Rusia vota, gana Putin: las elecciones sin alternativa y con anestesia (casi) general
Apenas tres candidatos de relleno, cero amenaza, compiten este domingo con el presidente, que espera un 80% de los votos. Su apuesta por la guerra en Ucrania, el retorno a la grandeza pasada, la amenaza exterior y el dinero marcan la campaña.
2024 está siendo un año plagado de elecciones, con más de 70 en todo el mundo. Pocas tan importantes como la de este domingo y ninguna con menos incertidumbre: Vladimir Putin se prepara para arrasar en los comicios de Rusia, sin opositores sólidos que le hagan sombra. Los que podrían restarle votos y ponerlo en verdaderos aprietos están en el exilio, en la cárcel o muertos.
El actual ocupante del Kremlin reformó la Constitución en 2020 para poder quedarse en el poder casi a perpetuidad y las leyes represivas, una cincuentena, dictadas sobre todo para acallar cualquier posible crítica a su invasión de Ucrania -que acaba de entrar en su tercer año-, le han permitido mantener a los electores controlados. Silenciados, narcotizados, pasivos bajo el miedo y la propaganda, también bajo el convencimiento de que Putin es la única persona que puede hacer grande a Rusia de nuevo.
Son unas elecciones facilonas, sin críticas de calado. Putin se ha quitado del tablero hasta al máximo disidente ruso, Alexei Navalni, muerto en febrero en una cárcel muy por encima del Círculo Polar Ártico, que seguía siendo peligroso aún entre rejas, movilizando a los rusos para una gran jornada de protesta en este 17M. Sólo un opositor digno de ese nombre, Boris Nadezhdin, el llamado "candidato de la paz", ha peleado hasta el último momento por poderse presentar, pero se lo han impedido la junta electoral y los jueces. No tenía, dicen, los suficientes avales legales, en miles fallaban las firmas, casualmente.
Así que Putin ha tenido pista libre para hablar de lo que ha querido en una campaña que casi no ha sido tal, con sus actos de Gobierno, sus comparecencias habituales y entrevistas en medios afines -prácticamente todos, vista su persecución a la prensa-, en la que tres candidatos menores salpicaban algunas marquesinas, alguna tertulia, algunos titulares. Listo para un quinto mandato.
El presidente sólo ha tenido que centrarse en dos cosas: en justificar la guerra en Ucrania contra los "neonazis" de Kiev y para ayudar a los hermanos sometidos, y en prometer más ayudas sociales para hacer frente a las sanciones internacionales que aún no tumban su economía pero amenazan con hacerlo a medio plazo. Salvo el funeral de Navalni, con asistencia de miles de personas estrechamente vigiladas, lo ha tenido todo de cara, hasta victorias en el campo de batalla que no se veían desde hace meses.
Qué se vota y quién vota
Las elecciones rusas, realmente, comenzaron en febrero, para que el proceso se agilice sobre todo en regiones remotas, teniendo en cuenta que la Federación Rusa se extiende por 17,1 millones de kilómetros cuadrados. Eso fue en puntos aislados y habilitó aproximadamente a 1,4 millones de personas para votar en 39 regiones rusas. El grueso del proceso se ha centrado en tres jornadas: desde el viernes 15 hasta este domingo 17. Esta es la primera vez que el país celebrará comicios presidenciales durante tres días seguidos.
Tienen derecho a voto todos los rusos mayores de 18 años -menos los condenados a prisión por lo penal-. En total, están llamados a las urnas hasta 112,3 millones de votantes, entre ellos 1,9 millones que residen en el extranjero, según la Comisión Electoral Central (CEC). Los soldados rusos desplegados en el exterior se encuentran en el grupo de ciudadanos amparados por el voto anticipado. Esta será también la primera elección presidencial con votación online: la opción estará disponible en 27 regiones rusas y en Crimea, anexionada a Rusia en 2014.
Votan los rusos de Rusia y también los ciudadanos de los territorios ocupados actualmente en Ucrania y no reconocidos como rusos por la comunidad internacional. Donetsk, Lugansk, Zaporizhzhia y Jersón se convirtieron en regiones propias en septiembre de 2022, aunque las fuerzas rusas no las controlan por completo y hay combates en parte de ellas.
No es nuevo. Rusia ya ha celebrado votaciones y referendos en esos territorios, argumentando que es la voluntad de los ciudadanos que quedan en esas regiones. Palabra de Putin en su entrevista con el estadounidense Tucker Carlson: "El destino de la gente de Donetsk y Jersón les pertenece a ellos, por eso celebramos referendos: para saber qué es lo que quieren". Kiev lo niega, tajante, y denuncia que sus ciudadanos están siendo sometidos a presiones y amenazas para acudir a las urnas.
