Todo lo que debes saber de Kamala Harris, la aspirante demócrata a la Casa Blanca

Todo lo que debes saber de Kamala Harris, la aspirante demócrata a la Casa Blanca

La vicepresidenta demócrata se convirtió de la noche a la mañana en candidata a la Casa Blanca tras el paso al costado de un cuestionado Joe Biden. Puede ser la primera mujer presidenta. Antes de eso, ha ido rompiendo techo tras techo. 

La candidata a la Presidencia de EEUU, Kamala Harris, en un mitin en Atlanta (Georgia), el 19 de octubre de 2024.Dustin Chambers / Reuters

Kamala Harris viene de hacer historia: ya es la primera mujer en el segundo escalón más alto de la política de su país, la Vicepresidencia de los Estados Unidos de América. Y va camino de redoblar la apuesta: tras la renuncia del actual presidente, Joe Biden, a pelear de nuevo por el cargo, su número dos se convirtió en la nueva aspirante a la Casa Blanca por el Partido Demócrata. Este 5 de noviembre se la juega. Una victoria pondría el colofón a una campaña vertiginosa, en la que arrancó de muleta y se transformó en salvación, en esperanza, en cambio. Puede ser la primera mujer que mande en el país más poderoso del mundo desde su independencia, en 1776.

"Que nadie os diga nunca que no es vuestro momento", repite Harris en sus mítines. Hasta el pasado julio, su mensaje iba dirigido a esas niñas y jóvenes a las que "es necesario defender" del machismo de los republicanos y su líder, Donald Trump, que quiere alquilarse de nuevo el Despacho Oval. Ahora ha pasado a aplicárselo a sí misma, a sus aspiraciones y anhelos. "Sí, se puede", como le dice en los mítines de apoyo el dueño del copyright de la frase, el expresidente Barak Obama

En 2020, Harris se llevó el premio de consolación, ya que quiso ser, en realidad, quien pelease la Presidencia con el magnate neoyorquino, pero Biden se impuso en las primarias de su formación y su papel de vice no fue mal consuelo. Se convirtió en la fémina más fuerte del país, la primera mujer en el cargo, la primera afroasiática, la primera persona de origen inmigrante en ocupar el cargo. 

El mundo la recibió como agua de mayo tras su antecesor, Mike Pence, por su pragmatismo moderado, su mezcolanza de razas, su potente currículum como antigua fiscal, su carisma en el discurso y su juventud. Sin embargo, el llamado efecto Harris se fue perdiendo con los días. Unos dicen que no encajó bien en la Administración. Otros, que no supo hacer cuajar un buen equipo. Los más, que no le definieron bien sus funciones y se vio perdida.

Harris parecía amortizada para la pelea por la presidencia hasta que, hace poco menos de un año, se adueñó de la lucha más social de su Gobierno: por las mujeres y las violencias que sufren, por el aborto, por los derechos de los estudiantes. Su popularidad creció, sus mensajes calaron, clips de mensajes contundentes se extendieron por las redes sociales. 

Así llegó un día, hace apenas tres meses que parecen tres años, cuando Biden, asediado por la presión ante su desgaste físico y las dudas sobre su capacidad para gobernar cuatro años más, dijo que tiraba la toalla. Allí estaba ella, revivida, recuperada para la causa, con energía que inyectar y pocos problemas que dar porque, al ir en la dupla con Biden a los comicios, era más fácil para ella que para cualquier otro aspirante usar los fondos y la maquinaria de la campaña. Lo más hondo y lo más prosaico, conjunción ideal para el único caballo ganador que los demócratas tenían a la vista. 

En la Convención Nacional Demócrata de agosto, Harris no fue proclamada, sino aclamada. Su promesa para el país: unidad y futuro. Tras meses de oscuridad, la alegría ya volvía a los demócratas, con todos los peros y todas las dudas por los cambios de opinión de su candidata, por su escaso tiempo para hacer campaña, por su reducida exposición a la prensa dura, por su capacidad de echarse EEUU a las espaldas. 

Pasaron las semanas, llegaron las encuestas favorables, primero empató a Trump -que llevaba dos años arrasando en todos los sondeos, en medios e instituciones de cualquier tendencia- y escaló hasta el empate técnico actual, con una ligera ventaja incluso para la vicepresidenta: 48,2% para Harris, 46,4% para Trump, al cierre de esta edición. El único cara a cara que tuvo con el magnate lo ganó por goleada, dejando en el aire la sensación de que sí, se podía. Se creció y lo acorraló, lo puso nervioso y supo esquivar el ataque a sus flancos débiles, evitando el catastrofismo.

