"No somos números": las historias de los civiles muertos por los ataques de Israel sobre Gaza
Los palestinos fallecidos, que superan los 8.000 en esta guerra, tienen nombre, edad, oficio, historia. Las grandes cifras insensibilizan. Sus rostros y vidas acercan un conflicto que amenaza con ir a más y se ha llevado ya familias enteras por delante.
Cada mañana, el Ejército de Israel informa de los "objetivos alcanzados" en Gaza. De Hamás, de la Yihad Islámica. Hay que esperar al parte del Ministerio de Salud de la franja para conocer las otras consecuencias que no tienen que ver con cohetes, silos, campos de entrenamiento ni cabecillas de las milicias: los civiles muertos en cada noche de bombardeos.
En esta semana, según datos de Naciones Unidas, se ha superado varias veces el récord de 700 muertos por día, lo que eleva a más de 8.000 las víctimas mortales desde que comenzó la ofensiva de Tel Aviv, respuesta a los ataques de Hamás del 7 de octubre.
Los medios damos el dato a bulto, grueso, y se desdibujan los detalles. La guerra de cifras está ahí, Hamás ha hecho pública una lista para responder al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que no acaba de creer que caigan tantos civiles en la operación de su aliado. Pero quedan las historias. "No somos un número", afirma ante la ventana de su casa, con los bombardeos de fondo, la joven Huda Al Sosi, enviando un vídeo al mundo antes de morir por esos ataques junto a siete miembros de su familia. Tenía dos hijos, que murieron con ella, además de parte de su familia extensa.
Entre los muertos de Gaza hay profesores, médicos, estudiantes, vendedores, desempleados, poetas y activistas, hermanos, primos, hijos, padres. Su pérdida la conocemos por el trabajo de la prensa local gazatí, ya que Israel no ha permitido el acceso a la franja de informadores internacionales. Y también por el reporte de organismos internacionales con personal en la zona, como Amnistía Internacional (AI), que ha documentado "ataques ilegales israelíes", algunos "indiscriminados", que han causado "un gran número de víctimas civiles y deben ser investigados como crímenes de guerra".
"En su intención declarada de utilizar todos los medios para destruir a Hamás, las fuerzas israelíes han mostrado un sorprendente desprecio por las vidas civiles. Han pulverizado calle tras calle de edificios residenciales, matando a civiles en gran escala y destruyendo infraestructura esencial, mientras que las nuevas restricciones significan que Gaza se está quedando rápidamente sin agua, medicinas, combustible y electricidad. Los testimonios de testigos presenciales y supervivientes pusieron de relieve, una y otra vez, cómo los ataques israelíes diezmaron a las familias palestinas, causando tal destrucción que los familiares supervivientes sólo tienen escombros para recordar a sus seres queridos", afirma Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional (AI).
AI ha documentado en un informe cinco casos que, confiesa, "rozan la superficie" del horror de Gaza, donde se acumulan "pruebas irrefutables de crímenes de guerra". Por ejemplo, relata cómo el 10 de octubre pasado un ataque aéreo israelí contra una casa familiar mató a 12 miembros de la familia Hijazi y a cuatro de sus vecinos en la calle al-Sahaba, en la ciudad de Gaza. Entre los muertos había tres niños. "El ejército israelí afirmó que habían atacado objetivos de Hamás en la zona, pero no proporcionó más información ni ninguna prueba de la presencia de objetivos militares. La investigación de Amnistía Internacional no ha encontrado pruebas de que hubiera objetivos militares en la zona en el momento del ataque", indica.
Si conmueven los detalles de los supervivientes de la matanza de Hamás en el sur de Israel, no menos lo hace el relato de quienes viven los ataques en la franja. Kamal Hijazi, que perdió a su hermana, sus dos hermanos y a sus esposas, cinco sobrinos y dos primos en un bombardeo del 10 de octubre, explica: "Nuestra casa familiar, una casa de tres pisos, fue bombardeada a las 5:15 de la tarde. Fue repentino, sin previo aviso; por eso todos estaban en casa".
Ahmad Khalid Al Sik, uno de los vecinos de la familia Hijazi, también murió. Tenía 37 años y tres hijos pequeños; todos ellos resultaron heridos en el ataque. El padre de Ahmad cuenta así lo sucedido: "Yo estaba en nuestro apartamento y Ahmad estaba abajo cuando la casa de enfrente [de la familia Hijazi] fue bombardeada y él murió. Iba a cortarse el pelo a la barbería, que está al lado de la entrada de nuestro edificio. Cuando Ahmad se fue para ir a cortarse el pelo, no podía imaginar que no lo volvería a ver. El bombardeo fue repentino, inesperado. No hubo ninguna advertencia. La gente estaba ocupada con sus tareas diarias". El barbero que iba a cortarle el pelo a Ahmad también perdió la vida.