Esta vez se vota al presidente del país. La Duma, el parlamento, se remozará en 2026 en unas elecciones legislativas. Si ningún candidato recibe más de la mitad de los votos este domingo, se celebrará una segunda vuelta tres semanas después, el 7 de abril. No será necesario. Está previsto que el ganador de las elecciones -esto es, Putin- tome posesión de su cargo el 7 de mayo.
Se espera que la participación sea más alta que en las últimas elecciones de esta naturaleza, con un índice del 67,5%, y que en las parlamentarias de 2021, que lograron el 51,7%. Para este año, las encuestadoras VTsIOM y FOM la auguran en torno al 71%. El sondeo de la primera firma demoscópica (muy cercana al Kremlin) indica que Putin podría llegar al 82% de apoyos, mientras que el de la segunda se queda en un 80,8%. Cifras de récord, en cualquier caso.
Por qué Putin puede seguir si lleva 30 años
Putin es uno de esos presidentes que conocen las generaciones encadenadas, de tanto tiempo que se pasa en el poder. No es sólo poder de convicción, es que ha cambiado las leyes a su gusto para poder seguir en el Kremlin. Llegó al cargo en 1999 y, en una primera etapa, estuvo hasta 2008, cuando las normas le impedía seguir encadenando mandatos. Puso en su lugar a un títere, Dmitri Medvédev, hoy uno de sus fieles, de los más fieros defensores de la guerra de Ucrania y de los más radicales en su crítica a Occidente. Cuando pudo, e 2012, el de San Petersburgo recuperó el cetro. Hasta hoy.
En 2020, Putin reformó la Constitución durante el 2020, aprovechando la pandemia de coronavirus, introduciendo una serie de enmiendas que le permiten permanecer en el poder por dos mandatos más de seis años cada uno, es decir, hasta 2036 -urnas o remedo de urnas mediante-. Hoy el dirigente tiene 71 años, así que es un boleto a la eternidad, prácticamente. El 76% de los rusos avaló el cambio, que puede situar su reinado en casi 30 años, al nivel de Joseph Stalin, una comparación que no le gusta nada.
En este tiempo, más allá de lo legal, Putin ha hecho lo posible por desmantelar la oposición, por lo que no ha podido tener enfrente a opositores serios que aúnen a los críticos y le planten cara hasta amenazar su fuerza. Por un lado, ha forzado la opacidad de muchas políticas públicas rusas, impidiendo que se conozca la realidad de su gestión, lo que le puede ocasionar críticas y denuncias. Por otro, ha convertido a la disidencia en enemigos del Estado a los que combatir, cerrando sus espacios e impidiendo su presentación en procesos electorales.
Andrew Stroehlein, director editorial y de medios de comunicación para Europa de Human Rights Watch, denuncia que "nadie duda del resultado" de estos comicios porque "los gobiernos autoritarios no celebran elecciones para dar a la gente una elección libre y justa; lo hacen como un espectáculo coreografiado para que la nación y el mundo demuestren que el líder es querido". Ese es el caso ruso. "Resulta sorprendente que estas autoridades se molesten en fingir, pero la ilusión compartida es importante. El fingimiento público refuerza el poder político", añade en una tribuna.
De hecho, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) se ha quejado de que sus observadores electorales no han sido invitados a monitorear la votación de este año y garantizar una "evaluación imparcial e independiente" del proceso electoral. Sin testigos, todo da igual.
La Federación Internacional por los Derechos Humanos (FIDH) ha elaborado un informe en el que habla de la "destrucción de la sociedad civil" en Rusia, que afecta también a las elecciones. Destaca el "intento y logro" de "aniquilar" el espacio cívico y forzar a los opositores, activistas o prensa no seguidista al exilio o el silencio. Cita, por ejemplo, la Ley de Agentes Extranjeros o la de Fake News, que ponen bajo sospecha a todos los que critiquen al régimen. Hoy hay más de 600 presos políticos en la Federación, como el personal de Memorial, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2022. Oleg Orlov, su copresidente, fue justamente el mes pasado a dos años y medio de cárcel por denunciar la guerra en Ucrania. Bajo el brazo, en las vistas, llevaba El Proceso, de Franz Kafka. Clara la metáfora.