Parece que ha llegado su momento, pero no hay que olvidar que todos los números están en el margen de error demoscópico y que cualquier cosa puede pasar. "Todo es posible en América", cantaban Willy Fog y sus amigos.

Padres migrantes y clase media

Kamala Devi Harris nació en Oakland (California), el 20 de octubre de 1964. Kamala significa flor de loto" en sánscrito y se pronuncia así, como explicaron en la convención de agosto sus sobrinas-nietas Amara y Leela:

Sus padres son dos profesores de universidad. Su madre, Shyamala Gopalan, de origen tamil, fue una científica especializada en cáncer de mama -pionera en su campo- que emigró de India en los años 60, con apenas 19 años, para estudiar un doctorado en Endocrinología en la Universidad de California-Berkeley. Lo logró el mismo año en que parió a la hoy política. Su padre, Donald Harris, nació en Jamaica, es de raza negra y fue catedrático de la Universidad de Stanford. Con él, la aspirante demócrata tuvo menos trato, porque sus progenitores se separaron cuando Kamala tenía 12 años.

Tanto ella como su hermana, Maya (destacada e influyente asesora política de demócratas como Bill Clinton), se fueron a vivir con su madre. Los padres de la vicepresidenta participaron activamente en el movimiento por los derechos civiles y le inculcaron "el compromiso de crear coaliciones sólidas que lucharan por los derechos y las libertades de todas las personas", sostiene la biografía oficial de la demócrata. La llevaron en cochecito a las marchas por los derechos civiles y le hablaron de héroes como el juez de la Corte Suprema Thurgood Marshall y la líder de los derechos civiles Constance Baker Motley. Había base para construir lo que es hoy.

Por motivos de trabajo, la familia tuvo que trasladarse un tiempo a Canadá. Eso y los constantes viajes a Asia y Jamaica para ver a la familia forjaron pronto su "espíritu abierto", defiende Harris. Uno de sus allegados que más la influyó, confiesa, fue su abuelo materno, P.V. Gopalan, un líder de la independencia del país, procedente de Thulasendrapuram, donde los triunfos de la nieta se viven como propios. "Se enseñó lo que supone la libertad", explica Harris. Otra frase de familia a la que se aferra como filosofía: "Podrías ser la primera en lograr muchas cosas. Asegúrate de no ser la última". Se lo decía su madre. "Eso intento", dice.

Su clase de escuela primaria en la década de 1970 fue la segunda en integrar las escuelas de Berkeley. Ya en la Escuela Secundaria Westmount, en Quebec, Harris fue una estudiante popular y aplicada. De adolescente, cofundó una pequeña compañía de danza de seis bailarines que actuaban en un centro comunitario y en eventos para recaudar fondos, cantaba en un coro, limpiaba los tubos de ensayo de su madre, cocinaba comida india y tejía mantas viendo la tele. "Una loca del crochet, siempre hogareña", afirma su hermana. 

Lo del baile lo sigue manteniendo, se ha arrancado en numerosos actos de campaña o en visita a diversas comunidades. Junto a su particular risa, es uno de los rasgos de carácter más aplaudidos por sus correligionarios, aunque Trump, por eso mismo, la llame "loca" y cosas así de hermosas. 

En la universidad, la vicepresidenta estadounidense estudió un grado doble de Ciencias Políticas y Economía en la Universidad Howard, uno de los prominentes centros afroestadounidenses de estudios superiores del país. Luego fue a la Universidad de California, Hastings, para conseguir un título en Derecho. "Era lista como un lince", dicen de ella sus profesores a medios como Time.

Una carrera a base de compromisos

No entró directamente en política, como sucede con quien empieza en juventudes y nuevas generaciones. Así que, al acabar su formación, se puso a trabajar. Su primer empleo fue en la Oficina del Fiscal de Distrito del condado de Alameda, donde se especializó en enjuiciar casos de agresión sexual infantil. Luego, se convirtió en fiscal de distrito de San Francisco, en 2003, antes de ganar el puesto de fiscal general de California, la máxima vigilante de la ley en el estado. Una carrera llena de hitos porque fue la primera mujer elegida fiscal de distrito de San Francisco y la primera mujer elegida fiscal general de California (en este caso, también, la primera persona negra).

