eje francoalemán. Al final, se ha ganado el respeto de todos, hasta de sus oponentes. Conservadora con alma social, sensible a la batalla ambiental, ha tenido que hacer frente a dos crisis tan inesperadas como formidables, la pandemia de coronavirus y la invasión rusa de Ucrania, y las ha superado con nota. En un contexto complejo, ha logrado una Europa más unida, que no desfila a paso militar pero sí se coordina lo suficiente como para que salga adelante lo esencial. La Europa de 2024 es más Europa que la que se encontró en 2019, con sus dolores de crecimiento, con nuevos temores, pero más. Y en parte es gracias a ella, que con su personalismo pero también con su dedicación ha empujado para que sea así.
Ahora, en plena campaña, su imagen se ensombrece en vez de crecer. Cuando se supone que tiene la maquinaria de su grupo, las luces y el escaparate que ni por asomo esperaba hace cinco años, empaña su discurso el coqueteo con la ultraderecha, la puerta abierta a pactos con partidos a los que hasta ahora se aplicaba un cordón sanitario férreo, más aún en su país, que sabe mucho de fascismos. La duda es si lo hace sólo por estrategia o por convicción.
Una digna hija de Bruselas
Ursula Gertrud Albrecht, Von der Leyen de casada, nació el 8 de octubre de 1958 en Ixelles, uno de los 19 municipios que componen la región de Bruselas capital. La primera mujer en llevar el timón de la Comisión es, también, la primera nacida en la capital comunitaria. Su familia, rica e influyente, de la CDU democristiana y profundamente protestante, se trasladó a la ciudad desde Hannover porque su padre, Ernst Albrecht, llegó a ser director general de la Comisión de la Competencia, tras varios puestos como alto funcionario.
Ursula es hija de la Escuela Europea de Bruselas, donde añadió el inglés y el francés a su alemán, un tiempo feliz en el que su madre, periodista, abandonó el oficio para tener hasta seis hijos en total. Una de las niñas murió de cáncer y los Albrecht decidieron regresar con la familia a Alemania. La hoy presidenta tenía 14 años. Ya en Hannover, su padre se convirtió en el político local de referencia, como ministro-presidente de la Baja Sajonia. En las campañas electorales incluía a toda la familia, ahí están las fotos de las veladas musicales en casa, que su hija amenizaba al piano y cantando -los que la han escuchado dicen que tiene muy buena voz-, por lo que Röschen (rosa), como la llamaba su padre, se acostumbró pronto a los focos.
Pese a tenerla tan cerca en casa, la política no fue su primera opción vital. Acabado el instituto, dejó los posados en el jardín y la caza con la nobleza local y se marchó a Londres a estudiar Económicas. Lo hizo con pseudónimo, el de Rose Ladson, porque por las actividades de su progenitor toda la familia estaba amenazada por la Fracción del Ejército Rojo, una de las organizaciones terroristas más activas de la Alemania Occidental en la posguerra. Tuvo protección de Scotland Yard durante todo el tiempo que estuvo en la capital británica. El apellido lo tomó de una bisabuela norteamericana, que se hizo de oro con campos de algodón recogido por esclavos.
Los estudios no le convencieron. Su biógrafo, Daniel Goffart, ha explicado en su obra y en medios de su país que cursó seis semestres en la London School of Economics. "Hay que pensar en una joven feliz de estar lejos de casa donde el padre era demasiado prominente en la política. Maravilloso. No estudié mucho. Viví mucho. Es una ciudad fantástica y probé de todo. Lo creo necesario: cuando uno es joven tienes que saber probar cosas diferentes", explicó en 2022 en una entrevista con El País.
Von der Leyen decide regresar a Hannover y matricularse en Medicina. Ahí sí encontró su vocación. Del campus salió convertida en ginecóloga, en esposa de otro nuevo médico llamado Heiko von der Leyen y madre de su primera hija. Heiko, de familia aristocrática, votante del SPD (socialdemócrata) y al que conoció en el coro universitario, es hoy doctor y dueño de una empresa de ensayos clínicos y padre de los siete hijos de la presidenta de la CE.
Trabajó cinco años en un hospital local pero se desconectó del trabajo fuera de casa durante siete más, porque a su esposo le ofrecieron dar clase en la Universidad de Stanford (Estados Unidos) y a California se fueron. Se trajo de vuelta su nueva prole y un hondo conocimiento del país, que luego le ha ayudado por ejemplo para lidiar con la mentalidad anglosajona en su trabajo en Europa. A la vuelta, fue miembro del Departamento de Epidemiología, Medicina Social e Investigación del Sistema de Salud en la Medizinische Hochschule Hannover y se volcó con asociaciones de lucha contra el cáncer, siempre con su hermana muy presente. Luego lo ha hecho también con entidades que atienden a enfermos de Alzheimer, la enfermedad que tuvo su padre, del que se encargó hasta su muerte.
Una carrera meteórica
De 2001 a 2004, se involucró en la política local en su región, Hannover, y se convirtió en ministra de Asuntos Sociales, Mujeres, Familia y Salud en el Gobierno estatal de Baja Sajonia entre 2003 y 2005. Ayudaron, dice su biógrafo, la trayectoria de su familia y su propio carisma, "influencia y trabajo".
