Roberta Metsola, dos años y medio capeando la tormenta al frente del Parlamento Europeo
Del Qatargate a la ayuda a Ucrania, la conservadora maltesa se ha enfrentado a una Cámara en tensión. Ahora le toca pelear por el ansiado derecho de iniciativa legislativa del hemiciclo y por reforzar su papel ante el Consejo y la Comisión.
Joven para los estándares de la política pero veterana en la esfera europea, la maltesa Roberta Metsola repetirá al frente de la presidencia del Parlamento Europeo durante dos años y medio más tras obtener el apoyo del hemiciclo este martes y buscará avanzar en la reforma de la institución y consolidar el papel de la Eurocámara.
Metsola se convirtió en 2022 en la persona más joven y la primera de Malta en presidir una institución comunitaria, así como la tercera mujer en presidir el Parlamento Europeo. Además, tras el socialdemócrata alemán Martin Schulz, será también la segunda persona en ocupar la presidencia de la Eurocámara durante dos legislaturas seguidas.
Carismática y bien conectada con el resto de grupos políticos gracias a su trabajo en comisiones clave como la de Libertades Civiles cuando era diputada rasa, la maltesa ha pasado buena parte de los últimos dos años y medio apagando incendios internos como el Qatargate y dirigiendo la respuesta de la institución a los grandes retos externos, como la guerra en Ucrania.
Su mandato empezaba ya con el duro trago de ser el nuevo rostro de una institución que acababa de perder al hasta entonces su presidente, David Sassoli, fallecido una semana antes de que acabara su etapa en el cargo.
Metsola tomó entonces las riendas, primero de manera interina y después de pleno derecho, pero antes de que acabara el duelo por el político italiano se encontró con la invasión de Rusia en Ucrania.
La maltesa asumió entonces, con el pleno apoyo de los grupos políticos, que el Parlamento Europeo se convirtiera en la institución pionera en impulsar la adhesión de Ucrania a la UE y en respaldar a Kiev con armas, asistencia, logística y sanciones masivas a Moscú, un compromiso político arriesgado cuando aún no estaba claro si el país resistiría a las primeras semanas de agresión.
Poco más de un mes después del inicio del conflicto, fue la primera presidenta de una institución europea en viajar a Ucrania.
Sin embargo, no todas sus "primeras veces" fueron positivas: tuvo el triste hito de ser la primera presidenta de la Eurocámara -por exigencia de la Constitución belga- en estar presente en el registro policial del domicilio de un eurodiputado, los primeros compases de lo que se acabaría convirtiendo en uno de los mayores escándalos de corrupción en la institución.
La trama de sobornos en el Parlamento Europeo vinculada a Qatar y Marruecos, conocida como Catargate, supuso un terremoto político en un organismo habituado a ser diana de las críticas sobre la poca transparencia de los gastos de sus eurodiputados o el escaso cumplimiento de sus normas éticas.
Hasta tres eurodiputados, un exdiputado y un asistente parlamentario, entre otros, han desfilado por la prisión provisional y quedado imputados por participación en organización criminal, blanqueo de capitales y corrupción.
Metsola se empeñó entonces en poner en marcha cambios para arrojar luz sobre cómo operan los grupos de presión, los empleos en paralelo de los eurodiputados o las reuniones clave de los legisladores responsables de 'dossieres' importantes.
Aunque organizaciones como Transparencia Internacional siguen siendo críticas y consideran que no se ha hecho lo suficiente, su entorno destaca la dificultad de sacar adelante algunas de las modificaciones en las reglas de funcionamiento de la institución y creen que su legado más relevante es cambiar la dinámica interna del Parlamento.
Aliados y rivales coinciden en que Metsola se ha conseguido quitar de encima la sensación inicial de que podría convertirse en un simple altavoz de su Partido Popular Europeo, ha logrado que no sólo se le relacione con su oposición al aborto y se ha ganado la confianza de los líderes de todos los grupos políticos, con los que mantiene buena relación y se reúne individualmente a menudo.
El gran reto a futuro a nivel institucional es que el Parlamento Europeo consiga su ansiado derecho de iniciativa legislativa y refuerce su papel para con los otros dos grandes organismos europeos, la Comisión y el Consejo, que tienden a no tomar en serio a la Eurocámara. Reducir gastos y reformar la institución serán, según su entorno, claves en este proceso.
"Llevará un tiempo cambiar esta mentalidad", reconoce su equipo. Metsola tendrá, de momento, dos años y medio más para trabajar por ello.