En San Francisco, fue especialmente reconocida como defensora del movimiento por los derechos de las personas LGBTQ+ y hasta ofició la primera boda entre personas del mismo sexo tras los cambios legales necesarios. También estableció la primera unidad de justicia medioambiental de la fiscalía y creó un programa innovador para ofrecer a los delincuentes con cargos de drogas la oportunidad de obtener un título de estudios secundarios y conseguir empleo, una idea pionera que copiaron otros estados.

Kamala Harris, cuando ocupaba el cargo de fiscal de distrito de San Francisco, en una entrevista con el diario 'Oakland Tribune', en mayo de 2004.Sean Connelley / MediaNews Group / Oakland Tribune via Getty Images

Fue en este periodo cuando se casó en 2014 con Douglas Emhoff, hoy segundo caballero de EEUU y un pellizco de sal extra en la nueva popularidad de Harris, porque es un tipo que cae bien de manera casi universal. Es un abogado socio en la firma de abogados DLA Piper y especializado en la industria mediática y del entretenimiento. Se conocieron en una cita a ciegas, años después de que Emhoff se divorciara de su primera esposa. En su autobiografía, Nuestra verdad (Planeta, 2021), Harris recuerda que fue un encuentro provocado por la insistencia de una amiga. "En aquella época, para mí, salir con alguien no era fácil". "Ni lo busques en Google, sólo inténtalo", fue el consejo de aquella amiga. Hasta hoy.

Después de salir durante poco más de un año, él le propuso matrimonio rodilla en tierra. En su boda se mezclaron los collares de flores indios de la cultura de la novia y el vaso pisoteado y roto de la tradición judía del novio. Ella es baptista. Harris tiene desde entonces dos hijastros, ya adultos, Cole y Ella, con los que su relación es excelente y que la han acompañado en numerosos actos en esta legislatura. La llaman momala, porque no les gusta madrastra, y ella luce esa palabra, orgullosa, en su perfil de la red social X. Con sus suegros, muy bien. Y tiene una sobrina que es casi como su hija, además de esas dos sobrinas-nietas que fueron el centro de atención en la convención demócrata. 

Doug Emhoff y Kamala Harris se abrazan tras la nominación de la demócrata como candidata a la Casa Blanca, el pasado 22 de agosto, en Chicago (Illinois).Justin Sullivan / Getty Images

El hecho de que no tenga hijos paridos por ella misma siempre ha sido motivo de burla para el liderazgo republicano blanco y cristiano, de familia grande y antiabortista. J.D. Vance, el elegido por Trump para ser su vicepresidente si vence en las elecciones, la llamó ya en 2021 "una "vieja con gatos y sin hijos, de esas que se sienten miserables con sus propias vidas y las decisiones que han tomado y por eso quieren hacer miserable al resto del país también". 

El propio Trump también ha señalado en campaña que el hecho de que Harris no sea madre biológica la hacer ser menos humilde. No se ha quedado callada y ha respondido en un podcast sobre derechos de las mujeres y salud sexual diciendo que, a lo mejor, ser humilde no es su máxima aspiración en la vida. 

El sprint en Washington

Harris siempre ha reaccionado como el que oye llover. Su carrera habla por ella. Tras dos años en lo alto de la fiscalía, decidió tirarse a la piscina de la política y pronto ganó la reputación de estrella ascendente del Partido Demócrata, lo que le impulsó para convertirse en senadora por California en 2017. "Pensé que como fiscal podría cambiar las cosas. He visto que es así. Ahora lo quiero intentar desde la política", dijo. También fue, entonces, la primera persona afroamericana elegida para el Senado por su estado.

Tres años más tarde, planteó su candidatura a la presidencia, ante 20.000 personas. Se presentaba con un perfil de semiindependiente, por su pasado en el mundo judicial, muy cercano a la defensa de los derechos humanos, las mujeres y las minorías. Sin embargo, tuvo que dejar la carrera a la Casa Blanca por falta de dinero. "Mi campaña a presidenta simplemente no tiene los recursos financieros que necesitamos para continuar. No soy una multimillonaria. No puedo financiar mi propia campaña", justificó.

