El republicano DeSantis pelea por la Casa Blanca: otro ultra a lo Trump pero con menos carisma

El republicano DeSantis pelea por la Casa Blanca: otro ultra a lo Trump pero con menos carisma

El gobernador de Florida peleará las primarias las expresidente, tratando de mostrarse como una versión mejorada del original. Su carta de presentación: mano dura con los migrantes y el aborto y apoyo a pena de muerte, armas y antigays.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, el pasado abril en un acto de la Fundación Heritage en National Harbor, Maryland.Anna Moneymaker / Getty Images

El Partido Republicano ha sido fagocitado por Donald Trump, ese magnate que coqueteó con diversas tendencias políticas hasta que entendió que el de la derecha era su mejor camino hacia la Casa Blanca. Teniendo en cuenta su papel troncal en la historia de Estados Unidos, desde su fundación en 1854, se esperaría que aún quedase dentro de la formación alguien moderado, sereno, con capacidad para entender que su desnaturalización se agiganta y hay que pararla. Pero si ese alguien existe, desde luego, no tiene por el momento poder para alzar la voz. Así que la alternativa más potente al trumpismo es, hoy, un calco en joven y con menos carisma. Se llama Ron DeSantis, es gobernador de Florida y esta semana ha confirmado su intención de postularse a la Casa Blanca, primarias republicanas mediante. 

Era un secreto a voces, desde hace meses. DeSantis, apadrinado años atrás por el propio Trump y ahora merecedor de su desprecio y sus insultos, ha dado el paso en una puesta de largo accidentada por unos fallos tecnológicos que ya han merecido la primera carcajada de su oponente. Luego, en su primer mitin como aspirante, se ha centrado en uno de los caballos de batalla con los que pretende ganar la carrera: la inmigración irregular. Porque DeSantis es otro halcón, no es un republicano moderado, no es un señor de la derecha clásica, sino uno de esos jinetes del Apocalipsis que dibujan un país hundido que hay que rescatar. Del "Make America great again" de Trump pasamos a la misma idea, dicha con menos gancho: "Nuestro gran regreso estadounidense". "Aspiro a ser el presidente de Estados Unidos para liderar el gran regreso de nuestro país", dijo en su puesta de largo.

Quién es DeSantis

Ronald Dion DeSantis nació en Jacksonville (Florida), en 14 de septiembre de 1978. Católico, casado con la experiodista Casey Desantis, padre de dos niñas y un niño -Madison, Mason y Mamie-, proviene de una familia de clase media, con orígenes en Italia: Ron llegó a ser suboficial en la Marina y luego se dedicó a instalar medidores de audiencia en las televisiones del país; Karen fue toda su vida enfermera de urgencias. Él murió de cáncer hace unos años. Ella, en segundo plano, aparece en numerosos actos de su hijo cuidando de su prole. 

El hoy gobernador de Florida fue jugador de béisbol en sus años de instituto y de universidad. Bueno, al parecer. En 2001 se graduó en Historia en la Universidad de Yale y en 2005, se doctoró en Derecho por la de Harvard. Dos de los templos del saber en EEUU. Cuando ya estaba orientando su vida a las leyes le llegó el reclutamiento en el Ejército y entró en los servicios jurídicos de la Marina. Prestando servicio con ellos como asesor legal estuvo destinado en Irak (con los famosos SEAL, Equipos Tierra, Mar y Aire de la Armada de los Estados Unidos) y en Guantánamo. Se ganó varias medallas. 

Regresó al país en 2008, fue reasignado al Servicio Jurídico de la Región Naval del Sureste y, de seguido, nombrado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos para servir como fiscal federal. Ahí vendría su salto a la política, que dice que siempre le interesó. Entró con fuerza en el Partido Republicano, con la impronta que da el pasado militar de un capitán de corbeta, y en 2012 ya fue elegido para la Cámara de Representantes por el distrito seis de Florida, y reelegido dos veces más. Fue muy activo en las comisiones de Asuntos Exteriores, Judicatura y Reforma Gubernamental, que no son malos cimientos para ocupar el Despacho Oval. En 2016 quiso ser senador, pero Marco Rubio (hoy un crítico de Trump) decidió buscar la reelección y le cerró las puertas. 