Los otros candidatos
Formalmente sí, hay más candidatos que Putin en este 17-M. No superarán juntos ni el 20% de los votos, que es el margen que el Kremlin maneja como "asumible" según la BBC, pero ahí están, ayudando a dar apariencia de legitimidad democrática. Se trata de Nikolái Jaritónov, del Partido Comunista; Leonid Slutski, líder del Partido Liberal Democrático, y Vladislav Davankov, del partido Pueblo Nuevo. Ninguno de ellos cuenta con el apoyo de la oposición rusa.
Como informa EFE, Jaritónov, de 75 años, no es nuevo en el proceso. En 2004 fue designado para competir con Putin en los comicios en los que el jefe del Kremlin fue reelegido por primera vez. Consiguió el 13,69 % de los votos, el peor resultado obtenido hasta entonces por un candidato comunista. "Estuvimos jugando al capitalismo, basta ya", afirma el veterano político ahora en su cápsula electoral.
Promete reducir la edad de jubilación, aumentar el salario mínimo, reducir los impuestos y nacionalizar los activos extranjeros, los principales bancos y las empresas de sectores clave de la economía. También apoya la campaña militar en Ucrania y declara que la única manera de concluirla es con la "derrota aplastante de Ucrania". Expresidente de un sovjoz (empresa agrícola estatal soviética) en Siberia Occidental, sostiene que "Rusia tiene solo dos aliados: su Ejército y su Armada", sentencia pronunciada en su tiempo por el zar Alejandro III.
Por su parte, el líder del ultranacionalista Partido Liberal Democrático de Rusia, Leonid Slutski, de 56 años, concurre a los comicios bajo la sombra alargada del Vladímir Zhirinovski, el carismático fundador de la formación, fallecido en abril de 2022 durante la pandemia del coronavirus. "La causa de Zhirinovski está viva", se afirma en las vallas electorales de Slutski, un claro intento de aprovechar el tirón que tenía el desaparecido líder ultranacionalista y que remeda la consigna soviética "La causa de Lenin está viva".
Vicepresidente de la Duma del Estado, doctor en Economía, respalda la campaña militar rusa en Ucrania, que ha calificado de "lucha geopolítica decisiva contra el nazismo, que es imprescindible ganar". En febrero de 2018 varias mujeres periodistas acusaron a Slutski de acoso sexual y el político, que fue apoyado por muchos de sus pares, denunció ser víctima de una provocación y de un intento de convertirlo en el Harvey Weinstein ruso. "Quiero disculparme con esas chicas de la manera más sincera si dije o hice algo que las lastimó", afirmó posteriormente.
Finalmente está Vladislav Davankov, el candidato de Gente Nueva, una formación de centro derecha de proclamado corte liberal creada en 2020, el benjamín de los candidatos y, según una encuesta que da por ganador a Putin con el 75 % de los votos, podría situarse en segundo lugar con el 6 % de los sufragios. Empresario y diputado desde 2021, Davankov, a sus 40 años, se han convertido en la cara visible de un partido que según la oposición extraparlamentaria surgió con la venia del Kremlin.
Su ascenso comenzó en 2018 cuando fue nombrado subdirector de la organización sin fines de lucro 'Rusia, un país de oportunidades', creada por iniciativa de Putin para promocionar diversos proyectos nacionales. Cinco años después, fue candidato en las elecciones a la alcaldía de Moscú, en las que obtuvo el 5,34 % de los votos.
Promotor en la Duma de leyes como la que prohíbe el cambio de sexo, Davankov se define como defensor de los valores tradicionales. "La guerra es víctimas humanas, sanciones, el dólar a 150 rublos, aumento de los precios de los alimentos. En Rusia 16 millones de personas viven por debajo el umbral de la pobreza. ¿Estamos dispuestos a que sean más?", afirmaba antes del comienzo de la operación militar rusa en Ucrania.
Dos días antes del comienzo de las acciones bélicas, el 22 de febrero de 2022, Davankov defendía el reconocimiento de las independencias de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk. "El presidente (Putin) tomó la decisión correcta. La democracia es cuando discutimos y debatimos hasta que se toma una decisión. Pero una vez que se toma la decisión, hay que actuar", dijo entonces. Sobre el conflicto en Ucrania su programa es categórico: "Paz y negociaciones. Pero en nuestros términos, sin vuelta atrás".
No son, ninguno de los tres, opositores al uso. Los que se la juegan con críticas profundas al sistema no estarán representados por candidato alguno este domingo. Hubo un intento, con Boris Nadezhdin, un veterano que ha ocupado puestos menores y que enarboló la bandera contra la guerra ucraniana, que contaba incluso con el respaldo del fallecido Navalni. Parte de las 105.000 firmas que presentó eran "fraudulentas" a juicio de la Comisión Electoral. Las imágenes de ciudadanos rusos haciendo cola en puntos muy diversos del país para registrar su aval a Nadezhdin habían generado cierta ilusión entre los opositores, por más que las encuestas no le diesen más que un 5% de los votos.