Su popularidad había crecido sobre todo por la contundencia de sus intervenciones en los debates, incluso contra su actual compañero Biden, pero el respaldo fue oscilando, al mismo ritmo que variaba sus propias posiciones. Los republicanos la atacan por ser poco consistente en sus propuestas. A su favor, su discurso, su vehemencia, su origen, sus compromisos. Y más de 20 años menos que el propio Biden. "Puede que sea la primera mujer en llegar a este cargo, pero no seré la última", fue una de sus frases más aplaudidas hace cuatro años. Carne de camiseta.

Biden tuvo numerosas reuniones con ella antes de dar el paso de confiar en ella como segunda. Una de las razones por las que finalmente la elegida fue su amistad con el hijo del exvicepresidente, Beau. Fallecido en 2015 por un tumor cerebral, fiscal también, admiraba mucho a Kamala, con la que trabajó estrechamente. "No hay opinión que yo valore más que la de Beau, por lo que estoy orgulloso de que Kamala esté conmigo en esta campaña", dejó escrito Biden. 

Este verano, en su adiós, avaló aquella elección: "Mi primera decisión como candidata del partido en 2020 fue elegir a Kamala Harris como mi vicepresidenta. Y ha sido la mejor decisión que he tomado. Hoy quiero ofrecer todo mi apoyo y respaldo para que Kamala sea la candidata de nuestro partido este año. Demócratas: es hora de unirse y vencer a Trump. Hagámoslo".

Como número dos, Harris ha trabajado "para unir a las personas con el fin de promover oportunidades, apoyar a las familias y proteger las libertades fundamentales en todo el país", defiende. Ha liderado la lucha por la libertad de las mujeres para tomar decisiones sobre su propio cuerpo, la libertad para vivir a salvo de la violencia armada, la libertad de voto y el derecho "a beber agua limpia y respirar aire limpio". Se ha embarcado en más de una docena de viajes al extranjero, ha recorrido más de 19 países y se ha reunido con más de 150 líderes mundiales para reforzar alianzas mundiales fundamentales. Pero no ha logrado éxitos en inmigración irregular, como le encargó Biden.

Elaina Plott Calabro, en un perfil en The Atlantic, da cuenta de la conversión de Harris en estos años. La candidata previa a 2020 seguía siendo fiscal, funcionaria, apuntalada en hechos y datos, precisa. Pero al saltar a la escena política, se le iba de las manos, incluso hablando de temas esenciales para ella como la democracia y el respeto a las minorías. Acababa nerviosa. Cuatro años después, es otra. En su primera comparecencia tras ser apadrinada por Biden, se la vio ilusionada pero sin perder los papeles, controlando, hasta en el lenguaje no verbal se la veía sólida. 

Esa imagen se ha ido consolidando con los meses, hay coincidencia en que ha sabido pulirse, guardar inseguridades, hacerse fuerte en sus grandes apuestas, eludir lo que le espina y ponerse, en fin, el traje de presidenta, de hacedora, no sólo de aspirante. Importante cuando se presenta ante un republicano que se las sabe todas porque ha estado ya en la Casa Blanca. Su mayor baza ahora es el cambio -aunque es del mismo partido que Biden, se presenta como renovadora por edad y visión- y la promesa de evitar los errores pasados de Trump. El delincuente condenado frente a la fiscal. La imagen es potente. 

Kamala Harris con Joe Biden el primer día de la Convención Demócrata de Chicago, en agosto pasado.Kevin Dietsch

Sus ideas

De sí misma, Harris afirma que es "progresista". No está en el bando rojo de Bernie Sanders o Elizabeth Warren, pero tampoco es de los demócratas más centrados y escandalizados con eso que Trump llama el espíritu woke. Ahí la incluyen los republicanos, sobre todo por su feminismo y su pelea racial. Ha peleado contra la pena de muerte, también. Aún le pesa el lastre de su pasado, criticada por no haber procesado casi nunca a oficiales de la policía que hubieran asesinado a civiles, más ahora en el contexto del Black Live Matters.

Es una moderada con un perfil social más afilado, pero que en campaña ha mostrado un liberalismo sin complejos en lo económico y en lo migratorio, para acercarse a ese centro y a esos indecisos que, dicen todos los expertos, van a decantar las elecciones del 5 de noviembre. 