Dos años más tarde se convirtió en gobernador de Florida, el más joven de los gobernadores en la historia del país. Primero sacó un margen corto de 32.000 votos a su rival demócrata. Nada que ver con los 1,5 millones de votos que le sacó a su oponente de noviembre del pasado año, pese a una caída del 9% en la participación. DeSantis arrasó en un estado clave, con casi 22 millones de habitantes. 

En estos años, ha tenido tiempo para escribir dos libros: Sueños de nuestros padres fundadores: primeros principios en la era Obama (2011) y El coraje de ser libre: el proyecto de Florida para el renacimiento de América. El segundo, sobre todo, tiene toneladas de comentarios elogiosos de sus correligionarios. 

Lo que hace y lo que piensa

DeSantis se ha elevado sobre una ideología limitante, hipernacionalista, menos populista que la de su rival Trump pero igualmente visceral. Gobierna con los clásicos de la derecha a flor de piel, en sus querencias y en sus odios, convertido en una de las voces más escuchadas en la llamada "guerra cultural" entre la derecha y la izquierda de Estados Unidos. Entra en todos los charcos,  en todos con posiciones extremas: aborto, familia, homosexualidad, educación, inmigración, sanidad, empresa. Derecha pura. "La libertad vive aquí", dijo al conocerse su victoria del pasado noviembre, ("Soy Isabel Díaz Ayuso y apruebo este mensaje", casi se oye de fondo). 

No es lo que dice, que también, sino lo que hace. Porque lleva sus planes a ejecución y eso es lo que gusta a sus electores. Ha aprobado una batería de leyes muy polémicas pero que han gustado a su público en Florida hasta hacerlo indiscutible en el timón. Un somero repaso da cuenta de cómo es. Por ejemplo, empezó con una ley popularmente conocida como "No digas gay", que prohibía a los maestros abordar la identidad de género y la orientación sexual en los colegios; empezó por Infantil y Primaria y luego subió a la Secundaria, donde sólo se salvan los cursos de salud o reproducción. Los profesores que la violen pueden ser suspendidos y apartados de la docencia. 

A ello sumó, poco después, un decreto que impide a las mujeres transexuales participar en deportes femeninos. "En Florida, las mujeres van a practicar deportes de mujeres y los hombres van a practicar deportes de hombres", sentenció. 

Luego vetó una serie de libros relacionados con la comunidad LGTBI, la identidad de género, la raza, las minorías los negros y la historia de la esclavitud en EEUU, entre otros. Se puede debatir "de una manera apropiada para la edad, sin que adoctrine o persuada a los estudiantes", pero la definición es tan amplia que cabe mucha tijera. Los centros y bibliotecas tienen que informar de qué libros tienen para que ellos puedan decidir a cuáles se accede y a cuáles no. Un PIN parental local. 

Ya este año, DeSantis ha esprintado en cuanto a leyes polémicas. En febrero, tomó el control de uno de los totems empresariales de Florida, Disney World, que hasta ahora tenía un estatus especial que lo convertía casi en un ayuntamiento propio. Por orden del gobernador se reemplaza la junta que administraba el recinto, en su mayoría personas vinculadas a Disney, con un cuerpo de cinco miembros que él designó personalmente. Hay quien dice que las críticas de la empresa a la ley "no digas gay" enfadaron al republicano. 

En abril aprobó una ley "de seguridad pública" que hará que, desde el 1 de julio, los residentes en Florida puedan portar armas ocultas en espacios públicos, sin necesidad de tener un permiso. Antes hacía falta un permiso y una capacitación especial para llegar estas armas. Tras el tiroteo en Parkland (Miami) que dejó 17 muertos en 2018, DeSantis pensó que en vez de menos armas a lo mejor eran necesarias más. Eso sí, había que incrementar las condenas, porque el condenado por ese casi sólo se llevó una cadena perpetua. Es por eso que ha reforzado la pena de muerte en su estado: ahora elimina el requisito de la unanimidad por parte del jurado para decidir la sentencia final. Hasta ahora, todos los miembros del jurado debían estar de acuerdo con esa recomendación. 