También lo intentó Yekaterina Duntsova, una periodista opuesta al Kremlin, a la que la misma comisión invalidó en la primera fase por errores en los documentos de registro de su campaña. Ni a las firmas llegó. Sin Navalni, ahora los ojos están puestos en su viuda, Yulia Naválnaya, que ha dicho que continuará con la truncada lucha de su esposo, pero sin concretar aún en qué modo y medida, en un líneas rojas invisibles, peligrosas de cruzar. Con todo, la resistencia al régimen persiste y existe una demanda por un movimiento antibélico y anti-Putin, de ahí que no puedan ni presentar candidatos.
El discurso de Putin
El presidente y práctico ganador de las elecciones se ha aferrado a su idea de que Rusia debe recuperar su grandeza de otro tiempo, el llamado "mundo ruso de Putin", de que Occidente ha despreciado su valor y de que hay un enemigo externo que trata de impedirlo. Así ha justificado su invasión de Ucrania y con ese pegamento trata de aunar a la población, silenciando en paralelo a quien diga lo contrario.
Volga Nikitsenka, una asesora política independiente con base en Bruselas, bielorrusa de origen y criada en San Petersburgo, explica que hablar de elecciones como sinónimo de democracia es "reduccionista", como demuestran los movimientos iliberales -entre los que Putin es un "gran inspirador"-. "Sólo votar no es democracia ni estado de derecho", recuerda.
A su entender, en la Rusia de hoy un proceso democrático como tal es "inviable, imposible", porque "Putin ha quemado todos esos puentes y, con él vivo, nada se puede reconstruir". "Al contrario, la asfixia va a más", enfatiza. Denuncia que el estado se ha transformado en "policial", además, que se suma a la "fachada electoral" para componer un dibujo que asusta. "Es peligroso disentir, es peligroso protestar, es peligroso reclamar cambios", sostiene.
En el largo discurso de Putin sobre el Estado de la Nación de febrero, planteó la inversión de miles de millones de rublos en la modernización de infraestructura, la lucha contra la pobreza y la desigualdad y la protección del medioambiente como sus prioridades de Gobierno, en una intervención que tanto le valía al jefe del Estado como al candidato electoral. Uno de los temas que más preocupa a los ciudadanos rusos es justo economía que, a pesar de las sanciones y el aumento de la inflación, sigue al alza. El 8 de marzo, el Ministerio de Desarrollo Económico de Rusia dijo que espera que la economía nacional esté por encima del 2% en 2024, ascenso corroborado el Fondo Monetario Internacional (FMI).
"La inversión en defensa seguirá como uno de los puntos principales de su Gobierno, con proyectos destinados a desarrollar la demografía, los sistemas de Gobierno local y las infraestructuras, más las ayudas e incentivos para contentar a los más quejosos", resume la analista. Pero, sobre todo, incide en la importancia de la idea del enemigo de fuera como pegamento de la nación, a lo que Putin recurre a diario y que ha sido troncal en campaña. "Esa retórica antioccidental duele en cierta parte de la población, que añora el esplendor de otro tiempo. A Putin le permite posicionarse como líder de un bloque antioeste, junto a Irán o China, y le da empaque", señala.
Quedan vivos, apunta, muchos rusos que vivieron otros tiempos y tienen "cierto sentimiento de pérdida, de la que vino de la desmembración de la URSS, en personas que aún piensan que aquello fue una derrota y no un cambio al que cada pueblo se adaptó". "Hay quien quiere recuperar, como si aún fuera suyo, lo que ahora es de otros", incide.
El actual mandatario se ha hecho fuerte en la idea de glorias pasadas, reivindicando figuras como la del emperador Pedro el Grande, "recurriendo a ello en busca de paralelismos, el único líder, el único hombre capaz de recuperar aquello, cuando es un espejismo". Sumado al control de medios de comunicación y a su apoyo en las élites políticas y económicas del país -"Putin no está solo"-, ha consolidado una apuesta a la que nadie le tose.