En 2005, la canciller Angela Merkel la aupó en la política federal, nombrándola titular de Asuntos Familiares, Ancianos, Mujeres y Juventud. Sus medidas gustaron: peleó para que los pequeños tuvieran guarderías gratis e implantó una ayuda económica para los padres, con la conciliación como meta. En el siguiente mandato, Merkel le dio más responsabilidad, el Ministerio de Trabajo. Y de nuevo respondió, igualmente con planteamientos muy sociales. La prensa a veces la llamaba "la madre de la nación alemana", deslumbrada además por verla de cartera en cartera con siete hijos en casa (un deslumbramiento que nunca llega con los varones, ya sabemos). "Tuve que pegarme para tener tiempo para mis hijos. No aceptaba citas al final de la tarde ni en fin de semana", recuerda.
Como explica el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), gustó porque "aumentó el gasto público en la infancia, amplió el permiso de paternidad, introdujo el salario mínimo interprofesional y dispuso cuotas femeninas en las directivas empresariales". Su tendencia era progresista, en los márgenes de la CDU, como dejo claro por ejemplo con su apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo, su defensa del acogimiento masivo a los refugiados en la crisis de 2015, su preocupación por temas ambientales o su defensa del feminismo.
En 2013, y siendo una de las escasas supervivientes que se mantenían con Merkel de legislatura en legislatura, la canciller la testó, pensando en si podría ser su sucesora: la hizo ministra de Defensa, una de las carteras más duras. "De pronto, la estrella de von der Leyen se apagó: la ministra nunca encontró la relación adecuada con los soldados", escribe Goffart.
Se retrasaron importantes proyectos de armamento, mientras salían a luz actividades de extrema derecha en las fuerzas armadas y prácticas humillantes que afectaban a los nuevos reclutas y con las que no lidió bien ni en público ni de puertas para adentro. Tampoco ayudó, en 2015, que fuera desvelado un supuesto plagio de su tesis doctoral, pese a que al final su universidad dijo que era una acusación falsa.
Dicen sus asesores que se crece ante los retos y, a juzgar por cómo le acabó yendo el mandato, parece cierto. Von der Leyen "impulsó un histórico proceso de rearme y visibilización internacional de la Bundeswehr", las fuerzas armadas germanas, "que modernizó sus arsenales, aumentó sus efectivos y desplegó soldados en misiones de apoyo a las fuerzas que luchan contra el Estado Islámico en Irak, Siria y Malí, además de involucrarse en la seguridad antiterrorista doméstica", indica el CIDOB, pese a ese cuestionamiento interno.
Era altamente respetada en la OTAN, hasta el punto de que su nombre surgió para suceder al aún secretario general, el noruego Jens Stoltenberg. Una de las cosas qe gustó es que se enfrentó al norteamericano Donald Trump, que acusó a Alemania de deber dinero a la Alianza. Le echó genio.
La alemana salió de las quinielas, ya no se la veía como la delfín de Merkel, pero ella seguía afanada en aprender de defensa y seguridad. Y así le llegó su momento de gracia. Su biografía lo sitúa en el 17 de junio de 2019, en el Salón Internacional de la Aeronáutica y el Espacio de París-Le Bourget. Estuvo hablando un largo rato con el presidente francés, Emmanuel Macron, en su francés perfecto, y se corrió la voz de que lo había dejado impresionado por su conocimiento de la materia y los puntos en común con París. Europeísta convencida, abogó entre otras cosas por la constitución de un Ejército europeo a largo plazo y llegó a invocar unos Estados Unidos de Europa. Al galo le gustó.
En esos momentos, Europa bullía. El 26 de mayo se habían celebrado elecciones comunitarias y la pelea era dura para decidir quién se iba a encargar de los top jobs de Bruselas, entre ellos, la presidencia de la Comisión. El grupo del PPE había ganado los comicios y se esperaba que ese cargo recayese en uno de sus miembros. El elegido era el actual presidente del Partido Popular Europeo, el también alemán Manfred Weber. Pero Weber no le gustaba ni a Merkel ni a Macron y estaban desesperados buscando una alternativa.
Habitualmente, se recurre al método del candidato principal o spitzenkandidat para elegir ese cargo, por el que se vincula dicha elección con el resultado de las elecciones al Europarlamento. Sin embargo, con Von der Leyen esa norma no se cumplió y fueron los dos poderosos mandatarios, a puerta cerrada, los que acabaron pactando un nombre. Hasta la canciller se sorprendió de que Macron (que no es del PPE sino liberal) apostase por Ursula, sin experiencia europea, sin haber llevado carteras de Economía y Finanzas (las más repetidas entre los presidentes de la CE), muy poco conocida por el gran público europeo. Pero mejor que Weber, era.
Al final, tras días de retraso, noches en vela negociando y muchos rumores, Von der Leyen, con guiños a los más progresistas de la Eurocámara, logró imponerse. Resultó elegida en un cumbre del Consejo en Bruselas el 2 de julio de 2019 y ratificada por el Parlamento Europeo el 16 de julio. No comenzaría a trabajar, ya asentada, hasta diciembre de ese año.