En cuanto al aborto, la Ley de protección de los latidos del corazón -que gustaría a Vox- reduce la prohibición de abortar de las 15 a las seis semanas de gestación. Da igual que a esas alturas a veces una mujer no sepa siquiera si está embarazada ni haya latido en sí. La norma incluye excepciones como violación, incesto y trata de personas hasta las 15 semanas, así como condiciones fetales fatales.

Más allá de las leyes, ha sido polémico porque ha cargado contra las políticas de discriminación racial llamándola "agenda socialista", desde el desprecio. A su opositor en la carrera a gobernador, el demócrata Andrew Gillum, se refirió como "mono", siendo afroamericano. Si por sus hechos los conoceréis, hay más: se sumó a un grupo de gobernadores republicanos para mandar migrantes sin papeles a estados demócratas (algunos se los enviaron hasta a la casa de la vicepresidenta, Kamala Harris). "Que los atiendan ellos", justificó. 

Y está el coronavirus: alineado a los negacionistas, abrió las escuelas antes que nadie, aún con picos altos de pandemia, se negó a que las mascarillas fueran obligatorias e hizo lo mismo con las vacunas en las escuelas o centros de trabajo, haciendo constantes declaraciones en las que ponía en tela de juicio no ya la utilidad de las vacunas, sino sus compuestos y sus efectos. Florida fue el tercer estado con más muertes en todo EEUU. 

De aliados a rivales

En su primera pelea por el cargo contó con el apoyo expreso de Trump, que no se cansaba de hablar de este "chico listo", "hombre inteligente", que "ama a su gente". DeSantis, por su parte, le echaba flores como el "líder" que el partido necesitaba y se bautizaba, orgulloso, como un "guerrero" al lado del magnate. La prensa decía que eran "grandes aliados". El floridense se vanagloriaba de que había enseñado a sus hijos a decir: "Que América vuelva a ser grande". Si le preguntaba la prensa en que puntos tenía desacuerdos con Trump respondía que en ninguno. 

DeSantis comenzó a elevar la cabeza en el plano nacional y hasta internacional mostrando un rostro duro del republicanismo. Por ejemplo, fue un perro de presa contra el fiscal especial Robert Mueller, que investigaba la intervención rusa en las elecciones a la Casa Blanca de 2016. 

Pero ese tiempo pasó. Las aspiraciones presidenciales de DeSantis, que han ido de la mano de sus críticas a Trump por su histrionismo o sus problemas con la justicia, han alterado las vibraciones. En las elecciones de mitad de mandato de noviembre, cuando los republicanos ganaron pero sin la ola esperada, en parte, por los desbarres del exmandatario, Trump y DeSantis llegaron a estar haciendo campaña el misma día en la misma ciudad y ni mirarse ni lanzarse un guiño.

El millonario llama a su adversario constantemente desanctimonious (mojigato, meapilas), ha puesto en duda la "lealtad y la clase" del antiguo militar y hasta ha amenazado con tirar de la manta y desvelar datos comprometedores de DeSantis si iba a por todas en las presidenciales. Habla de "niños", de "menores", y deja caer que tenía fiestas salvajes con sus estudiantes en un breve tiempo en que fue maestro, "siempre" regadas de alcohol. El gobernador replica: "No paso mi tiempo intentando ensuciar a otro republicano". 

Las posibilidades 

El americanista Sebastián Moreno explica que el desafío mayor de DeSantis es "convencer a algunos seguidores de Trump menos entusiastas de que él es una versión mejorada, más joven, con más años por delante, respecto al original". Porque, de base, se distingue poco del expresidente. "En unas primarias de partido hay una serie de postulados comunes, lo que hace que uno sea demócrata o republicano. Él tiene que buscar cómo diferenciarse, cuando no tiene ni el carisma ni el desparpajo de su rival, pero tampoco su lista de asuntos pendientes con la justicia", indica. En el tema de la edad, 44 años frente a 76 años, hace mucho hincapié el gobernador. "Este país necesita un presidente vigoroso, capaz de cumplir dos mandatos", repite. 

