¿Qué soluciones hay para una Venezuela estancada?

¿Qué soluciones hay para una Venezuela estancada?

Pasado un mes de las elecciones, Maduro sigue reinando en Miraflores y la oposición trata de mover la calle, con su candidato escondido. Los intentos internacionales de desbloquear la crisis fracasan por ahora. Las actas, a las claras, aún no se han visto. 

Cientos de venezolanos exiliados se manifiestan por el reconocimiento del triunfo opositor, el 17 de agosto pasado, en las calles de Lima (Perú).Connie France Calderón Martel / Anadolu via Getty Images

Venezuela está en la encrucijada. Esta semana se ha cumplido un mes de las elecciones presidenciales del 28 de julio y el país sigue sumido en una crisis política sin precedentes. El actual presidente, Nicolás Maduro, se proclamó vencedor en la noche electoral, apoyándose en los datos del Consejo Nacional Electoral (CNE) de su cuerda. Más tarde, el Tribunal Superior de Justicia venezolano -también políticamente significado en un país donde no hay serios problemas de separación de poderes- avaló ese triunfo. La oposición, más unida que nunca, se niega a reconocer ese resultado porque, con esfuerzo, ha ido accediendo a la mayor parte de las actas oficiales y sostiene que la victoria fue suya, y arrolladora. 

El chavista prometió que ganaría estos comicios "por las buenas o por las malas" y en ello está. Los informes de los escasos observadores del Centro Carter concluyen que no fueron unas elecciones limpias. La misma lectura que hacen Naciones Unidas, la Unión Europea o Estados Unidos. Incluso gobiernos de la izquierda latinoamericana, sin medias tintas, han dicho públicamente que el resultado no es fiable y han reclamado que se den todos los datos de votación desglosados por centros y mesas de votación. 

La disidencia insiste en los datos que ha publicado en su web: más del 80% de las actas electorales guardadas por los testigos dicen que su candidato, Edmundo González Urrutia -hoy en paradero desconocido, protegido ante el miedo de arresto- obtuvo el 67% de los votos, mientras que Maduro habría logrado el 30%.

Al cumplirse un mes de la polémica cita con las urnas, manifestaciones cruzadas de simpatizantes y críticos con Maduro han salido a las calles de todo el país, en un pulso sostenido que nadie sabe cuánto puede durar. El país parece en un callejón sin salida, como ha pasado en elecciones anteriores, cuyo resultado se ha puesto también en tela de juicio, o en levantamientos populares como el que siguió a la autoproclamación de Juan Guaidó como "presidente encargado" del país.

Maduro, por ahora, como el que oye llover. Ha azuzado a los suyos, con actos diarios, mientras se apoya en los avales electorales y judiciales que nadie ve limpios, y también ha acometido una remodelación de su Ejecutivo que, dice, busca "acoplar la fuerza" de su equipo a la nueva era. Se escuda en el inicio de la legislatura para justificar los cambios, que suponen un premio para la línea dura del chavismo, con premio para los interlocutores más duros, lo que resta esperanzas a los disidentes. 

¿Qué salidas le quedan entonces a Venezuela? Algunas ya se han puesto sobre la mesa. Por ejemplo, Brasil y Colombia, que son países gobernados por la izquierda (Lula da Silva y Gustavo Petro, respectivamente), han pedido la repetición de elecciones o, en su defecto, la creación de un Gobierno de unidad, de transición, que ponga al Estado y su bienestar por encima de la pelea y desemboque en unos comicios libres y con garantías. El modelo es el de la Colombia de los años 60, con el Frente Nacional Colombiano. El México de Andrés Manuel López Obrador, que completa el trío de países progresistas que están buscando soluciones a la crisis, se desmarcó de esta propuesta. Por ahora importa poco, porque tanto opositores como oficialistas han dicho no. 