En términos económicos, sostiene la necesidad de hacer más accesibles la atención sanitaria, infantil, de la tercera edad y los permisos familiares. Además, entre sus principales objetivos se encuentra la eliminación de tasas adicionales en aerolíneas, las "tasas basura" y la condonación de deuda de los préstamos estudiantiles. Actualmente, apoya la agenda económica de Biden en infraestructuras y energía renovable. Frente a la inflación y altas tasas de interés, propone un plan que incluye alivios para hipotecas, créditos fiscales y control de precios en supermercados.

En materia sanitaria, durante su campaña para 2020 Harris promovió un sistema de seguro de salud respaldado por el Gobierno federal, pero sin eliminar los seguros privados. Sin embargo, ahora se ha alejado de esta postura más izquierdista y ha puesto su foco en ahondar en la reducción de los precios de los medicamentos, una de las medidas de Biden más valoradas por los ciudadanos. 

En cuanto a igualdad, Harris ha sido la primera vicepresidenta en visitar una clínica de abortos en su "gira por la libertad reproductiva" por varios estados. Además, asumió el liderazgo de la defensa del derecho al aborto y la salud materna.

Se proclama defensora de la justicia ambiental a lo largo de los años. Como fiscal general de California, llevó a juicio a grandes empresas petroleras como BP y ConocoPhillips, e investigó a Exxon Mobil por su papel en la difusión de desinformación sobre el cambio climático. En su etapa en el Senado, apoyó la iniciativa Green New Deal. Durante su campaña de 2020, se mostró a favor de prohibir el fracking, pero en julio dijo que ya tal. Trump se regodea cuando puede hacer sangre con ese paso atrás. 

Respecto a la guerra de Israel-Hamás, reclama un "alto al fuego inmediato" y desde hace tiempo advierte sobre "la catástrofe humanitaria de los palestinos". Fue de las primeras voces demócratas en señalar que se debían evitar a toda costa asesinatos de civiles. Sin embargo, insiste, como todas las Administraciones norteamericanas desde 1948: "Estoy a favor de la defensa de Israel, eso no va a cambiar". La ayuda militar no está en entredicho ni con ella ni con Trump. En cuanto la invasión rusa de Ucrania, Harris siempre ha mostrado su apoyo a Kiev, lo que ha trasladado al presidente Volodimir Zelenski hasta en seis encuentros personales.

Donald Trump ataca cada una de sus posturas y apuestas y dice de ella que es "la más mala, la más horrible, la más irrespetuosa de todos". La adora, claramente. En su equipo trabajan a diario con el miedo de que le salga su vena misógina o racista y lo acabe pagando en campaña. Es delicado. 

Harris es mujer. Y es asiática. Y es negra. Su madre las crió a su hermana y a ella como miembros de la comunidad afroamericana, pese a su mezcla. De esa negritud hace gala y le sirve, dice, para "comprometerse" aún más con las causas de las "personas ignoradas". Es miembro de una destacada hermandad de mujeres negras, Alpha Kappa Alpha. Sus hermanas han sido esenciales para recaudar fondos y organizar su campaña en el pasado y ya han puesto la maquinaria a pleno rendimiento también ahora.

Tiene el apoyo de numerosos artistas de Hollywood, tras su paso por California, de Oprah Winfrey, Eva Longoria y Reese Whiterspoon a Jennifer Garner, Mindy Kaling, Natalie Portman, Kate Hudson, Zooey Deschanel o Whoopi Goldberg. Más recientes son sus avales por parte de Taylor Swift, George Clooney, Rihanna, John Legend, Ariana Grande, Barbra Streisand, Billie Eilish o Finneas O’Connell, entre otros. Beyoncé la ha autorizado a usar Freedom en su campaña, un tema convertido en himno contra la violencia policial.

Harris es una melómana confesa. En las anteriores elecciones, creó una lista de sus temas favoritos para nuestros compañeros del HuffPost USA y entre ellos incluye a A Tribe Called Quest, Lauryn Hill, The Notorious BIG, Childish Gambino y Andra Day... "Poder negro".

Sus libros favoritos son Cometas en el cielo, de Khaled Hosseini; El club de la buena estrella, de Amy Tan o Los sueños de mi padre, de Barack Obama. En el cine, acción y dramas: Logan, Black Panther -todo el universo Marvel, en realidad-, Magnolias de acero, Ha nacido una estrella... Y es fan de las series The Wire y 24.

Ahora es ella la protagonista. Si hay final feliz o drama, está por ver.

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.