Días antes, el mismo 7 de octubre por la tarde, en los primeros golpes de Israel tras la entrada de milicianos en su territorio, se atacó un edificio residencial de tres plantas en el barrio de al-Zeitoun de Gaza, donde se alojaban tres generaciones de la familia al-Dos. Murieron 15 miembros de la familia, siete de ellos niños. Las víctimas incluyen a Awni e Ibtissam al-Dos, y sus nietos y homónimos Awni, de 12 años, e Ibtissam, de 17; y Adel e Ilham al-Dos y sus cinco hijos. El bebé Adam, de sólo 18 meses, fue la víctima más joven, indica Amnistía.
Mohammad al-Dos, cuyo hijo, Rakan, de cinco años, murió en el ataque, dijo a la organización: "Dos bombas cayeron repentinamente sobre el edificio y lo destruyeron. Mi esposa y yo tuvimos suerte de sobrevivir porque nos quedábamos en el último piso. Estaba embarazada de nueve meses y dio a luz en el hospital de Al Shifa un día después del ataque. Toda nuestra familia ha sido destruida". Tampoco en este caso hubo aviso.
La familia Saqallah murió entera el 18 de octubre. 30 personas murieron en el bombardeo de su bloque, en Gaza capital. "Recibimos una llamada telefónica a las 9:30 de la noche diciendo que la casa de mi tío sería atacada", dijo a Wafa Ramzi Saqallah. "Intentamos llamar a mi tío y a mis primos, pero la conectividad de red aquí es muy mala". A la mañana siguiente, Ramzi llegó al lugar donde alguna vez estuvo el edificio y quedó impactado por lo que vio. "No puedo describir la escena", dijo. "Partes del cuerpo simplemente arrojadas al suelo. Muchas personas bajo los escombros. ¿Qué humano puede soportar esto?". Sobre los motivos del ataque no hay pistas. "Son médicos y no están afiliados a ningún partido. Ahora han quedado reducidos a escombros", indica.
Además de los sanitarios muertos en ataques a hospitales y ambulancias o servicios de emergencia, hay casos con enorme eco en la franja, como el del cirujano plástico Medhat Saidam, asesinado junto con 30 miembros de su familia alrededor de la 1 de la madrugada del 14 de octubre. Después de terminar su trabajo en el hospital de Shifa, en Gaza, él y su hermana se reunieron con varios familiares en una casa donde se refugiaban sus allegados, la familia extendida tan propia de Palestina. Todos murieron.
El caso de Wael Al Dahdouh ha dado la vuelta al mundo entero. Es periodista, delegado del canal catarí Al Jazeera en Gaza, y perdió a su esposa, hijo (15 años), hija (7 años) y nieto (un bebé) en un ataque aéreo de Israel, el pasado miércoles. La explosión alcanzó una casa en el campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de Gaza, donde la familia se reguardaba tras ser desplazada desde el norte. Otros miembros de su familia están "bajo los escombros", según su medio. "Ésta es la zona segura de la que hablaba el ejército de ocupación (...). No hay ningún lugar seguro en Gaza", dijo el informador al salir de la morgue. A las pocas horas, estaba de nuevo informando de la Operación Espadas de Hierro.
Hasta una veintena de miembros de su familia ha perdido el también periodista Ahmed Alnaouq, entre ellos su padre, Nasri, y su madre, Basema, además de sus hermanos, my Mohamed, Ayman y Mahmoud, y sus hermanas, Walla, Alaa y Aya. Sus mensajes en las redes sociales dando cuenta de cómo iba conociendo la muerte de todos ellos y la angustia de su búsqueda, cuando él vive lejos, en Reino Unido, se han viralizado, como un ejemplo del dolor de un pueblo. "Ojalá mi familia fuera de cabello rubio y ojos azules. Quizás estaría viva", se duele mientras muestra a sus sobrinas y sobrinos, Raghad, Sara, Eslam y Malak, y también Basema y Dima y Bakr, o su padre, nacido durante la primera Nakba o catástrofe palestina, en 1948. Todos murieron el 22 de octubre en una zona al sur de Wadi Gaza, supuestamente segura.
