Un psiquiatra observa a Putin durante 5 años y le desenmascara realizando su perfil más esclarecedor
El mandatario ruso es "altamente despiadado e inteligente", "tremendamente resiliente" y amante de la fuerza, no de la debilidad. "Cree que tiene todas las cartas".

Es uno de los grandes consensos de la geopolítica mundial: nadie es capaz de saber lo que hay en la cabeza de Vladimir Putin. En esa búsqueda de respuestas, en el diario Kyiv Post han entrevistado a Ken Dekleva, un psiquiatra con más de 25 años de experiencia, en la que desafía las percepciones convencionales sobre el presidente ruso.
Dekleva, considerado durante mucho tiempo una autoridad de confianza por expertos en seguridad nacional y política, pasó cinco años de formación en la Embajada de Estados Unidos en Moscú. Durante su estancia, brindó apoyo médico a diplomáticos estadounidenses y sus familias, y realizó un estudio exhaustivo del perfil psicológico de Putin. Sabe, pues, de lo que habla.
Basándose en una amplia investigación, Dekleva ha elaborado un perfil psicológico que profundiza en la esencia de la toma de decisiones y las maniobras estratégicas de Putin.
Sus hallazgos sugieren que la autoridad de Putin tiene su raíz no sólo en su habilidad política, sino también en un enfoque profundamente personal y calculado del poder.
Esta perspectiva única llega en un momento en que la dinámica diplomática mundial está en constante cambio, especialmente tras la llegada a la Casa Blanca del republicano Donald Trump, que ha impulsado además un proceso negociador para acabar con la ofensiva en Ucrania, lanzada en febrero de 2022.
Explica el experto que Putin aún tiene mucho del director de la KGB que fue en el pasado, que tiene "extraordinarias dotes políticas y diplomáticas", demostradas durante 25 años en el poder, y que también posee dotes impresionantes en lo lingüístico, especialmente con el alemán.
Lo califica de "racional" pero, a la vez, de "altamente despiadado e inteligente" líder político, es "tremendamente resiliente". Cita un discurso suyo en el Parlamento alemán en 2000 y sus intervenciones de ahora para comparar cómo ha crecido el "odio" en sus intervenciones, que se concreta en esta "guerra genocida". "Un giro de 180 grados", dice. "El uso del lenguaje ha cambiado", constata.
Cree que ha cambiado porque sus objetivos políticos también lo han hecho. En otro tiempo de su carrera, se veía colaborando con Occidente, por ejemplo en la guerra global contra el terrorismo, tras el 11-S. El cambio lo sitúa en 2006 o 2007, tras las revoluciones de colores en el entorno postsviético, empezó a decir que "Ucrania no es realmente un país". "Eso cuajó en su psique y le hizo actuar de forma decisiva en 2014", cuando se anexionó Crimea y apoyó a los rebeldes prorrusos del este. Fue cuando tuvo "la voluntad de usar una agresión y lanzar un ataque", pese a los refugiados, heridos y muertos que está generando.
Ahora, en el proceso negociador, Putin ha entrado en una fase "maximalista", en la que sus exigencias son un todo o nada. "Cree que tiene todas las cartas, cree que está ganando y está planteando una guerra larga para hacer caer a los occidentales y él pueda lograr sus objetivos a largo plazo", añade. "Su resiliencia personal y política no es algo con lo que se pueda jugar", ahonda.
"Putin cree en esos objetivos maximalistas, su círculo también y también parte de los rusos y no creo que sea únicamente por la propaganda, creen de forma genuina" en ello y en que se puede negociar pero en sus términos, en los del Kremlin. Desde la "fuerza". Porque es eso lo único que Putin respeta, la fuerza.
El especialista también afirma que Putin carece de pain points, esto es, puntos flacos y debilidades, como las sanciones internacionales. Es más, entiende que los "incentivos podrían funcionar" en su caso. Pone como ejemplo la idea de Donald Trump, el presidente de EEUU, de invitar de nuevo a Rusia al G7 para ayudar en las negociaciones. Ese "respeto en el mundo" sí puede llegar a Putin. "No a las amenazas, a eso no responde bien", insiste.
No comparte plenamente esa lectura de que Trump y Putin se gustan, que conectan porque son muy parecidos. Cree Dekleva que se agiganta esa idea. No pasa únicamente con Putin, dice, sino que viene de una manera de hacer las cosas de siempre del republicano, al estilo de los empresarios inmobiliarios de Nueva York. Lo que no quita, insiste, para que tenga que ser "muy cuidadoso" para jugar a ese juego con Rusia.
También destaca que la humillación del ucraniano Volodimir Zelenski en la Casa Blanca es justo el punto débil que Putin adora explotar, porque muestra lo que más rechaza: la debilidad. Y avisa a Trump: ha enseñado muchas cartas antes de lo más duro de la negociación, exponiendo lo que no le va a dar a Ucrania, y eso puede ser aprovechado por el Kremlin. Puede que se guíe por su "instinto negociador", pero también asume "altos riesgos" ante alguien tan inteligente como Putin.
El medio ucraniano pregunta al analista si un criminal de guerra o buscado al menos por esos supuestos delitos está en condiciones de negociar una paz y el entrevistado recuerda el caso de la Antigua Yugoslavia, cuando líderes similares se sentaron a la mesa. Su "narcisismo" pesa, entiende, sus "tremendos egos", pero cuando "cruzas la línea y cometes crímenes de guerra entras en otra categoría", lo complicado es para otro, en este caso, para Zelenski, que tendría que darle la mano y firmar con él un armisticio.