Un mundo sin voluntad: la "inacción" de los poderosos impide atender las emergencias humanitarias
Un informe de MSF y el IECAH evidencia el fracaso de un planeta con poco corazón ante los 36 conflictos abiertos hoy. Intereses, dobles raseros y olvido que impiden proteger a los civiles y darles respuestas básicas. Un fracaso colectivo.
Los gobiernos, las instituciones, los líderes mundiales, siempre dicen que están "profundamente preocupados" por las crisis del mundo. "Deeply concerned" es, posiblemente, el término que más se repite en sus comunicados. Pero las palabras son una cosa y los hechos, otra. El informe publicado este martes por Médicos Sin Fronteras (MSF) y el Instituto de Estudios Sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) constata "la connivencia e inacción de los poderosos actores internacionales ante las violaciones del derecho internacional humanitario", que impide que se resuelvan o atenúen los 36 conflictos activos hoy en el planeta.
El documento (que puedes leer completo al final de esta noticia), pone como ejemplo de esa dejación de funciones -una mezcla de intereses, dobles raseros y olvido- los casos de Sudán y Gaza, dos de las crisis más graves de lo que llevamos de siglo. Si uno está apartado de todo foco mediático incluso, el otro es muestra de rasero diferente que tienen las emergencias.
Francisco Rey Marcos y Jesús A. Núñez Villaverde, codirectores del IECAH, escriben en la presentación que "somos testigos de una realidad donde la falta de voluntad de quienes tienen capacidad de abordar y resolver conflictos solo queda compensada por el compromiso de la sociedad civil y organizaciones que tratan de aumentar la sensibilización y presión buscando una reacción y respuesta".
En paralelo a la falta de asistencia, se ha detectado un "recrudecimiento de la violencia con un alarmante número de ataques a las organizaciones humanitarias": 2023 se ha convertido en el año más mortífero para el personal humanitario, donde la mayoría de las víctimas son personal nacional. "Miramos con preocupación a 2024 cuyas cifras, por ahora, no plantean un mejor horizonte", denuncian.
Hay conflictos nuevos, cada vez con más factores sumados, entrelazados: la violencia se suma "al cambio climático, los desastres, la inseguridad alimentaria o la desigualdad", "empeorando la situación de vulnerabilidad y riesgo" de los civiles. Hay más de 110 millones de personas desplazadas hoy de sus hogares, el registro más alto de los últimos 12 años. "El balance internacional muestra que, no solo se añaden nuevos problemas, sino que se constata que muchos de los ya identificados desde hace tiempo siguen sin provocar una activación suficiente de las capacidades y de la voluntad política tanto de los Gobiernos como de las instituciones multilaterales para ponerles remedio, sin que la movilización de la sociedad civil logre ir más allá de aumentar la sensibilización sobre la gravedad de la situación y de paliar sus efectos más perversos", se denuncia.
Más: "Además, el impacto específico y desigual en diferentes grupos de población, como niños y niñas, mujeres o personas mayores exige de una respuesta adaptada y transversal al género, la edad y la diversidad". Si no llega la general, tampoco la específica, claro.
Dinero para emergencias habría con voluntad, defienden, pero lo cierto es que las partidas no cubren con las necesidades básicas de cada conflicto. Lo que sí crece, sin freno, es la "agenda securitizadora", esto es, la visión de seguridad que es la que manda a la hora de afrontar estas crisis. Blindaje, armamento, pero no mano tendida y asistencia.
"No sólo se limita al incremento de presupuestos en materia de defensa, sino también en la militarización de sus fronteras. Lejos de dedicar fondos para crear canales que permitan su desplazamiento seguro, la inversión en sistemas de acogida y reubicación o programas de desarrollo en los lugares de origen, estos recursos se destinan a blindar las fronteras de algunos países que parecen olvidar quiénes contribuyeron -y contribuyen- a construir sus estados de bienestar", denuncian los dos especialistas.
Hablemos de dinero. En 2023, el año de estudio más reciente, ha habido un récord en la demanda de financiación humanitaria solicitada a través de los llamamientos coordinados de la ONU. Sin embargo, a pesar del aumento en las necesidades de financiación, "los fondos recaudados para los 45 llamamientos se han estancado con respecto a 2022 dando lugar al mayor déficit desde el comienzo del siglo, consiguiéndose solo el 45 % de los llamamientos de financiación", dicen sus datos.