Tampoco gusta a Estados Unidos, que apuesta por la legitimidad de la victoria de los disidentes, o a organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch, que consideran que sería una "burla" al principio democrático básico que es respetar el voto, y ese voto se emitió ya el 28 de julio.

Los tres países que empujan más desde fuera para desbloquear la situación confiaban en esperar la decisión de los jueces sobre el resultado y hasta airearon la posibilidad de una amnistía general para Maduro y su gente si se llegaba a un reconocimiento de la derrota, si se daba un paso al lado. Un plan propuesto por Washington, según el diario The Wall Street Journal. Eso dejaría en el limbo las posibles violaciones de derechos de la represión gubernamental, dice también HRW. Y si se repiten elecciones, ¿quién da garantías de que, ahora sí, pueden concurrir todos los partidos, no se encerrará en prisión a sus candidatos, se dejarán de perseguir sus actos de campaña o se liberará a los disidentes injustamente arrestados?

El propio Edmundo González Urrutia, en realidad, ha sido ya una "tapa", o sea, un repuesto, porque no iba a ser él quien liderase la lista unificada. La elegida, la gran movilizadora, la mujer con más apoyos desde el desdibujado Guaidó, era María Corina Machado. Sin embargo, una inhabilitación judicial imposibilitó que diera el paso. Luego se intentó con otra mujer, Corina Yoris-Villasana, quien no no pudo formalizar su postulación por un supuesto fallo informático. Al final, el chavismo eligió a quien tuvo que enfrentarse a Maduro. Hoy, González se ve citado por la fiscalía, ante la que se niega a comparecer, y que lo amenaza con mandarlo arrestar. 

Cómo desbloquear la crisis

Jorge G. Castañeda, que fue secretario de Relaciones Exteriores de México entre 2000 y 2003, actual profesor de la Universidad de Nueva York, ha escrito para la CNN un análisis de enorme proyección en el continente americano en el que plantea tres posibles soluciones para Venezuela, a la luz de los acontecimientos. 

"Primero, que los tres países latinoamericanos, junto con Chile [el también izquierdista Gabriel Boric ha hablado de "dictadura" al referirse al Gobierno de Maduro], expidieran un ultimátum: si dentro de un plazo breve y razonable Maduro no entrega las actas, desconocerían sus resultados y darían por ganador a González", señala. Cuanto más tiempo pase sin que se entreguen las actas, más días tienen los equipos oficialistas para alterarlas, por más que sea muy complicado hacerlo. 

María Corina Machado y Edmundo Gonzalez, el pasado 30 de julio en una protesta masiva en Caracas tras las elecciones.Alfredo Lasry R / Getty Images

En segundo lugar, dice el analista, "todos participarían en una reunión extraordinaria" de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para invocar la Carta Democrática Interamericana y "aplicar sanciones a Venezuela de diverso tipo". Ya el Consejo Permanente de la citada organización aprobó por consenso una resolución que urge a la autoridad electoral venezolana a publicar el resultado contenido en las actas de la elección presidencial, en un contexto de alta preocupación no sólo por la democracia en juego, sino porque un tercio de los venezolanos ha dicho que, si Maduro continuaba en el poder, ellos se marcharían del país, y son los estados vecinos los que ya están soportando en gran medida el peso de los ocho millones de exiliados actuales. 

Pese a ese comunicado, la OEA tiene las competencias que tiene, por lo que el autor reconoce que estamos "lejos" de esa salida. Aún así, se plantea también el escenario de que Estados Unidos vuelvaa a imponer sanciones "en materia petrolera" y "los demás, en lo que cada uno deseara: conexiones aéreas, comercio, turismo, cierre de fronteras, flujos financieros, etc. La Unión Europea haría lo mismo", entiende.