Nikitsenka habla de una especie de "crisis de identidad" de los rusos, entre lo que fueron y lo que son, de la que Putin se aprovecha para crecer. "Hay mucha gente que es realmente apolítica, no necesariamente proPutin, pero que teme mucho a los cambios porque en Rusia nunca han sido ni muy buenos ni muy tranquilos que digamos. Si se lanzan mensajes como que en Ucrania mandan los nazis, eso agrede a las esencias del país y se ve como amenazante. Termina levantando a la gente", razona, ante la imposibilidad de "otro relato" que el oficial en los medios y en las redes. Ahí están las denuncias de estos días de intentos de invasión desde Ucrania y asedios varios.
"Conformismo pasivo"
Por ahora, ni la prolongación de la guerra, no prevista por los altos mandos de Defensa, ni la pérdida de soldados -el Pentágono calcula que el número de muertos rusos asciende a unos 60.000 y el de heridos a tres o cuatro veces esa cifra, lo que supone un total aproximado de 300.000 bajas- ni el alistamiento de otros 300.000 reservistas que no regresan a casa ha hecho suficiente mella en la población como para revolverse contra Putin. La guerra tiene apoyos, aunque la mayoría quiere también que acabe.
La politóloga afincada en Bélgica destaca que hay miles de rusos que han mostrado "un gran coraje" al ir al funeral y entierro de Navalni, porque "no hay dictaduras homogéneas", pero se duele de que sean minoría. ¿Por miedo o por ideología? Insiste en que la parte del nacionalismo y de la potencia histórica pasada pesa entre el electorado, que confía aún en Putin como "guardián de las esencias" y como el hombre que ya los sacó de la crisis a inicios de los 2000. En esas circunstancias, cree que queda Putin en el poder "para tantos días como la naturaleza o los hombres hagan que esté vivo".
El 86% de los rusos dice hoy que confía en Putin, dice el Centro Levada. Es difícil saber cuán fiable es ese dato cuando sacar los pies del tiesto tiene consecuencias tan serias como la cárcel. ¿Y si llegan muchas bajas en la guerra o las sanciones empiezan a tener un efecto profundo o se produce algún tipo de levantamiento interno? Nadie lo sabe. Lo real es lo de ahora. "En Rusia hay una minoría que busca una voz y una mayoría privada de ella que ha dejado de luchar por ella", resume con transparencia Maxim Trudolyubov, periodista del medio independiente Meduza.
Para Andrei Kolesnikov, investigador del Carnegie Russia Eurasia Center, Putin se apoya sobre todo en dos pilares: el miedo y el "conformismo pasivo". En un análisis publicado por el Real Instituto Elcano, pinta a una sociedad en la que "la culpa y la responsabilidad no tienen cabida", que se ha "adaptado" a la propaganda del mandatario, a su control de los medios, la educación o la justicia. Habla de "indiferencia evasiva aprendida". "Ya no se trata de un régimen autoritario que exige sólo silencio a su pueblo, sino de un régimen semitotalitario (totalitarismo híbrido) que demanda complicidad", denuncia.
Se ha generado una especie de "contrato social" entre Putin y los rusos por el que él se perfila como "líder insustituible", dando una "tranquilidad ilusoria" a su gente, sobre todo a quienes dependen de ayudas para salir adelante. Ha convencido a los ciudadanos de que tras él sólo puede venir el caos por eso el "autogolpe" de la reforma constitucional del 2020 fue bien acogido. Calan sus alusiones a los críticos como "traidores", "manzanas podridas" o "agentes secretos" y su complicidad también con la iglesia ortodoxa, que le ayuda a difundir sus mensajes, especialmente entre personas mayores.
Y están los ricos, de los que pocos se han ido al exilio por su oposición a la guerra. "En el cuarto de siglo que lleva en el poder, Putin ha creado una élite parásita que depende, no ya de la población del país, sino del Estado y la distribución de la renta, de ahí su aceptación de la operación especial", por ejemplo.
Pese al poderío actual, el analista aprecia una descomposición clara que acabará, al tiempo, con Putin. "Es posible que gane a corto plazo, pero está sembrando de minas el futuro del país", defiende, por lo que más le parece "inexcusable e inexplicable" la "posición fetal" del país. "Es posible que haya suficientes recursos durante los próximos años para mantener a flote un régimen que se rige por el principio de 'tras nosotros, el diluvio', pero una existencia que se sustenta en bayonetas y porras policiales nunca podrá ser cómoda. De la misma forma, una consolidación nacional en torno a un líder a partir de una premisa negativa -el odio hacia el mundo civilizado y el distanciamiento de este- nunca podrá ser ni mínimamente estable", advierte.
Mientras las grietas crecen, Putin gana. Y eso, si el mundo no se va la vuelta, es lo que va a pasar este domingo.