Netanyahu, atrincherado: la presión por el alto el fuego no le hace mella y EEUU plantea ultimátum

Netanyahu, atrincherado: la presión por el alto el fuego no le hace mella y EEUU plantea ultimátum

La muerte de seis rehenes más, que Tel Aviv dice que fueron disparados por Hamás, multiplica las protestas, hasta la huelga general. El primer ministro ha parado por ahora la ola por vía legal, pero el ansia de un acuerdo se mantiene. 

Un manifestante apoya a las familias de los rehenes retenidos por Hamás en Gaza, con un cartel que dice "impeachment ahora", frente a la residencia de Benjamin Netanyahu en Jerusalén, ayer.ABIR SULTAN / EFE / EPA

Israel se siente al borde de un punto de inflexión. Su sociedad ya ha percibido esas ondas varias veces en los 11 meses de crisis que arrastra desde que el 7 de octubre del pasado año Hamás lanzó sobre su territorio el peor ataque de su historia, con 1.200 muertos. ¿Será esta vez cuando las cosas cambien? ¿Estamos cerca de un alto el fuego?¿O quizá de un terremoto político interno? 

Si surgen las preguntas es porque en los últimos días el país se ha visto zarandeado por una emoción nueva: la de recuperar los cuerpos de seis de los rehenes secuestrados por la milicia palestina en Rafah, pero no fallecidos por enfermedad, por las heridas de su captura o por un bombardeo sobre Gaza, sino -dicen las autopsias- por disparos en la cabeza. Ajusticiados. El momento catártico de las liberaciones masivas se va alejando, cada vez quedan menos rehenes por recuperar, apenas 97 de los 251 iniciales -de los que entre 33 y 35, además, estarían muertos, según el Ejército israelí- y las prisas por devolverlos a casa se agigantan. 

Al saberse del hallazgo de los cadáveres -de cuatro hombres y dos mujeres-, el Foro de Rehenes y Familias Desaparecidas reaccionó con contundencia. "Desde hace más de dos meses está sobre la mesa un acuerdo para el regreso de los rehenes. Si no fuera por los retrasos, el sabotaje y las excusas, aquellos cuyas muertes supimos esta mañana probablemente todavía estarían vivos". Su llamamiento a tomar las calles fue inmediato. La respuesta de los israelíes, masiva. 

Muchos ciudadanos culpan al primer ministro, Benjamin Netanyahu, por el goteo creciente de de rehenes muertos y la falta de un alto el fuego que recupere a los que quedan, incluso si eso significa poner fin al conflicto por completo, sin acabar con Hamás, que se supone que era el objetivo de la ofensiva lanzada por Tel Aviv sobre la franja, que deja ya 40.786 muertos, civiles en su inmensa mayoría. Los heridos ascienden a 94.224. 

Las manifestaciones masivas que recorrieron el país han sido la mayor muestra de apoyo a un acuerdo final. Tan intensas fueron que la central sindical Histadrut convocó para el lunes una insólita huelga general, en un intento de presionar a Netanyahu a que llegue a un acuerdo con Hamás, que se lleva negociando con distinta intensivas y reclamaciones desde el inicio de la contienda, retomado ahora tras el asesinato en Irán del líder del partido-milicia, Ismail Haniyeh, en julio. 

La huelga no fue un éxito, no por falta de participación, sino porque se metió a la justicia por medio y se paralizaron la mayor parte de sus planes. El motivo: era una huelga política, no por los derechos de los trabajadores, se declaró, tras la intervención del fiscal del Estado. Los servicios básicos se prestaron, aunque hubo manifestaciones que cortaron vías importantes y hubo parones sensibles en universidades y bancos. El aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv -esencial en la economía nacional- apenas estuvo al final dos horas cerrado. "Quien salva una vida, salva al universo entero", se leía en una de las pancartas con las que se cortó la vía al aeródromo. Una cita del Talmud.

Así que el impulso popular se frenó, pero no del todo. La marea es fuerte, vieja de meses, y acumula resentimientos y, sobre todo, angustia. Por eso, anoche, hubo de nuevo protestas y están convocadas también para este martes en al menos siete puntos de Israel. "Es que el objetivo no ha cambiado: los queremos en casa", resume Sasha Ariev, estudiante de neurociencia de 24 años que ha dejado sus estudios para volcarse en poder abrazar de nuevo a su hermana Karina, de 19, que fue secuestrada por Hamás cuando estaba desplegada en la base de Nahal Oz, cerca de la frontera con Gaza. 