Las encuestas en este momento son favorables a Trump, que saca entre 20 y 25 puntos de intención de voto (sacaría un 21% de los sufragios en el mejor de los casos) de entre los simpatizantes republicanos por encima de De Santis. La carrera es entre ellos dos, porque no hay otros contrincantes con peso ahora mismo. La exembajadora en la ONU, Nikki Haley, les sigue muy de lejos. "EEUU merece una elección, no un eco", dice Haley para denunciar que Trump y DeSantis son lo mismo. 

El de Florida está tratando de diferenciarse del de Nueva York "adelantándolo por la derecha", dice Moreno, haciendo bandera de temas como los indocumentados, las armas, el aborto. "Sólo movilizando a los extremos se ganan unas primarias en las que el corpus ideológico es común entre correligionarios", insiste. Recuerda que la actividad del actual presidente, Joe Biden, ha sido "intensa" en lo legislativo, y que la economía, que suele ser esencial a la hora de inclinar la balanza en unas elecciones norteamericanas, se está estabilizando. "Con el paro en cifras buenas como no se veían en 60 años, con poco más del3%, con la inflación mejorando pese al postcovid y la guerra de Ucrania... la derecha se aferra a otros temas muy suyos", aclara. 

Afina que en las midterms de noviembre las posiciones duras sobre derechos reproductivos de las mujeres o armas hicieron perder algunos apoyos a los republicanos, por eso entiende que la verdadera apuesta para arañar apoyos será la inmigración irregular. "Sólo el 3,7% de la población de EEUU es inmigrante, con papeles o sin ellos. No hay avalanchas ni récords, pero hay tensiones en la frontera con el fin del Título 42. Lo sacarán a flote, DeSantis ya lo está haciendo a diario", explica. Y concluye: "es una narrativa que funciona, dentro y fuera del partido".

Es poco lo que tiene DeSantis para hacer campaña, pero el analista previene ante el pesimismo porque, recuerda, las causas abiertas que quedan contra Donald Trump en los tribunales son las más serias, tras los casos de falsificación de documentos de Stormy Daniels y los abusos sexuales a E. Jean Carroll, y pueden alterar la campaña hacia las presidenciales de 2024. "Difícil lo tiene, pero no imposible". No hay que perder de vista que hay sondeos nacionales que han dicho que, en un cara a cara con Joe Biden, hay quien lo prefiere a Trump.

Ahora mismo, el apoyo "fuertemente favorable" de sus compañeros republicanos lo tiene en un 33%, diez puntos menos que a principios de año, según un sondeo de Fox; es ese un dato clave para saber los apoyos bien movilizados de cada candidato. Trump logra más del 50%. Hace cinco meses, apenas se llevaban tres puntos de diferencia. El 68% de los votantes republicanos quieren que se presente a las primarias, lo que es un buen dato, pero es que Trump, lo tiene mejor, 76%, y es que DeSantis, lejos de remontar, lo que hace es perder simpatías (estaba en un 79% en diciembre). Las encuestas dicen que no capta a la base trumpista, a los votantes de clase media-baja y por eso se está volviendo "más y más agresivo".

DeSantis tiene por delante también el reto del dinero, de las donaciones de campaña. ¿Quién va a apoyarle, con lo fuerte que está Trump? "Hay cierto consenso en el republicanismo en que DeSantis tiene futuro porque es joven es firme, es inteligente. Sin embargo, debería ser más ágil, menos plano, cambiar su dura personalidad, para llegar a más gente, donantes incluidos", indica el americanista. Según la BBC, ahora mismo cuenta con 88 millones de dólares en un fondo, que no es poco dinero propio pero apenas da para pipas en la campaña a 2024, y podía añadirle 30 más de una especie de comité de campaña de posibles aliados. 

Por ahora, pese a las diferencias, hay una cosa clara: no hay otro nombre entre los conservadores que suene ni de lejos para hacerle algo de pupa a Trump. Hoy el duelo es sólo con DeSantis. Habrá que ver su evolución como candidato, los escándalos de su oponente y los nuevos nombres por surgir. Las primarias no serán hasta el verano del año que viene. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.