En tercer lugar, añade Castañeda que "convendría que los brasileños y los mexicanos hablaran con tres aliados de Maduro, dos lejanos y otro en el corazón de la gobernanza venezolana", esto es, China y Rusia, más Cuba. Sobre los dos primeros, se sabe que son cercanos a Maduro, pero no como lo eran a su antecesor, Hugo Chávez. Hay dudas sobre los lazos con Pekín y Moscú en los últimos años, que parecen flojear. "Es difícil saber hasta dónde persiste la asistencia rusa y china a Caracas. Se ha informado que China se desencantó con sus compras anticipadas de petróleo hace algunos años, y que Venezuela ya no paga sus deudas, ni con crudo ni con dólares. Rusia envía buques de guerra para profundizar los lazos con Maduro, pero su cooperación es limitada", indica el análisis.

Pese a ello, los dos forman parte de los países BRICS, donde está también Brasil, y si Lula media podrían ser "sensibles" a la hora de "coadyuvar a la construcción del puente de plata para Maduro, si en algún punto esto traerá alguna distensión con Washington (sobre todo en el caso de China; el de Rusia se antoja más complicado)".

El régimen de Miguel Díaz-Canel es, sin embargo, el que guarda la mejor llave para abrir la caja de las soluciones. Alude el autor a que Cuba "mantiene un fuerte dispositivo médico, deportivo, militar, de seguridad y de inteligencia en Venezuela, desde hace por lo menos 20 años". Y más aún: los agentes cubanos en suelo venezolano "aseguran la integridad física de Maduro y de los principales dirigentes chavistas, vigilan a la Fuerza Armada para evitar deslealtades y tentaciones golpistas, y se encargan de todas las tareas de inteligencia de un régimen autoritario". En buena medida, dice, "es gracias a ellos, y a pesar de adversidades mayúsculas de toda índole, desde 2002 no se ha producido ningún intento de asonada". Así que "nadie tiene influencia en Caracas como los cubanos".

Cuba pasa por su propia crisis, acuciante, que cada vez genera más contestación interna, y sola no puede salir. La tesis del mexicano es que necesita, forzosamente, de la ayuda de Estados Unidos. Y ahí puede estar, también, la clave para Venezuela: "El quid pro quo parece evidente: si Cuba coopera para encontrar una salida en Venezuela, Washington buscaría cómo ayudar a Cuba a salir de su calvario". En el pasado, Raúl Castro rechazó ese plan, pero los tiempos son otros; la debilidad de La Habana, mayor. "En cualquier caso, sin el visto bueno cubano, ninguna propuesta interna o externa podrá prosperar" en el caso del bloqueo en Caracas. 

Es muy importante tener en cuenta, además, que EEUU va a intentar salir de este atolladero cuanto antes, porque Venezuela no entraba en su agenda en pleno año electoral y arrastrando ya frentes como Palestina-Israel, Irán, Rusia o China. Teme que le descalabre aún más la política exterior y, sobre todo, la nueva llegada de migrantes vía Colombia, el tapón del Darién, toda Centroamérica y, al fin, su propia frontera. Justo en materia migratoria, la aspirante demócrata a la Casa Blanca, Kamala Harris, no ha estado especialmente acertada en su tiempo como vicepresidenta. Y para su contrincante, el republicano Donald Trump, la extranjería es una de sus armas arrojadizas favoritas. 

Nicolás Maduro, en la denominada Gran Marcha Mundial por la Paz del pasado 17 de agosto, en Caracas.Alfredo Lasry R / Getty Images

El americanista Sebastián Moreno entiende que estos escenarios planteados por Castañeda están "todos sobre la mesa". Sobre la celebración de elecciones, lo ve "muy lejano", porque "las dos partes lo rechazan y no habría consenso el en cómo hay que volver a llamar a las urnas: que puedan concurrir todos los candidatos, que haya observadores internacionales fiables, que sean verdaderamente libres, en suma". "Maduro está endureciendo el tono y se mantiene en sus trece, su posición es rígida. Cree que con un cambio de ministros ya hay limpieza suficiente", indicó. 

