Trump estará procesado, pero sale de Nueva York fuerte como el vinagre. Otra cosa es lo que venga
El expresidente de EEUU ya sabe a qué atenerse y sus abogados empiezan con la batería de enmiendas para no llegar a juicio, mientras él gana enteros a base de victimismo.
Cientos de personas jaleándolo en su mansión de Mar-a-Lago (Florida), gritos entregados cuando habla de jueces y fiscales "criminales y lunáticos", encuestas que lo sitúan al menos 20 puntos por encima de sus rivales republicanos... Lo de anoche de Donald Trump parecía una especie de fiesta de lectura de cargos. Ha conseguido darle la vuelta a un proceso único en la historia, al primer procesamiento de un expresidente de Estados Unidos, por un delito grave, además, y convertirlo en el circo en el que se siente bien, en el río revuelto del que siempre saca ganancia. También ahora.
Después de conocer los 34 cargos con los que el fiscal de la Manhattan quiere llevar a juicio al magnate, la conclusión es clara: se abre un proceso lento, tedioso que, por ahora, pese a la toma de huellas y la foto policial, pese a la humillación del detenido, da réditos al acusado. Como pasó con el hallazgo de papeles secretos en su residencia particular, la "persecución" del contrario, que es el relato que él y los suyos venden, le renta. Trump, serio y tocado como parecía en la sala del tribunal, dijo: "Nunca pensé que algo así ocurriría". Pero no quiere decir "nunca pensé que me pillaran", sino "nunca pensé que la Justicia de este país fuera así de corrupta". Y eso cala en su gente, en su 74 millones de votantes de 2020.
Por ahora, tiene en sus manos un nuevo agravio al que aferrarse, por eso convierte su comparecencia no en una cosa grave, correspondiente al proceso que se le abre, sino en un coctel a ritmo de Johnny Cash. Y eso ha supuesto no un obstáculo, sino un relanzamiento de su campaña, cuando aspira a ser el nuevo candidato republicano a la Casa Blanca en las elecciones presidenciales del año que viene. Ahora está en una posición mejor que antes de anunciar su arresto, de esperarlo y de vivirlo. Si hace 15 días sacaba una media de seis o siete puntos de ventaja a su principal competidor, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, hoy la distancia se ha multiplicado por dos en los sondeos más templados. No hay quien le haga sombra.
En circunstancias normales, a otro aspirante, un caso como el de Stormy Daniels lo manda a la lona. Pero Trump es de otra pasta y dice estar "listo para cualquier desafío", como repiten sus asesores y abogados a la prensa de EEUU. Saca fortaleza de la "caza de brujas" porque se vende como víctima, como mártir, pero es que es un discurso que le funciona. Es convincente, porque este caso es el chocolate del loro de todos los procesos judiciales que tiene abiertos, el menor, y el que por ahora le ha hecho pasar por la rueda de cualquier delincuente; Trump insiste en que ha acabado detenido por ser quien es y porque tiene frente a él al fiscal Alvin Bragg (un afroamericano) y al juez Juan Merchan (un latino), dos "demócratas", como les dice con desprecio. Hay quien, por lo mismo, no ha acabado procesado.
Trump repitió su teoría infundada de que fue víctima de un fraude en las elecciones de 2020 y pintó un panorama desolador bajo la Presidencia de Biden, de quien dijo que él y su administración han hecho más "daño" a EEUU que los cinco peores presidentes de la Historia.
Es una baza electoralmente efectiva. A Trump le está funcionando que la gente lo crea más a él que a los jueces, esos "corruptos". De ahí la importancia de la claridad en los cargos y en el proceso que ahora se abre, para evidenciar que el caso es justo, que no procesar a Trump hubiera mandado el mensaje de que la justicia no es igual para todos y de que quien la hace, la paga. Se puso tremendo incluso mirando fuera de casa: "EEUU es un desastre, Rusia se ha unido con China y Arabia Saudí con Irán, eso nunca hubiera sucedido conmigo de presidente, incluso la guerra de Ucrania no hubiera ocurrido", señaló.
La clave estará en saber por cuánto tiempo puede mantener el exmandatario este poderío, porque las botellas de champán también pierden fuerza. Quedan muchos meses hasta las elecciones y el proceso puede pasar por muchos picos y valles, en función de las maniobras legales de sus abogados de la defensa, las comparecencias en los tribunales, las declaraciones incendiarias por llegar... todo mezclado con los actos de campaña en sí, tanto de las primarias republicanas como de las elecciones contra, previsiblemente, el actual presidente, Joe Biden.
De momento, tiene al Partido Republicano a sus pies y ha obligado a todos sus críticos y oponentes a alinearse a su lado, a hacer frente común en un juicio que denuncia de parte. DeSantis o Nikki Haley, la otra aspirante conocida, están teniendo que adaptar sus mensajes y dejarse de críticas, porque el magnate los ha dejado sin oxígeno. ¿Cómo vas a cargar contra él cuando supuestamente los demócratas tratan de cargárselo por lo penal en Nueva York?
