Primarias republicanas de Nuevo Hampshire: ¿todo ganado para Trump o esperanza para Haley?
Tras el abandono de DeSantis de la carrera por la candidatura a la Casa Blanca, la pelea se reduce a dos aspirantes. El exmandatario sigue en cabeza de los sondeos, pero la exembajadora aprieta y saca su rostro más duro, a la desesperada.
El Partido Republicano afronta este martes, 23 de enero, la segunda cita de su proceso de primarias y caucus, por el que acabará seleccionando a su candidato a la Presidencia de Estados Unido en las elecciones de noviembre. Tras la arrolladora victoria de Donald Trump la semana pasada en Iowa, ahora toca votar en Nuevo Hampshire, un estado con casi 1,4 millones de habitantes y gobernador conservador.
Las cosas han cambiado sensiblemente desde la convocatoria de una semana atrás. Ahora ya sólo quedan dos aspirantes a la boleta, el propio Trump (que entonces logró el 51% de los apoyos) y la exembajadora ante Naciones Unidas Nikki Haley (que quedó tercera, con un 19%). Se han bajado del carro el segundo, Ron DeSantis, gobernador de Florida, que logró el 21% de los votos pero que ha visto que no tenía "un camino claro hacia la victoria", y el cuarto, el empresario Vivek Ramaswamy, que se estancó en el 8%. Y los dos han acabado hincando la rodilla en tierra y prometiendo lealtad al exmandatario.
Así las cosas, el magnate parece tener el camino expedito para su nominación y su lucha por retornar a la Casa Blanca, porque Haley, que no pudo ni ser segunda en Iowa, parece que no le aguanta en las encuestas. Y, sin embargo, la cita de Nuevo Hampshire puede llevar a nuevos escenarios. Quizá su coronación no sea inmediata y se prorrogue la nominación, porque los datos de su oponente son los mejores en comparación con cualquier otro estado y un buen resultado puede inyectarle esperanza (y donaciones y apoyos).
Pero empecemos primero por lo formal. ¿Será esta votación igual que la de los caucus de la semana pasada? No. Aquello fueron asambleas electorales, pero en Nuevo Hampshire habrá primarias de toda la vida. En un caucus, cada votante debe presentarse en persona en un distrito electoral específico para emitir su voto, pero una primaria es mucho más sencilla: hay lugares de votación en todo el estado, abiertos durante un número determinado de horas para permitir a los votantes emitir su voto, sin que tengan que acudir a una hora única a exponer su elección.
A esa flexibilidad de la votación se le suma que los votantes no declarados también pueden participar en las primarias de cualquiera de los partidos, sin necesidad de inscribirse antes, por lo que en Nuevo Hampshire generalmente se registra una mayor participación que en Iowa. En 2020, casi duplicaron unos datos a otros, llegando a los 300.000 votantes.
Para este año, una veintena de candidatos presentaron la documentación necesaria para aparecer en la boleta primaria republicana en este estado, pero se espera que la abrumadora mayoría de los votos sean para Haley y Trump, más aún con la pérdida de otros primeros espadas de la contienda, si es que está permitido llamarlos así, vista la superioridad de Trump, que ni siquiera ha participado en los debates previos que los demás llevaban celebrando desde antes del verano.
Como en Iowa, el expresidente ha llegado unos días antes y ha llenado estadios y teatros con miles de personas, mientras que Haley se ha dedicado al puerta a puerta, a ir a comercios y comunidades pequeñas, tratando de parecer cercana. Su mayor acto ha reunido a unas mil personas.
Sondeos y posibilidades
Lo esperable, también en este estado, es que Trump se imponga. Las encuestas le dan entre el 50 y el 51% de los votos y puede acabar teniendo un resultado aún mejor si cosecha los apoyos de quienes pensaban votar por DeSantis, a quien el gobernador ha dado "una segunda oportunidad", o sea, por quien ha pedido el voto para frenar al actual inquilino del Despacho Oval, el demócrata Joe Biden. Tampoco es que fuera muy bien -entre otras cosas, se ha ido por eso-, pero los sondeos le daban un 5-6% de apoyos que ahora pueden ir a la saca del millonario. Lejos se encontraría Haley, con un 39% de los sufragios.
Según el promedio de encuestas de FiveThirtyEight, Trump está unos 12-13 puntos por delante de Haley, pero el mes pasado llevaba una ventaja de 25 puntos y meses atrás llegó a haber sólo nueve de distancia, por lo que la también exgobernadora de Carolina del Sur tiene tirón de base en la zona. Eso quiere decir que las distancias se han acortado y ahora está por ver qué se impone: si el efecto Donald, subido a la ola de Iowa, o el efecto Nikki, que ha endurecido su mensaje contra el presidente y parece que le va bien.