Una salida negociada, cuando las espadas están en todo lo alto, no la ve "para ya". "Hay resistencia y falta de flexibilidad por las dos lados, por motivos muy distintos. En estos meses se habían retomado los contactos y, de hecho, las elecciones son fruto de un acuerdo entre opositores y Gobierno, pero algo se ha roto ahora, más aún, porque los disidentes son claros a la hora de decir que se les han robado las elecciones. También porque Maduro ha encumbrado en su gabinete a personas que pondrán aún más duro el diálogo, ya no digo un cogobierno. Es complicado que haya fracturas internas en el seno del chavismo, los críticos son silenciados o apartados". 

Hay una salida "inmediata e intermedia" que es la presentación de las actas y una auditoría "imparcial e independiente", que es lo que piden, entre otros, los más de 30 exmandatarios de la Iniciativa Democrática de España y las Américas. Entre ellos están los conservadores españoles José María Aznar y Mariano Rajoy. 

"Más allá de que Maduro no los va a escuchar, porque hablan de las elecciones como un golpe de estado, lo que proponen es lo planteado por la mayoría de Gobiernos occidentales. Ha pasado un mes, ha podido haber cambios, pero creo que aún en tiempo de dar esa transparencia antes de que las cosas vayan a peor. Desde luego, no se debe esperar a que Maduro jure de nuevo el cargo en enero", apunta. 

Moreno llama a estar muy pendientes de las manifestaciones que se produzcan en las calles de Venezuela estos días, más aún en función de lo que ocurra con González Urrutia y su riesgo de detención. "No están siendo las protestas masivas y diarias de 2019, aunque tampoco hay que desdeñar la fuerza de la oposición. Hay que entender que, al cansancio, se suma el miedo a la represión del Gobierno", afina. Si los llamamientos internacionales se mantiene y se suman nuevos actores cercanos al chavismo, "la presión puede ser mayor".

Pero, ¿puede ser una presión que cambie cosas, de raíz? No lo ve claro si no se cuenta con el apoyo de las Fuerzas Armadas, que hoy están del lado de Maduro. "Si esa presión sigue, quizá puede haber fisuras en el seno del ejército pero partimos de la base de que los uniformados y sus mandos están muy apegados al oficialismo. Se vio en el levantamiento de Guaidó, que hasta propuso una amnistía. No se puede olvidar", expone. Hablar de un derrocamiento de Maduro "mixto", por la fuerza de lo civil y de lo militar, no parece "muy factible", incluso aunque se le dieran garantías de seguridad para dejar el país. 

Hablando de Guaidó, rechaza que el candidato opositor, el exembajador González, haga lo que él y se proclame "presidente escogido o algo parecido". Entonces, cuando Guaidó presidía la Asamblea, "no salió bien, ni siquiera con el amplio reconocimiento internacional que logró". "Ahora la oposición está más unida que entonces, pero aquel fracaso pesa en la memoria. Y "no parece", dice, que vaya a haber una mayor intervención mundial que hace cinco años. "La UE, a través de Josep Borrell, le acaba de negar la legitimidad democrática a la reelección de Maduro, pero de las palabras hay que pasar a los hechos y por ahora no se anuncian ni nuevas sanciones", toma como botón. 

En el caso del historiador sevillano, el escenario que ve más factible es una "consolidación autocrática" de Maduro. "Más represión, por ejemplo", y medidas como el cambio de gabinete "para ganar tiempo". Si tiene un toque leve de sus aliados, "puede que apueste por algunas mejoras económicas, quizá, pero no mucho más", entiende. Nada que resuelva la crisis de legitimidad actual. 

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Como Castañeda, insiste en la "complejidad" del nudo venezolano y en que "no hay soluciones mágicas ni milagrosas". Lo que ocurre es que, esta vez, el escenario es insólito y obliga a romperse la cabeza en la búsqueda de nuevos enfoques y propuestas. Los ciudadanos esperan.