Los cargos y los demás procesos
Fundamental para ese porvenir serán tanto la concreción de los cargos como los otros casos abiertos o los que pueden venir, ahora que un simple fiscal ha venido a pedir cuentas, por encima del Departamento de Justicia y su tradicional protección de presidentes y expresidentes. En el primer caso, hay que tener en cuenta que el caso en líneas generales concuerda con lo esperado ya por los abogados de Trump, se busca que responda por un pago de 130.000 dólares a la actriz porno llamada realmente Stephanie Clifford para comprar su silencio durante la campaña presidencial de 2016, después de que mantuvieran una aventura una década antes. Respecto a ello, la postura trumpista siempre ha sido la de negar la relación y, como mucho, referirse a un acuerdo "muy legal" del pasado.
Sin embargo, desde ayer sabemos cosas nuevas que agravan lo sabido: una es que no hay una, sino dos mujeres implicadas en los pagos. A Stormy Daniels se suma Karen McDougal, modelo de Playboy, que también asegura haber mantenido una relación extramatrimonial con Trump entre los años 2006 y 2007. Como en el caso Stormy, el fiscal Bragg investiga un presunto soborno del magnate neoyorquino a esta modelo para evitar que revelara el affair amoroso en los medios de comunicación.
La otra es mucho más seria: el fiscal sostiene que no sólo el pago vino de una gestión realizada de manera irregular, al quedar escondida en las cuentas de la Trump Organization, la compañía de Trump, durante la campaña electoral de 2016. No sólo son infracciones de prácticas contables y posibles violaciones de la financiación de su campaña. Ayer dijo claramente que Trump falsificó documentos, registros comerciales en concreto, para engañar a las autoridades del estado de Nueva York.
El pago a las examantes, que adelantó Michael Cohen, entonces abogado personal de Trump y ya condenado por intentar silenciar a estas mujeres, fue reembolsado luego haciéndolo pasar como falsos servicios legales. Hasta con propina, dice Bragg, "el único delincuente de esta historia", como lo llama cariñosamente Trump. Son cargos graves que se pagan con cuatro años de cárcel, por encima del delito menor de fraude contable, que requiere demostrar la mala fe, la intencionalidad.
Lo por venir
Lo que se espera ahora, pasado este primer tramo del calvario, es que se endurezcan las líneas de trabajo de los abogados de Trump y del propio presidente, echando porquería encima al proceso. Hasta ahora le ha ido bien y seguirán en eso, visto que no hay atisbo de contrición y que se declaró "no culpable" ante la corte. Anoche, de nuevo, el exinquilino de la Casa Blanca insistió en sus denuncias, que los republicanos repiten palabra por palabra: "extralimitación del fiscal" a la hora de investigar, "precedente peligroso" para la historia del país y "criminalización" del adversario político. Ha hecho de su país una "nación fracasada", dice.
Una retórica incendiaria que, al menos por ahora, no ha cuajado en grandes incidentes o en levantamientos como el que acabó con el asalto al Capitolio de Washington el día de reyes de 2021. Trump ha llamado a la gente a arroparlo en la calle, pero no ha habido grandes olas. Sin embargo, la violencia, la chispa, es muy sencilla de prender y hay que estar atentos a los siguientes pasos para saber si, de nuevo, la división del país salta a las calles y en qué grado. Sus abogados se empeñarán en que no llegue a juicio el caso, ese será el trabajo por venir, en el que Trump ya tiene poco que escenificar en los juzgados. Fuera es otra cosa.
Pero hay que tener los ojos puestos en los otros casos que atenazan en los tribunales al multimillonario. Por ese flanco pueden llegar novedades que calienten mucho más la situación. Además de las investigaciones iniciadas por el FBI en su casa de Mar-a-Lago sobre los documentos secretos que nunca debieron salir del Despacho Oval -ya en manos del Departamento de Estado-, hay otras causas de peso: la Fiscalía quiere esclarecer si el entonces presidente instigó a sus seguidores para que estos irrumpieran en el Capitolio de Washington, el mayor ataque a las instituciones democráticas que recuerda el país; en Georgia se investigan sus intentos de anular los resultados de las últimas elecciones presidenciales; tiene una denuncia de la escritora E. Jean Carroll por difamación y violación; y en Nueva York es acusado, junto a sus hijos, de manipular de manera fraudulenta el valor de los activos de la empresa familiar durante años.
"Estados Unidos se está yendo al infierno", "todo el mundo se ríe de nosotros", "una nube negra se ciñe sobre nuestro país"... Los mensajes de anoche desde su mansión son las tablas de salvación a las que se aferra mientras la justicia avanza a paso lento. Le quita hierro, pero ha sido detenido y procesado, como los bad guys que ellos denuncia. Tiene la fuerza del victimismo. La duda es si eso le basta para ganar primarias y presidenciales, frente a un Biden que calla, prudente, y sigue haciendo cosas. Por ahora, hace como que lo de ayer fue puro trámite. Rodeado de dorados y fieles, sigue disfrutando de estar en el centro de todo.