Un profesor muere a los 39 años y sus alumnos le dedican su frase definitiva en la pared del aula
Los estudiantes convierten el aula de un profesor fallecido en un espacio para estudiar, recordar y mantener viva su esencia.
Un instituto de Milán ha convertido el dolor por la pérdida de uno de sus docentes en un homenaje lleno de significado. Este profesor, que falleció a los 39 años a causa de una enfermedad, no solo lo conocía por su trabajo académico, sino también por la cercanía de su trato y la huella que dejó en sus alumnos. En su memoria, los estudiantes han inaugurado un aula especial decorada con su frase nás emblemática: ”¿Cómo va la vida?”
El aula, bautizada como Locus Amoenus (Lugar Feliz), es ahora un espacio destinado al estudio, la lectura y el descanso de los alumnos. Cuenta el portal Tecnica Della Escola que las paredes están llenas de fotografías del profesor junto a sus estudiantes, recordando alguno de los momentos más felices y divertidos que compartieron, intentando reflejar el espíritu que este docente imprimió en su comunidad educativa. El proyecto para cambiar el aula ha recibido fondos de la escuela y todas las donaciones enviadas por estudiantes y compañeros del fallecido, señal del vínculo que ha creado por quienes lo rodeaban.
“Siempre recordaremos todo lo que hizo por nosotros cada vez que entremos en el Locus Amoenus,” escribieron los alumnos en una carta. Según explicaron, el aula incluye zonas dedicadas al intercambio de libros y rincones pensados para relajarse tras largas jornadas escolares.
Durante la inauguración del aula, los estudiantes y la familia del profesor recordaron su carácter entrañable y su influencia. En una emotiva carta, los alumnos escribieron: “Nos falta verle en clase con su planificación abierta, escuchar su ¿Cómo va la vida?. Hay días en los que buscamos su mirada porque, de algún modo, sigue con nosotros en los pasillos, en los momentos difíciles, en nuestros corazones.”
Los colegas del docente también destacaron su dedicación a la enseñanza, incluso en los momentos más complicados de su enfermedad. “Hasta el final, su pensamiento era para sus alumnos. Desde el hospital seguía haciendo planes para la vuelta, imaginando cómo preparar a los chicos para los exámenes,” relató un compañero.
El profesor era conocido por su equilibrio entre rigor y empatía. “Era serio cuando debía serlo, pero siempre dispuesto a regalar una sonrisa o una palabra de aliento. Prestaba especial atención a los estudiantes más vulnerables, demostrando una humanidad que hace grande a la escuela pública,” añadió otro docente.