Qué implica una posible invasión terrestre de Líbano por Israel para frenar a Hizbulá
Tel Aviv ha llamado a dos brigadas de reservistas al norte y confirma que prepara el terreno para poner sus botas en el país vecino. Pero los riesgos son importantes, como los llamamientos internacionales para que haga lo contrario, firmar una tregua.
La opción está sobre la mesa: Israel ha reconocido oficialmente que estudia la posibilidad de iniciar una invasión terrestre de Líbano, en su empeño de degradar las estructuras de Hizbulá, destruir sus almacenes y silos, alejarlo de la frontera común y "cambiar la realidad" creando una zona de amortiguación que permita el retorno a casa de los 60.000 israelíes desalojados del norte por el lanzamiento de cohetes del partido-milicia libanés.
Es una opción arriesgadísima, tanto por la resistencia que puede encontrar como por las complicaciones del terreno -que su adversario conoce infinitamente mejor-, la posibilidad de bajas masivas en sus filas y entre los civiles y la oposición a ese paso expresada por buena parte de sus aliados occidentales. Pero el Gobierno de Benjamin Netanyahu, apoyado en ultranacionalistas y religiosos, lo ve con buenos ojos.
Se aferra a la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, con la que se acabó la guerra de 2006, que exige un cese total de las hostilidades entre Israel y Hizbulá, la retirada de las fuerzas israelíes de Líbano para ser reemplazadas por fuerzas libanesas y de la UNIFIL -la misión ONU- desplegándose en el sur de la nación árabe, y el desarme de grupos armados, incluyendo el Partido de Dios.
El Ministerio de Exteriores de Israel insiste en que el texto "ordena la retirada de las fuerzas de Hizbulá en Líbano hasta el norte del Río Litani, a fin de evitar la proliferación del terrorismo" y eso no se ha cumplido por su parte, pero es que esa resolución lleva años siendo violada bilateralmente por los dos rivales. Ahora, Netanyahu insiste en que ha llegado el momento de cambiar el statu quo actual llevando más lejos a los que EEUU o Europa consideran "terroristas", creando un colchón que impida la llegada de cohetes o misiles a su territorio, por más que el arsenal de los chiíes haya mejorado notablemente con el patrocinio de Irán y sus armas puedan alcanzar hoy cualquier rincón del vecino del sur.
El primer ministro, ante las peticiones de tregua lanzadas este jueves por sus aliados occidentales, de EEUU a Francia, se ha mostrado inflexible y ha insistido en dar "instrucciones a las Fuerzas Armadas para que continúen los combates con toda su fuerza y de acuerdo con los planes que le fueron presentados" ayer mismo. "Toda su fuerza" no es tregua ni alto el fuego. "Toda su fuerza" sigue contemplando poner botas sobre el terreno, ocupar un país como Líbano, reconocido por toda la comunidad internacional, no como el pedazo palestino que es Gaza. Una agresión en toda regla que podría inflamar Oriente Medio.
Emile Hokayem, analista del británico Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), recuerda que Israel ya está lanzando contra Líbano una de las campañas de bombardeos más intensas que se recuerdan en tiempos modernos, por el número de muertos y de objetivos alcanzados con éxito, y por eso "sigue debatiendo los méritos de una campaña terrestre". "Para Israel, lanzar una campaña terrestre para apoderarse del territorio libanés está ahora sobre la mesa, aunque no parece ser ese el curso de acción preferido, ya que enredaría a las fuerzas israelíes en una sangrienta ocupación durante años", defiende.
A su entender, "esperará lograr el éxito basándose únicamente en su campaña aérea y obligar a Hizbulá a aceptar una retirada mediada por Estados Unidos y Francia"; es la opción más factible, después de haber sabido añadir a esta contienda un factor sorpresa: pasó de la escalada "controlada y regulada", el clásico toma y daca de estos meses, a golpear "con inteligencia y fuerza aérea", dejando a Hizbulá algo perdido. El problema es que no hay un plan para el día después y eso sería más complicado de asumir si hay entrada en suelo libanés, con el coste que conlleva.
El jefe del Estado Mayor israelí, Herzi Halevi, parece que reconoce la realidad de que cualquier incursión terrestre, si se ordena, sería difícil y encontraría oposición. "Estamos preparando el proceso de una maniobra, lo que significa que las botas militares, las botas de maniobra, entrarán en territorio enemigo, entrarán en aldeas que Hizbulá ha preparado como grandes puestos militares avanzados, con infraestructura subterránea, puntos de preparación y plataformas de lanzamiento en nuestro territorio [desde donde] llevar a cabo ataques contra civiles israelíes", dijo a las tropas de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) el miércoles pasado.
"Al entrar en esas zonas con fuerza, al enfrentarse a los agentes de Hezbolá, les demostrarán lo que significa enfrentarse a una fuerza profesional, altamente cualificada y con experiencia en combate. Llegarán mucho más fuertes y con más experiencia que ellos. Entrarán, destruirán al enemigo allí y destruirán decisivamente su infraestructura", añadió, según recoge Reuters.