Haley lleva tiempo defendiendo que las primarias debían ser "una carrera de dos personas" entre ella y Trump, por lo que la marcha de DeSantis ha supuesto un espaldarazo para ella. La duda es saber si la oportunidad no le ha llegado demasiado tarde y si ella misma no ha sido lenta al ponerse las pilas para diferenciarse del magnate, que es justo lo que ha acabado perdiendo al floridano.
Haley enfrenta una nueva oportunidad de consolidar el apoyo de los votantes que no son Trump y superar al expresidente. Una de sus bazas serán los independientes, que es como se declara el 40% del electorado de Nuevo Hampshire, gente más moderada, menos conservadora, incluso demócratas desencantados con Biden, que pueden ver en ella una salida menos radical, más del republicanismo clásico. Hablamos del bloque de votantes más grande del estado, porque los republicanos no llegan más que al 37%. Además, tradicionalmente, en Nuevo Hampshire se ha respetado a los segundones, a quienes peleaban contra el fuerte, y no han salido mal parados. Haley se aferra a ello, a casos como la victoria de Hillary Clinton sobre Barack Obama o de John McCain sobre George W. Bush.
No obstante, su anhelo se basa sobre todo en la desesperación. Si no gana aquí, puede que no lo haga en ningún otro lado ya. La ventaja que tiene hoy Trump es grande, sin duda, pero no aplastante si se mira en comparación con los 30 puntos de diferencia que avanzan los sondeos en los demás estados por celebrar caucus o primarias. No hay otro territorio con unos datos tan buenos para ella. El hecho de que haya un alto número de votantes moderados también le pinta el mejor de los escenarios posibles, aún sin ser bueno, pero hace de Nuevo Hampshire la única opción real de seguir en la pelea. Además, Haley es querida en este estado y cuenta con el apoyo de su gobernador, Chris Sununu, crítico con Trump.
Que se imponga al exmandatario es realmente complicado, pero al menos, si se le acerca lo suficiente, puede crear la sensación de que la pelea no ha acabado, de que puede haber competición. No tiene malos datos en Vermont o en Columbia, pero sus consultas son mucho más tarde, de marzo en adelante, por lo que sólo aquí puede tener un impulso que, en la práctica, se entienda como un cambio de juegos, como un equilibrio de fuerzas. Incluso siendo segunda, puede tener una cobertura mediática de la que carecen votaciones posteriores. Gane o pierda, todo se amplifica en estas primeras estaba de criba, a la que se suele legar en otros años con no menos de cuatro candidatos en liza.
Lo que surja de las urnas este martes va a ser lo que se debata, para bien o para mal, durante todo un mes, lo que falta hasta la siguiente gran cita republicana: el 8 de febrero tocan Nevada y las Islas Vírgenes, con menos trascendencia, pero el 24 llega Carolina del Sur, el estado de nacimiento de Haley, donde sus apoyos son altos pero donde ha candidata está en retroceso, ante la oleada nacional que es Trump.
Para entonces, él querrá ya tener enterrados a todos sus contrincantes pero Haley, en función de lo que pase ahora, querrá ese tiempo para ampliar su atractivo y marcar distancias. Pese a todo, hay que ser realistas: como recuerda el analista jefe de Política del New York Times, Nate Cohn, es muy complicado que de ahora en adelante se desvanezca la distancia de 50 puntos que necesitaría superar Haley para ponerse por delante de Trump.
Ella, con su bloque de conservadores clásicos, más centristas y con alto nivel educativo. Él, con el bloque dominante, el de los conservadores populistas y la clase trabajadora. Sus bases son muy distintas y habría que darle la vuelta a todo para que las cosas cambiaran, por más que nadie sepa cómo pueden afectar al proceso los cuatro juicios penales que le esperan este año al expresidente.
Un giro ¿tardío?
Haley ha ido durante meses trabajándose la candidatura republicana sin levantar en exceso la voz contra Trump. Sabe que esa base republicana está con él y se sumó a las voces del partido que lo arroparon cuando acusó a Biden de una "caza de bruja", cuando empezaron a acumularse sus 91 imputaciones por cosas tan graves como tratar de torcer una elección democrática o llevarse papeles secretos a su mansión de Mar-a-Lago.