Ariev, uno de los exponentes de la pelea de las familias, que recorre todo el país y participa sobre todo en encuentros y protestas con jóvenes, explica brevemente que "no es una cuestión de rendirse, sino de poner la vida por encima de todo". Hay protestas que, además de pedir que regresen los rehenes, reclaman la cabeza de Netanyahu, que asuma su culpa por ver venir el ataque del Sábado Negro ni haber resuelto ya la crisis de los raptados, pero ella se ciñe al anhelo de las familias, mucho más primario. "Un acuerdo representa la mejor oportunidad de salvar vidas y, también, el único camino que vemos hacia un futuro mejor para Israel y toda la región", dice. 

Aún aún, reconoce que se sienten decepcionados. "Confiamos en que nuestros militares y nuestro Gobierno se ocuparán de los niños que les enviamos [su hermana estaba haciendo el servicio militar obligatorio], pero ahora nos sentimos traicionados. La base no estaba preparada para un ataque de ese tipo, no estaba lo suficientemente protegida, no tenían armas allí", afirma. "Quizá debiron detenerse y negociar primero para recuperar a los rehenes y luego llevar a cabo la operación, pero sólo hablan de la operación y de movimientos militares. Es momento de parar. Estamos agotados", remarca. 

Una manifestante que se hace pasar por rehén y un hombre con una máscara de Netanyahu, en la protesta del 24 de agosto en Tel Aviv.Amir Levy / Getty Images

¿Cambiará de idea?

A lo largo de la guerra, los críticos con el primer ministro han afirmado que Netanyahu ha puesto su supervivencia política por encima de todo lo demás, incluido el destino de los rehenes. Su gabinete depende del apoyo de sus socios de coalición ultranacionalistas, que ocupan puestos clave de gestión. Los ministros más fieros son el titular de Finanzas, Bezalel Smotrich -afirma que es "justificado y moral" dejar morir de inanición a los gazatíes- , y el de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir -quien dice: "Es hora de regresar a casa", defendiendo la reocupación de la franja con colonos-. 

Ambos se oponen a cualquier acuerdo que ponga fin a la guerra o libere a prisioneros de seguridad palestinos condenados por matar a israelíes. Hay 10.000 prisioneros palestinos detenidos ilegalmente, 6.000 de ellos sin cargos presentados, cuya liberación forma parte de las exigencias de Hamás en la negociación. Los partidos ultranacionalistas y religiosos han prometido derrocar al Gobierno si Netanyahu acepta un alto el fuego. Sin ellos, no es que se desmorone la coalición y se vaya a elecciones, sino que Netanyahu perdería el cargo y, con él, la inmunidad, cuando tiene procesos judiciales abiertos en su contra por presunta corrupción, en concreto por soborno, fraude y abuso de confianza.

Es por eso que no se esperan, pese a la presión social, cambios por parte de Netanyahu, ni de palabra ni de obra. La politóloga norteamericana Phyllis Bennis, que pertenece al Insitute for Policy Studies y a la organización Jewish Voice for Peace, constata que estamos ante "las mayores protestas que hemos visto en estos meses", asume que el añadido de la huelga, "novedoso y de peso", podría haber supuesto "un impacto mayor" de haberse llevado a cabo "en todas sus facetas", pero las limitaciones judiciales "han rebajado las expectativas". La popularidad de Netanyahu, justo en estas semanas, había mejorado. 

En su caso, nunca fueron elevadas esas esperanzas, por más unidad de mensaje que se lanzara, porque "lo verdaderamente significativo y que puede alterar las cosas es que Estados Unidos deje de enviar armas a Israel. Y eso no lo hemos visto aún". 

"Lo que le importa a Netanyahu es mantenerse en su oficina y no ir a prisión. Todo esto tiene que ver con su comprometida situación personal", indica. Denuncia la ceguera que supone "no ver" que "la mejor manera de traer a los rehenes es un alto el fuego, permanente si puede ser. Sólo así estarán a salvo, no sólo él". "Los seis últimos muertos, hayan sido asesinados por Hamás o muertos en un ataque de Israel, que es lo que dice la milicia, demuestra claramente que podrían haber vuelto con vida y no lo han hecho. Eso duele en los ciudadanos, esa constancia de lo evitable. Pero el cambio grande no viene de los discursos de EEUU o de Europa, sino de sus actos", insiste. 