Ya se han llevado dos brigadas al norte para hacer "maniobras terrestres" en la zona, pero no se sabe si es un número suficiente para emprender la invasión (cada brigada suele tener unos 3.000 efectivos, máximo 5.000), si es un paso preparatorio o sólo intimidatorio, si es parte de lo por venir realmente o de la guerra de propaganda. Sea como sea, la sensación de que hay algo nuevo más cerca es vívida.
El teniente coronel español José García, ya retirado, expone algunos de los inconvenientes más claros de ir a por todas. "Como ya se vio en la guerra de 2006, Hizbulá tiene un enorme conocimiento y dominio del terreno que controla en el sur de Líbano. Es una zona complicada por orografía, con mucha vegetación y rocas, en la que tiene sus silos de armas, campos base, trincheras y lanzaderas de proyectiles. Es muy posible que la zona esté minada o cubierta de explosivos para repeler incursiones", indica. También, dice, hay informes de inteligencia que avisan de la construcción de túneles subterráneos como los de Hamás en Gaza para esconder a los combatientes.
En ese espacio "ideal para jugar al ratón y al gato, a las emboscadas y las trampas", se esconde una milicia "que ha evolucionado sensiblemente" desde la contienda de hace casi 20 años, con sus miembros "rodados en la guerra de Siria, apoyando a Bachar el Assad, y con nuevos aportes de armamento por parte de Irán". Hizbulá es uno de los integrantes del llamado Eje de Resistencia, los principales grupos apoyados por el Régimen de los Ayatolás en Oriente Medio y que tienen a Israel en la diana. "Pueden presentar guerra de guerrillas y más sofisticada, todo a la vez. Por más que hayan sufrido un golpe importante en sus comunicaciones [en alusión al ataque a los buscas y los walkie-talkies de la semana pasada], son los que mejor conocen el terreno", concluye.
El Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) destaca en sus informes más recientes que el grupo se ha hecho ahora con misiles antitanque, que pueden atacar a los blindados de Israel si cruzan la frontera, además de morteros que dirigirían a la infantería enemiga, en "una cuarta de terreno", como dice García, en la que la travesía "no es sencilla, entre monte, zonas agrícolas y carreteras muy expuestas".
La predicción del CSIS y del veterano militar sevillano es que, si Israel entra, puede verse enredado en una ofensiva que no sea rápida ni limpia ni segura, a base de ataques y contraataques, porque Hizbulá sigue teniendo poder de respuesta. El lanzamiento del primer misil balístico contra el centro de Israel, ayer, es un ejemplo de ello. "Claro que Hizbulá sufriría daños, porque las FDI van a seguir en paralelo usando su aviación y sus drones, pero creo que tienen margen para recomponerse, que fue lo que les pasó en 2006, sosteniendo el conflicto durante 34 días y forzando a una salida diplomática. Entonces, Israel no ganó y la fuerza ideológica de la causa de Hizbulá sigue intacta o incluso amplificada por la guerra en Gaza", recuerda.
No quiere dar una imagen débil de Israel, no obstante. "Ha mejorado en sus medios, muy potentes, tanto en protección como en ataque, sus tanques están mejor blindados, su poder de fuego es mayor, la profundidad en sus operaciones se ha ampliado desde entonces y eso hay que tenerlo en cuenta", afina.
Y, sin embargo, vuelve a los riesgos: está en un momento, dice, en el que las órdenes militares se han puesto en tela de juicio por el fracaso al prevenir el 7 de octubre en Gaza y en vencer a Hamás, después. "Hasta se cuestiona en estos días si se cambia al ministro de Defensa", dice, en referencia a Yoav Galant, que no hace más que chocar con Netanyahu. "Sus fuerzas están sobrecargadas, actuando en Gaza, Cisjordania y Líbano, con mucho cansancio acumulado. Le faltan manos y, las que están, están agotadas. Una invasión terrestre podría no ser rápida", ahonda. La pregunta es hasta cuándo podría aguantar el despliegue, "sin contar con la pérdida de vidas civiles y las presiones diplomáticas que eso generaría".
Por eso tiende a pensar que "seguirá preparando el terreno por si lanza la ofensiva terrestre y seguirá desgastando a Hizbulá" en las próximas horas. ¿Y la llamada a los reservistas? Israel siempre da ese paso en crisis de esta naturaleza.
La prensa israelí repite que es "complicado" que Netanyahu dé la orden de una ofensiva así estando en Nueva York, donde mañana debe pronunciar su discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas, en el que se espera que haga de la legítima defensa el centro de su argumentario al hablar de Líbano y de Gaza. Y aunque se reproducen los mensajes del primer ministro diciendo que van a por todas, medios como The Jerusalem Post han confirmado las "presiones gigantes" para que se llegue a una tregua. Los partidos de centro e izquierda de la oposición israelí -cada vez con menos voz- la reclaman también, aunque inferior a los 21 días propuestos por EEUU y la UE. "No descansaremos, estamos decididos a que los residentes regresen a sus casas sanos y salvos", responde por ahora el Ejército.