Amigo suyo era también Ahmed Al-Masry, muerto junto a su esposa, Rawan, y su hijo, Ayman, en otro bombardeo. El crío recibió el nombre de su tío, muerto en la operación de Israel de 2014. En el hospital fueron tratados junto a Fulla Al-Laham, de cuatro años, única superviviente de un ataque en su casa que mató a 14 personas. Lo ha relatado su abuelo, Mohammad. "Ella no habla, nada, sólo se acuesta en su cama y le dan medicamentos", dice a Al Jazeera.
Al menos 2.000 de los muertos gazatíes de estos días son menores de edad. Las historias de vidas cortadas se acumulan. Como la de Besan Helasa, una estudiante de Medicina de 19 años, y sus hermanos Marah y Omar. Los tres murieron junto a su madre y una decena más de familiares. "Tengo sueños que aún no he alcanzado. Tengo una vida que todavía no he vivido plenamente. Tengo una familia a la que amo y por la que temo", escribió en X días antes de su muerte. "Mi pueblo y yo somos subyugados, perseguidos, asesinados y torturados en una prisión al aire libre", añadía.
Los cuatro hermanos Awni al-Dous –Ibtisam, de 17 años, Rawand, de 15, Ahmad, de 10 y Zaid, de 3– murieron junto a su primo de cuatro años, Rakan, después de que varios misiles impactaran en un edificio residencial en el barrio de al-Zaytoun, al este de Gaza, alrededor de las 20.20 horas del 7 de octubre, según la ONG Defence for Children Palestine. Ahmad hacía sus pinitos como youtuber, contando cosas cotidianas de Gaza. Quería tener 100.000 seguidores en su canal.
Acababa de terminar la educación secundaria Al-Shaima Saidam, la estudiante que obtuvo la nota más alta en la selectividad palestina o tawjihi. Sacó un 99,6 sobre 100. Residía en el campo de refugiados de Nuseirat y junto a ella murieron al menos cuatro miembros más de su familia. "Incluso durante las agresiones [israelíes], nunca dejé de estudiar", dijo la joven a los medios de Gaza cuando conocieron sus calificaciones. Julio quedó en el pasado. Su carrera ni había empezado.
De su quinta eran Viola y Yara Amash, hermanas, muertas en el ataque a la iglesia ortodoxa griega de San Porfirio (en Gaza), alcanzada por un misil mientras cientos de personas se agolpaban en el recinto en busca de refugio. El miembro del Congreso estadounidense Justin Amash escribió en X que varios de sus familiares se encontraban entre las al menos 16 personas asesinadas en la iglesia. "La comunidad cristiana palestina ha soportado mucho. Nuestra familia está sufriendo mucho. Que Dios cuide de todos los cristianos de Gaza y de todos los israelíes y palestinos que están sufriendo, cualquiera que sea su religión o credo", publicó. Las chicas eran de su familia.
Gaza también ha pedido a profesoras, como Heba Zaqout, de 39 años, también artista visual, cuyo cuerpo fue recuperado bajo los escombros junto al de sus dos hijos pequeños, Adam y Mahmoud. Fue tras un ataque con misiles del 13 de octubre. Ella era el único sostén de su familia extensa, informa The Guardian, y le sobreviven su esposo y dos hijos más. Sus obras eran un canto a la vida y a la tradición palestina, así como a la historia de Gaza, antes de ser una tierra de muerte.
Las letras gazatíes también han perdido a un joven poeta y activista, Yousef Maher Dawas, uno de los más activos miembros de la ONG We are not numbers. Fue asesinado por un ataque con misiles contra su casa en la ciudad norteña de Beit Lahia, en el que también murieron varios miembros más de su familia. Aspirante a psicoanalista, tenía la aspiración de replantar árboles en toda Gaza para compensar los que fueron destrozados en otras ofensivas, en los campos de sus allegados. Olivos, naranjas, mandarinas, nísperos, guayabas, limones y granadas, con ellos jugaba en sus versos.
Entre los muertos, también Salam Mema, periodista freelance, cuyo cuerpo fue recuperado de los escombros tres días de búsqueda. Su casa, en el campamento de Jabaliya, en el norte, había sido atacada el 10 de octubre. Mema fue jefa del comité de mujeres periodistas en la Asamblea de Medios Palestinos, una organización comprometida con el avance del trabajo mediático para los periodistas locales. Es sólo una de la veintena de informadores que han muerto ya en esta ofensiva que nadie sabe cuándo acabará y se prevé larga, según datos de Reporteros Sin Fronteras (RSF).
Muertes civiles que irán a más, sin tregua ni algo el fuego que las pare.