Su tono ha sido de cautela porque, dada la popularidad de su adversario, un tono más crítico le habría costado la carrera a las primeras de cambio. Ha mezclado elogios con algunos dardos, sobre todo en los debates en los que no lo tenía cara a cara, sin hacer tampoco demasiado hincapié en el hecho de que si ella dejó su cargo en la ONU fue precisamente por su choque total con la visión de política exterior que tenía su jefe.
Ahora, en cambio, ha elevado el tono un poco más, cuando se ha visto sola contra él, y en Nuevo Hampshire se le han escuchado mensajes nuevos que, confía, pueden convencer a los que tienen dudas sobre su retorno. Tampoco es que haya hecho mucha sangre, de nuevo, en un intento de nadar y guardar la ropa, pero ha dicho cosas nuevas. Por ejemplo, ha puesto en duda que esté "mentalmente apto" para la Casa Blanca, después de que la confundiera en un mitin con la expresidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, la demócrata Nancy Pelosy. "Hay una disminución a cierta edad (...), es un hecho", dijo la aspirante, que ha cumplido en esta campaña sus 52 años, frente a los 77 de Trump.
En paralelo, su equipo está dejando caer la idea de que unos señores mayores blancos no pueden llevar el futuro del país, que hace falta un relevo generacional en el Partido Republicano y en la Admnistración federal. A la edad suman el argumento del país de todos, también de los inmigrantes, como los padres de Haley, que llegaron de India en los años 60 del pasado siglo, donde ella nació bajo el nombre de Nimarata Nikki Randhawa.
Trump -cuyo abuelo era alemán y fue hasta deportado- se ha mofado de los orígenes de su oponente, llamándola en las redes sociales "Nimbra", en vez de Nimarata, un desprecio que recuerda al usado contra Barack Obama. Haley se ríe de eso, señala que debe estar "muy inseguro" de ganar si recurre a esas bajezas.
Se ha centrado mucho en insistir en que si Trump vuelve a comandar el país regresará el "caos", en explicar que "el mundo está en llamas" y "no podemos volver a tener eso", un mandato loco como fue el de 2017-2020. En su búsqueda del contraste, se ha remitido a las amistades peligrosas de quien fuera mandatario, de sus "mentiras" y sus "vínculos autoritarios" con el ruso Vladimir Putin -denuncia que tuvieron un "bromance"-, el chino Xi Jinping -a quien elogiaba repetidamente aunque "nos dio el covid"- o el norcoreano Kim Jong-un -con quien se intercambió "cartas de amor"-.
Por todo ello, Trump ha dejado claro ya que, por mucho que aguante el pulso, no piensa llevar a Haley como segunda en la boleta, para el cargo de vicepresidenta, que es algo habitual en los partidos si las peleas de liderazgo son acusadas. En su primera y única legislatura, Trump eligió al duro Mike Pence, con el que acabó fatal por sus críticas ante su actuación por el asalto al Capitolio y que intentó también ser candidato a las elecciones de este año, pero se quedó a mitad de camino.
Haley intenta abrazar niños, beber cerveza con los parroquianos, comprar fruta en tiendas de proximidad, hasta atarle los zapatos a un anciano seguidor que no puede hacerlo, lo que sea por no parecerse a Trump en lo formal, por más que haya mucho, como sus procesos judiciales, en los que no quiera abrir la boca.
Su anhelo por ser la primera mujer presidenta en la historia de EEUU se base en ser una candidata a la que poder votar por sí misma, no por rechazo a los demás aspirantes, léase Trump, pero los analistas norteamericanos se preguntan si ha llegado tarde a eso, si no se habrá decidido demasiado tarde a soltarse la melena, a ser más dura o a mostrarse diferente. "Demasiado poco, demasiado tarde", se plantea la CNN, que no sabe si esa agresividad de las últimas horas, de hecho, le puede venir bien o mal, por lo que supone de viraje, por lo que pueda descolocar a quienes la apoyan. No ha querido enfadar a los que aún tenían a Trump en estima, aunque quisieran un cambio, y ahora tiene una imagen hecha.
Cualquier cosa que no sea una victoria o una derrota muy muy ajustada le va a imprimir mucha presión para que se retire, como ha hecho DeSantis, que ya no aguantaba más la sangría de esfuerzo y dinero. En Nuevo Hampshire se verá hasta dónde ha monopolizado ya el voto antiTrump, si quedaba margen por convencer o si ya no hay nada más que exprimir ante un candidato fuerte como el vinagre incluso con la justicia en la chepa. Para marzo, dice su gente, ya no habrá más Haley ni sombra de Haley. Y tendrá el camino libre para atacar frontalmente a Biden, que es lo que quiere, para esprintar hacia la Casa Blanca.