La regionalización de la guerra y Gaza
El inicio de una invasión terrestre, forzosamente, traería también una subida en la temperatura de fiebre en todo Oriente Medio. Desde el inicio de la ofensiva sobre Gaza, que deja ya 41.495 personas muertas y más de 96.000 heridas, todas las partes han entrado en conflicto pero todas, a la vez, han tratado de quedarse un paso por detrás de la línea que supondría una guerra total. Es la repetida frase de que nadie quiere la guerra, que los hechos parecen desmentir desde ángulos múltiples.
Irán, como ayudante de Hizbulá, ha dicho que los actuales bombardeos "no pueden quedar sin respuesta", cuanto más una entrada en suelo libanés, pero lo cierto es que, por ejemplo, Teherán aún no se ha vengado siquiera del asesinato en su capital del líder de Hamás, Ismail Haniyen, en julio pasado. Prudencia máxima. No quiere que Hizbulá queme todas sus cartas -o sea, su arsenal- atacando a Israel ahora, cuando puede necesitar la ayuda de su proxy en un futuro cercano. Prefiere preservar su fuerza, pero a ver cómo se lleva eso con no mostrarse débil, blando.
El Partido de Dios, dice la inteligencia de EEUU a medios como la radio pública norteamericana NPR, está recibiendo "presiones externas" para que no vaya a más en su respuesta, pese a los impresionantes golpes tácticos que Israel le ha dado. "Hacer una guerra más larga, cuando están menos coordinados, es difícil", dicen, y además está el factor social: los libaneses tienen memoria fresca de lo que sufrieron en 2006 y no tienen ganas de repetir el episodio, en una situación económica muy precaria.
Aún así, ante lo que pueda pasar, el Eje de Resistencia parece que ya se está moviendo: según el Instituto para el Estudio de la Guerra norteamericano, que cita al Ejército de Israel, unos 40.000 militantes de grupos afines a Irán procedentes de Irak, Yemen y Siria se están concentrado en la frontera de este último país con Líbano, por los Altos del Golán. La oposición siria dice que los distintos grupos han tenido reuniones en su país para planificar sus pasos. ¿Cuáles son? ¿Quieren lanzar ataques desde esa posición? ¿Introducir a milicianos para ayudar a Hizbulá, que tiene enterrados o en el hospital a miles de los suyos? Está por ver, más aún si hay ofensiva terrestre.
Hokayem, del IISS, defiende que el alto el fuego en Gaza es esencial para calmar todo ese frente regional, tan preocupante. Hizbulá ha dicho en los últimos 11 meses que, si se firma, cesará en sus ataques a Israel. Mismo comentario en las milicias proiraníes de Irak o en los hutíes de Yemen. "Hizbulá (...) calibró su respuesta militar (principalmente disparando cohetes contra instalaciones militares israelíes en cantidad limitada) con el objetivo explícito de forzar un alto el fuego en Gaza antes de acordar uno en el Líbano. Esperaba que esto le permitiera reivindicar una victoria y presentarse como el principal defensor de los palestinos", recuerda, pero "las cosas no han ido como él quería".
Esta "insistencia" de los libaneses en vincular las dos causas "lo ha encerrado en una espiral que no puede controlar". En el pasado, Hezbolá ha demostrado ser "resistente, disciplinado y adaptable", pero el actual ritmo de desgaste es tal que "estará en desventaja operativa en cualquier escenario de guerra a gran escala". Hasta ahora, había podido vender que "negar a Israel su objetivo bélico de devolver a sus residentes a la parte norte del país es éxito suficiente" pero ahora es mucha la gente que muere en el sur del Líbano, más los desplazados, medio millón según Beirut. Por eso "la cuestión es si llevar a cabo un gran ataque aéreo utilizando misiles para aturdir a Israel antes de que destruya por completo el arsenal del grupo".
Porque la paz en Gaza, desde luego, no llega. En estos días en que el foco se ha ido más al norte, no se ha hablado de contactos para que Hamás y Tel Aviv pacten un cese de hostilidades. Aún así, la agencia Reuters indicó anoche que Washington "está encabezando un nuevo esfuerzo diplomático para poner fin a las hostilidades tanto en Gaza como en el Líbano, vinculando los dos conflictos como parte de una única iniciativa". Los detalles se están negociando en la Asamblea General de la ONU, según dos funcionarios libaneses, dos diplomáticos occidentales, una fuente "familiarizada con el pensamiento" de Hizbulá y otra más informada sobre las conversaciones. Al cierre de esta información, sin resultados.
Sólo hay espadas en alto.