Se calcula que 363,3 millones de personas necesitaron asistencia humanitaria en el año 2023, esto es, 37,6 millones más que en el año anterior. Los conflictos, la emergencia climática y los desastres, y las dinámicas económicas son los tres principales factores que generan situaciones de vulnerabilidad y riesgo. "Aunque hubo 45 llamamientos coordinados de la ONU, 10 crisis recibieron cerca de un 43 % de la financiación humanitaria internacional. Sólo 13 países han figurado entre los diez principales receptores de asistencia humanitaria entre 2018 y 2023 y, de ellos, seis han aparecido todos los años", añade.
Tras el comienzo de la guerra en Palestina en octubre de 2023, este país tuvo un incremento muy significativo en la financiación humanitaria del 182 % (de 592 a 1668 millones de dólares), quedando así como el quinto mayor receptor de ayuda, afina el documento.
Sudán, "prototipo" de los olvidados
El informe destaca dos grandes conflictos como ejemplo de esa desatención universal que denuncia: Sudán y Palestina. Sobre el primero explica que el país africano lleva más de un año sumido en una guerra "que estalló abiertamente a partir del choque personal entre dos líderes militares deseosos de concentrar todo el poder en sus manos". Y "nada indica que", cuando ya las personas fallecidas se acercan a las 200.000, junto a 1,8 millones de personas refugiadas y 6,7 millones de personas desplazadas forzosas, "la calma pueda llegar a un país de 50 millones de habitantes que, prácticamente desde su forzada creación británica, en 1956, ha vivido sometido a fracturas internas muy poderosas". Queda ya muy lejana en el tiempo la independencia de Sudán del Sur (2011), todavía con cuestiones fronterizas pendientes entre Juba y Jartum, y también se ha olvidado el soplo de esperanza generado tras el derribo de la dictadura de Omar al Bashir (2019).
Desde el golpe de octubre de 2021 los militares sudaneses, con el general Abdelfatah al Burhan, jefe de las FAS y actualmente máximo dirigente del país, a la cabeza del Consejo Soberano, "han logrado abortar el proceso político de transición a la democracia" que habían logrado diseñar las Fuerzas de la Libertad y el Cambio junto al Consejo Militar de Transición. "Muy pronto quedó claro que el liderazgo de Al Burhan no era aceptado mansamente por otros uniformados con aspiraciones políticas, entre los que destacaba el también general Mohamed Hamdan Dagalo, más conocido como Hemedti, jefe de las ahora declaradas rebeldes FAR y segundo en la cadena de mando del Consejo Soberano. Ambos sobresalieron como fieles peones de Al Bashir durante la dictadura, y ambos han estado implicados en las atrocidades cometidas durante años en Darfur (aunque ninguno haya sido formalmente reclamado por la CPI, a diferencia del dictador).
Más allá de cualquier divergencia ideológica, lo que explica principalmente el conflicto actual es la intención de ambos de hacerse con todo el poder, aunque para ello vuelvan a condenar a su país a una deriva violenta que ya es calificada como la mayor crisis humanitaria del planeta. El punto de fricción que hizo estallar las hostilidades el 15 de abril de 2023 fue el abierto desacuerdo entre ambos sobre el proceso de integración de las FAR en las FAS, por entender Hemedti que eso le haría perder su principal baza para aspirar al poder absoluto. A partir de ahí ambos han buscado apoyos externos para poder imponer finalmente su dictado, aprovechando sus propias fuentes de riqueza personal (contrabando y control de las minas de oro, fundamentalmente) y sus propias capacidades militares.
Así, por un lado, cabe identificar a Rusia -que aspira a tener algún día una base naval en la costa sudanesa-, Arabia Saudí -que ha logrado sacar a Sudán de la órbita iraní- y Egipto -con un Abdelfatah al Sisi que busca anclar a Jartum en su bando ante los crecientes problemas derivados de la Gran Presa del Renacimiento que Etiopía está terminando de rellenar-, como los principales apoyos de Al Burhan. Por el otro lado, destacan Emiratos Árabes Unidos -implicado en una estrategia para ganar influencia internacional que en muchas ocasiones le lleva a situarse en posiciones contrarias a las de Riad- y el autoproclamado mariscal Jalifa Haftar, hombre fuerte en Libia; sin olvidar a Moscú, que pretende así garantizarse una interlocución válida con Jartum más allá de quien pueda ser finalmente el que se imponga en la guerra actual.
