Putin cierra la salida de emergencia a los soldados rusos
La gran parte de efectivos que intentan abandonar las filas no lo logran. El proyecto Get Lost intenta compensar esta problemática, ofreciéndoles una forma de escapar.
El conflicto entre Rusia y Ucrania, que está cerca de cumplir los tres años, no solo se ha cobrado miles de víctimas y ha destrozado ciudades y pueblos casi por completo, sino que también ha perjudicado gravemente las condiciones de muchos soldados que, según ha informado la cooperativa de periodistas independientes Bereg, se enfrentan a contratos "sin fecha de caducidad" y a graves penas en caso de querer desertar o escapar.
La cooperativa ha respaldado su afirmación con el testimonio de varios soldados rusos, como el de Andrey, quien a pesar de haber intentado romper su contrato con el Ministerio de Defensa, no lo ha podido lograr, ya que la ley se lo impide. Para poder abandonar las filas, los soldados solo cuentan con tres motivos justificados: resultar heridos de gravedad, ser considerados no aptos para el servicio, alcanzar el límite máximo de edad o ser encarcelados por cometer un delito penal.
Aunque es cierto que los soldados rusos obtienen una gran cantidad de dinero por sus contratos militares, tal y como destaca el medio 'Meduza.io', los defensores de los derechos humanos advierten de que estos se ven condicionados y obligados a respetar la "servidumbre", ya que muchos no saben lo que están aceptando cuando se alistan.
La historia de Andrey
Andrey se encontraba en la cárcel, por robo de vehículos, agresiones a agentes de la policía y otros delitos, cuando decidió alistarse al ejército. Al inicio firmó el contrato con el grupo mercenario Wagner, ya que "sentía el sufrimiento de la patria". Con ellos luchó durante un año en el frente, hasta que perdió la visión en un ojo.
"Fuimos al ataque cerca de Bajmut; un tanque nos disparó y un trozo de metralla me rompió la clavícula", cuenta. "Luego cuando empezaron a rematarnos, otro trozo me alcanzó en el ojo derecho y me quemó la retina; ahora solo puedo ver una mancha negra", añade.
Cuando finalizó su contrato con el grupo Wagner, Andrey decidió firmar uno con el Ministerio de Defensa, a quienes no les importó su problema de visión, según cuenta. "De hecho, pedí ser conductor, ¡pero en lugar de eso me hicieron fusilero-granadero! Dijeron: 'Ya lo entenderás, aprenderás a disparar con el ojo izquierdo", asegura Andrey, quien dice que nunca se llegó a acostumbrar a la ceguera en aquel ojo.
Los comandantes, según afirma, trasladaban a los soldados a "la tormenta de la mierda" en condiciones realmente malas y a tan solo treinta metros de las fortificaciones ucranianas. De hecho, una vez, su grupo llegó a pasar casi una semana en una trinchera sin apenas conseguir avanzar.
"Durante todo el tiempo, nuestros comandantes, que estaban sentados cómodamente en sus refugios, nos regañaban, nos llamaban idiotas inútiles por no avanzar, decían que no valíamos nada y que era mejor estar muertos", lamenta. "Algunos se cansaron tanto que empezaron a creerlo. La gente se quitó la vida para no oír ni ver esto: uno se ahorcó en su refugio, otro se pegó un tito en la trinchera y otro se hizo estallar con una granada", añade.
Ante este escenario, Andrey y otros compañeros decidieron negarse a participar en la siguiente misión de combate, por lo que fueron castigados siendo metidos en un hoyo cavado en un bosque próximo a ellos. Algunos de ellos pasaron un mes completo allí, mientras que parte de sus compañeros se burlaban.
"Dormíamos en el suelo húmedo, al aire libre", critica, aunque no todos sus compañeros pecaron de falta empatía, ya que "los chicos que tenían corazón nos traían a escondidas pan, agua y cigarrillos".
Cuatro meses después de su llegada al despliegue de Kreminna, Andrey fue trasladado a una nueva ofensiva, donde se fracturó el brazo en varias zonas. Más tarde fue hospitalizado y después pudo volver a casa con su familia. Sin embargo, su felicidad duró poco, ya que su unidad le informó de que le buscaba por deserción. Cuando ocurra eso, según explica Andrey, llamará a sus antiguos compañeros del grupo Wagner, que le defenderán.
"Me encontrarán y me sacarán de allí. Ya tuvimos un caso en el que uno de nuestros hombres fue maltratado en el ejército. Así que los hombres fueron a esa unidad, golpearon al comandante y filmaron a nuestro hombre sentado allí, golpeado, bajo la lluvia. Después de eso, mostraron el video a los altos mandos del Ministerio de Defensa y su contrato fue rescindido", explica Andrey.
No es el único testimonio
La historia de Andrey no es única ni especial, no se trata de un hecho aislado, sino que es algo que ocurre de forma habitual y continuada. Muchos de ellos encuentran en estos contratos indefinidos una vía de escape para poder salir de la cárcel, sin conocer que el destino que les espera es en ocasiones mucho peor. "No sabía que me quedaría sin piernas" le cuenta otro soldado que aceptó alistarse para reducir la condena, al medio 'Bereg'.
De hecho, este mismo soldado relata como tras acabar herido en el frente, fue trasladado a un hospital, y de ahí al regimiento de recuperación de la 47 División Panzer de Rusia, donde se encuentran los soldados heridos y donde actualmente se encuentra retenido desde hace once meses, mientras espera el informe de la baja.
"A la gente la envían aquí con la promesa de que recibirán terapia, pero normalmente no están allí el tiempo suficiente para recibir ningún tratamiento y vuelven a la operación militar especial" resalta otro contratista. "Con hepatitis, con VIH, sin brazos, sin piernas, con metralla en la cabeza. Conocí a alguien que le cortaron tres dedos de la mano izquierda. Lo enviaron de regreso y, una semana después, ¡perdió la mitad del brazo derecho! Pero eso no será un problema: le darán una prótesis y luego volverá. Luchará hasta que parezca Terminator, ¡andando por ahí con miembros protésicos", comenta el soldado, que afirma que ha visto en más de una ocasión como trasladan a personal herido al frente antes de que se hayan recuperado.
Proyecto Get Lost
Ante esta problemática ha surgido una nueva iniciativa llamada Get Lost, que ayuda a los soldados del ejército ruso a abandonar las filas y escapar del país, la cual ha tenido un gran incremento en el número de "solicitudes de ayuda para la deserción" en dos años del conflicto.
"En enero de 2023, solo habíamos recibido 28 solicitudes de este tipo, mientras que en enero de 2024 habíamos recibido 284, y en septiembre, 372", afirma su fundador, Grigory Sverdlin a Bereg. "Y desde agosto de 2024, entre los desertores se encuentran reclutas que fueron enviados a la región de Kursk, que Ucrania ha invadido", concluye.