Por qué Kamala Harris ha acabado perdiendo en las elecciones de EEUU
Llegó como un vendaval fresco, tras el paso al lado de Biden, e ilusionó a los hundidos demócratas. Pero su mensaje de optimismo y futuro, de democracia y unidad, no ha sido suficiente frente a la economía que Trump promete reformar.
La gran esperanza, el sueño americano, el rostro del futuro, la mujer del cambio. Todo eso ha sido Kamala Harris hasta este 5 de noviembre de 2024. Todo eso ha dejado de serlo conforme los Estados Unidos de América se iban tiñendo de rojo, o sea, del color de su adversario, el republicano Donald Trump. No ha ido ni a su antigua universidad, donde se congregaban sus correligionarios. Se ha quedado en casa, esa vivienda oficial que parece que tendrá que abandonar.
La actual vicepresidenta del país y candidata demócrata a la Casa Blanca ha hecho un trabajo formidable desde julio, cuando el presidente Joe Biden tiró la toalla y se retiró de la pelea, pero su entusiasmo no le ha valido para ganar estas elecciones históricas. Parte es culpa de su rival, parte propia, parte de la herencia recibida. No habrá una mujer presidenta por primera vez. Sí habrá un presidente condenado convicto por primera vez.
Cuando los datos aún están por afinar, la pregunta es clara: si los sondeos daban un empate técnico y los estados clave, hasta siete, se esperaba que se repartieran entre los dos, casi mitad y mitad, ¿cómo es que Harris se ha visto aplastada por un apoyo popular tan importante para el magnate? Será materia de análisis más sesudos pero, en caliente, se suman varios factores.
Por ejemplo, Harris no ha sabido transmitir el mensaje de que con ella se pasaba página de una Administración como la de Biden que es profundamente impopular, sobre todo porque en sus cuatro años ha desigualdad se ha acentuado, con una inflación no vista en 40 años. Ella ha sido su número dos, por lo tanto, parte del Gobierno al que los ciudadanos le achacan que comprar lo básico sea cada día más caro. Eso ha estado por encima de unas amenazas serias que ella apuntaba en campaña, como la reforma del Gobierno, de la justicia, la eliminación de funcionarios críticos o d departamentos como Educación que los republicanos creen superfluos.
Es demócrata y es de la Administración Biden, así que con ella cambiaba el nombre y el rostro, pero también era garantía de continuidad para determinadas políticas y eso no ha motivado a los votantes suficientes. Incluso, se apunta a que ha bajado en apoyos en minorías habitualmente alineadas con los progresistas, como los latinos o los afroamericanos. Cerca de 8 de cada 10 votantes negros respaldaba este 5N a Harris, menos que los 9 de cada 10 de Biden hace cuatro años, dice AP. Las mujeres no han ido en masa a avalar su mensaje en defensa del aborto, uno de sus principales caballos de batalla.
Ha denunciado que Trump es peligroso, pero su aviso se ha visto superado por necesidades como la económica. Y hay quien, entendiendo que ese peligro es serio, aún prefiere al dueño de la Torre Trump, el súper empresario llamado a hacer que no gasten tanto. En materia migratoria, otra de las grandes preocupaciones de la ciudadanía, ha ido endureciendo su mensaje conforme pasaban las semanas de campaña, pero sin llegar al original, o sea, a Trump, que ha hecho de la lucha contra los "ilegales" su bandera desde 2016. En tiempos duros para el dólar, el de fuera se ve con recelo. No ha conquistado el centro, no ha resucitado el fantasma de las legislaturas pasadas. ¿Quizá lo hubiera logrado con más tiempo? Puede ser. O no.
Lo que ella prometía como "acabar el trabajo" iniciado por Biden, para parte de los votantes se veía como algo peor, estancamiento. Ella, exfiscal, no es ninguna revolucionaria, no venía a cambiar el sistema por más que su contrario la llamase "socialista". Es oficialista, es institucionalista, es de centroderecha ideológicamente hablando. Suya era la estabilidad con respecto a los socios de siempre, como Europa, o las ayudas a Ucrania ante la invasión rusa. Todo eso está ahora en el aire.