La guerra, en todo caso, no apunta a un final cercano en la medida en que, aunque las FAR han logrado extender los combates más allá de la capital, especialmente en Darfur y Kordofán, ninguno de los bandos enfrentados cuenta con medios suficientes para derrotar a su contrario. Entretanto, asistimos a una generalizada parálisis diplomática que no ha logrado un solo acuerdo entre las partes, mientras la situación humanitaria se va deteriorando gravemente. Basta recordar que tan solo se ha cubierto el 7 % del llamamiento realizado por ACNUR hasta abril de 2024 según el informe de progreso, estimado en un total de 1.400 millones de dólares para atender las necesidades más perentorias. Y queda por ver en qué se acabará traduciendo el compromiso anunciado por las personas asistentes a la conferencia de donantes celebrada en París el pasado 15 de abril -copresidida por Francia, Alemania y la Unión Europea-, cifrado en 2.000 millones de dólares en ayuda humanitaria, de un total solicitado por la ONU de 2.700 para alimentos, atención sanitaria y otros suministros básicos para el conjunto de los 24 millones de personas sudanesas que se estima que precisan respuesta humanitaria urgente.
Por si todo eso no fuera suficiente, las repercusiones del conflicto van más allá de las fronteras sudanesas, con una creciente oleada de personas refugiadas que terminan por generar inestabilidad tanto en Chad como en Sudán del Sur (donde ya hay más de 650.000). A eso se añade que Sudán del Sur está sufriendo una grave crisis económica derivada de la imposibilidad de exportar su petróleo a través del territorio sudanés hasta Port Sudan, contando con que Juba depende en más del 90 % de los ingresos obtenidos de las exportaciones del oro negro a sus clientes en el exterior.
Palestina o el mundo entero
"Colocada en el centro de la agenda mediática y política, la masacre que Israel está cometiendo en Gaza a partir de los ataques realizados por Hamás y la Yihad Islámica Palestina el 7 de octubre de 2023 ha entrado desgraciadamente en un proceso de normalización totalmente asumido por la comunidad internacional", arranca el análisis sobre Palestina.
"Eso significa, en primer lugar, que el Gobierno de Benjamin Netanyahu sigue disponiendo de un amplio margen de maniobra para proseguir con la actual operación de castigo hasta dónde lo considere oportuno. Una operación que ya ha costado alrededor de 200.000 víctimas entre personas muertas y heridas, junto a la masiva destrucción de infraestructuras de todo tipo, incluyendo viviendas, hospitales y escuelas, haciendo imposible la satisfacción de las necesidades más perentorias de los 2,3 millones de personas gazatíes, hacinadas en sus escuetos 365 km2, e hipotecando muy gravemente el futuro inmediato de la Franja. Una operación que va acompañada de matanzas en Cisjordania, con la participación adicional de colonos extremistas, y de la mayor anexión ilegal de tierras palestinas de los últimos veinte años", expone.
A ello se suma, además, "la dinámica belicista que enfrenta a la milicia chií libanesa de Hizbulah con las FDI, con un claro riesgo de que el enfrentamiento desemboque en un conflicto regional a gran escala". En este martes, de hecho, el alto el fuego firmado con Israel de 60 días está siendo violado y corre serio peligro de mantenerse.
Cuando ya se ha cumplido un año desde el inicio de dicha operación israelí "ha quedado claro que, una vez más, Netanyahu ha logrado aguantar tanto la presión interna -con manifestaciones ciudadanas que demandan su dimisión y el fin de la operación en Gaza, así como las críticas de buena parte de sus rivales políticos y de las familias de las personas prisioneras que Hamás todavía retiene- como la externa desde las infructuosas peticiones del secretario general de la ONU hasta las no menos estériles medidas cautelares planteadas por la CIJ para poder mantener el rumbo belicista sin desviarse de su objetivo".
"Teóricamente el objetivo tantas veces proclamado por el propio primer ministro es eliminar a Hamás tanto política como militarmente; aunque, tal como repiten frecuentemente sus propios militares, se trata de un desiderátum imposible de lograr". Matar una idea es imposible, como suele decir el exjefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. "Buena muestra de ello es que las FDI están volviendo a operar en zonas de la Franja que en su día ya habían declarado bajo control".