Lo hace, desde entonces, desde la planta 13 del edificio Berlaymont, en el corazón europeo de Bruselas, donde dice que siempre quiso volver. Junto a su despacho, hay un minipiso de 25 metros cuadrados en el que vive para no perder tiempo en desplazamientos. Los viernes por la tarde se va a su finca de Hannover, con su familia, a disfrutar de sus caballos y sus ponis y, ahora también, de su primera nieta. El presidente español, Pedro Sánchez, con el que tiene una relación muy buena, le regaló unos patucos.
La gestión
Pese al comienzo accidentado, Von der Leyen gozó de cien primeros días de calma. Nada más. El que hacía 101, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia por covid-19 y todo cambió. Tras las semanas de desconcierto que marcaron la gestión de absolutamente todas las administraciones del mundo, llegaron buenos pasos impulsados por la presidenta: la compra entre los Veintisiete de vacunas, el plan de ayudas de Next Generation para salir de la crisis que provocó el coronavirus, la deuda conjunta nunca antes emitida...
En 2022, Rusia invadió Ucrania y, de nuevo, se vio con una crisis sobre la mesa que nunca habría previsto. De nuevo, se cargó la responsabilidad a la espalda y apostó por el apoyo sin fisuras a Kiev, promoviendo paquetes económicos y humanitarios y sanciones a Moscú. Hasta 13 paquetes se han aprobado bajo su presidencia, impulsando la Europa de la defensa. En ambos casos, entre sus bondades han estado que ha comunicado bien, seria pero sencilla, y que ha trasladado una imagen de unidad de acción poco conocida hasta ahora en la CE.
Entre sus logros, además, el impulso al Pacto Verde, el de Migración y Asilo, el salario mínimo o la directiva de violencia de género, materias en las que su postura ha sido más progresista que la media de su PPE, lo que le ha generado roces internos con los conservadores. Por eso ahora choca que sólo ponga a la ultraderecha líneas rojas en que sea proeuropea, proOTAN y proUcrania.
Von der Leyen ha tenido patinazos en estos años, también. Entre los más sonados, el Pfizergate. Este mes, ha tenido que declarar ante la justicia belga por acusaciones de falta de transparencia en la firma de contratos multimillonarios para la compra de vacunas covid. Desde principios de 2021, la Comisión ha firmado contratos en nombre de la UE para el suministro de más de 3.000 millones de dosis de vacunas de este tipo con seis fabricantes, hasta 2024. Pfizer fue el principal beneficiario. Von der Leyen negoció los términos de este contrato directamente con Pfizer a través de SMS, una vía poco ortodoxa que se justificó por la necesidad de dosis urgentes. Pero es que lo hizo incluso antes de la finalización de los ensayos clínicos de la vacuna.
Otra metedura de pata fue su postura, radicalmente a favor de Israel, sin pactar con los Veintisiete. Visitó el país tras el ataque de Hamás del 7 de octubre y su equipo anunció incluso que se acababan las ayudas europeas para Palestina, lo que hubiera supuesto un castigo colectivo. Somos amigos de Israel. Cuando los amigos son atacados, los apoyamos. Israel tiene el derecho y el deber de responder al acto de guerra de Hamás", escribió en un mensaje en X. "Este es el momento de la unidad. Este es el momento de unir fuerzas contra el terrorismo. E Israel puede contar con la UE", añadió. Sobre los palestinos, la empatía fue menor y eso la llevó, luego, a taparse y no hablar del tema.
Se le critica igualmente por determinados nombramientos, porque ha hecho con un equipo muy germano, muy estrecho, incluso ha privilegiado a amigos (que se han ido por la polémica), con decisiones muy personales, a veces sin consultar demasiado en un espacio en el que hay 27 voces diferentes, hasta el punto de chocar notablemente con el presidente del Consejo, el belga Charles Michel, con el que se enfadó especialmente después de que se sentase tan a gusto en el sofá que le habían preparado en Turquía cuando a ella, mujer, la dejaron de pie. El Sofagate ha traído mucha cola esta legislatura. Ella dejó claro que la habían tratado así por ser mujer, que con un hombre hubiera sido impensable. En En Arabia Saudí, como ministra de Defensa, ya había ordenado que nadie de su delegación vistiera la abaya, obligatoria para las mujeres en ese país.
No suele atender preguntas de la prensa, su equipo se ha enganchado muy bien a las redes sociales y hasta puedes conversar virtualmente con ella en un centro de visitantes que se ve desde su azotea. No sonríe mucho, pero no parece lejana y, de hecho, gana en las distancias cortas, por su voz y su gestualidad, concentradas en un 1,61 de estatura. No come carne, sólo vegetales y pescado, le gusta el jogging por los parques bruselenses y, sobre todo, la equitación y la doma. Su religión, dice, es Europa.
En esta campaña y en las votaciones y los pactos posteriores tiene la oportunidad de demostrarlo.