Según las cifras que manejan las propias FDI un total de 14.000 combatientes de Hamás y otros grupos habrían caído como resultado de los reiterados bombardeos indiscriminados y las acciones de combate terrestre. "Pero no solamente se trata de que todavía podrían quedar más personas en condiciones de combatir, sino de que cabe suponer que a ellas se están añadiendo ya muchas otras decididas a tomar las armas contra quien está masacrándolas", dicen el IECAH y MSF.
También en otras ocasiones Netanyahu declara que su objetivo "es liberar a quienes Hamás y otros grupos capturaron el mencionado 7 de octubre (de quienes se estima que no hay más de una cincuentena que aún estén con vida)". Pero la realidad "indica algo muy distinto", sea "poniendo obstáculos sobrevenidos cada vez que un acuerdo con el Movimiento de Resistencia Islámica está próximo, o realizando acciones de combate que aumentan el riesgo de que muchos de ellos puedan causar baja. Todo ello mientras que por vía militar las FDI apenas han logrado liberar a ocho personas cautivas".
Más recientemente, el propio primer ministro ha añadido como objetivo crear las condiciones de seguridad para que los alrededor de 80.000 israelíes que se han visto forzados a abandonar sus hogares por los ataques de Hizbulah en zonas próximas a la frontera común puedan regresar a ellos. Un objetivo que no puede ocultar que su verdadera intención es prolongar y ampliar el conflicto a escala regional, aprovechando para debilitar hasta el extremo a todos sus enemigos, Irán incluido.
"Lo que en, definitiva, resulta meridianamente obvio es que Netanyahu tan solo lucha por su propia permanencia en el poder. Sabe de la gravedad de las causas judiciales que pesan sobre él, con la perspectiva de la cárcel a la vuelta de la esquina, y sabe que solo en la medida en que logre conservar su puesto puede gozar de impunidad. Con esa intención, calcula que el uso de la fuerza le permitirá recuperar el apoyo de los/las conciudadanos/as en unas elecciones que se vislumbran cercanas", más ahora que el republicano Donald Trump regresa a la Casa Blanca.
"Actúa, por tanto, en función de sus cálculos personales, violando abiertamente el derecho internacional, y sin que parezca importarle que de ese modo quede arruinada la imagen internacional de Israel", remarca. Y, a pesar de todo ello, como se denuncia desde el inicio del dossier, "ningún actor del escenario internacional, empezando por Estados Unidos, se ha atrevido a traspasar el umbral de las condenas y los lamentos, acompañado de algunos gestos más o menos simbólicos que en nada alivian la tragedia humana que se está registrando en Gaza, Cisjordania y ahora en Líbano".
"Entre las hipotecas y los complejos históricos acumulados por algunos y el frío cálculo comercial de otros, los valores y principios que deberían regir el supuesto orden internacional basado en normas quedan arrinconados, aunque ello suponga hacer visible sin remedio la aplicación de una doble vara de medida que deja a Israel a salvo de las sanciones que cualquier otro Estado del planeta sufriría si incumpliera tan descaradamente sus obligaciones como potencia ocupante y violara tan abiertamente el derecho internacional y las normas más básicas de la guerra", concluye.
La tendencia española
El IECAH y Médicos Sin Fronteras España pulsan también el papel de España en este contexto de cooperación. Entre 2023 y lo que llevamos de 2024, dicen, España ha ido a contracorriente, y es una buena noticia: la tendencia ha sido la contraria a la bajada mundial.
Aquí se ha producido un crecimiento de un 34,89 % respecto a 2022 destinándose 213,55 millones de euros a la acción humanitaria. Este incremento, junto con la reducción de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), ha elevado el peso de la ayuda humanitaria, alcanzando un 5,95 %, "un porcentaje notablemente superior al de años anteriores".
Aunque este porcentaje nos aproxima al 10 % establecido en la nueva Ley de Cooperación, "se ha de mantener cautela, ya que gran parte del aumento porcentual se debe a la disminución de la AOD", especifica.
Pese a ello, sostiene que es "destacable "que, a lo largo de los años en los que las dos entidades miran con lupa qué se está haciendo, "se han logrado avances relevantes en el marco normativo y procedimental de la cooperación española", destacando la aprobación de la Ley 1/2023 de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global, el nuevo Estatuto de las personas cooperantes y el VI Plan Director de la Cooperación Española 2024-2027, "aunque todavía quedan otros elementos por abordar", insisten.