Negociaciones "torpedeadas"

La respuesta de Netanyahu a las huelga y las protestas ha sido una comparecencia de 15 minutos, rodeado de mapas y rótulos, en la que lo que trasladó es que no va a ceder en su última exigencia, que tiene bloqueada cualquier opción de alto el fuego: quiere quedarse con el llamado Corredor Filadelfia, que separa Egipto de Gaza. Dijo que no va a "rendirse" a la presión popular, ni siquiera a la de las familias de secuestrados. 

En un tono desafiante, sostuvo que mantener su presencia militar en ese pasillo de 14 kilómetros es un "imperativo estratégico" para Israel. Aunque los mediadores y la inteligencia del Mossad insisten en que mantener esa postura va a retrasar el acuerdo, Netanyahu no cambia de opinión. Que se lo diga su estamento militar y hasta su ministro de Defensa, Yoav Gallant, tampoco hace mella. 

Netanyahu quiere quedarse en el Filadelfia y el Corredor Netzarim -otra franja clave de tierra en el centro de Gaza- pese a que eso ha sido rechazado reiteradamente por Hamás como un factor decisivo para el acuerdo. Argumenta que es "esencial para la seguridad" nacional que no se toque porque la zona puede ser una "tubería de oxígeno" para Hamás, que le permita rearmarse ante la falta de control israelí. "Convertirse en un monstruo", en sus palabras. "Es por esa razón que Hamás insiste en ello y es por esa razón por la que yo insisto en ello", dijo. 

Sostiene que "nadie está más comprometido" con la vuelta a casa de los rehenes que él, pero se mantuvo inflexible a aceptar un pacto ya si supone su marcha de esas posiciones. Gallant ha llegado a decir que es "asumible" para la seguridad nacional dejar de esos emplazamientos, si se asegura la vuelta de los secuestrados. Preguntado por esa división de opiniones, Bibi sólo dijo que espera que su ministro "esté sujeto a las decisiones del gabinete", que ha avalado al premier. "Cuando tenemos la bota en el cráneo de Hamás, ¿es entonces cuando quieren hacer concesiones? Es la presión la que hará que cedan. Cuando Hamás entienda que no vamos a acabar la guerra, cederá", augura. 

Bennis denuncia que "ya hay suficientes problemas en la negociación como para añadir más" con las exigencias de Netanyahu, completamente aplaudidas por sus socios ultras. "Sus acciones están frenando las negociaciones para tener más concesiones, cuando su gente le está diciendo que tiene suficientes. Se ha enrocado", valora. Justo en la línea de sus palabras van las declaraciones de una fuente familiarizada con las negociaciones, con la mediación de Qatar y Egipto, que ha hablado con la cadena norteamericana CNN: "Este tipo lo torpedeó todo con un solo discurso", se duelen. 

EEUU ha mostrado su impaciencia por la postura de Netanyahu. Al presidente Joe Biden le preguntaron el lunes si creía que el israelí estaba haciendo lo suficiente por llegar a un alto el fuego y el demócrata soltó un claro "no". Netanyahu le quitó hierro, dijo en su comparecencia que a lo mejor hablaba de otra cosa. 

Varios medios norteamericanos, como The Washington Post, han publicado que se espera que la Administración norteamericana presente un último plan de alto al fuego a Israel y Hamás en las próximas semanas, dos máximo. De no ser aceptado por ambas partes, podría suponer el abandono de los contactos de paz. Es un "lo tomas o lo dejas", sostienen sus fuentes. "El texto final", dice Axios. Si llega ese no, podría marcar el final de las negociaciones lideradas por la Casa Blanca. Preguntado por esta información, Biden se limitó a decir: "Estamos cerca de un acuerdo para liberar a los secuestrados". Repreguntado, es cuando soltó el "no" de la discordia.

EEUU, apoyado en los países árabes, ha intentado un acuerdo en estos 11 meses de conflicto, aunque ha seguido protegiendo a Israel en lo diplomático y en lo militar: no hay sanciones, no hay resoluciones potentes en las Naciones Unidas, no hay armas congeladas, como marco general. Su secretario de Estado, Antony Blinken, ha hecho nueve viajes a la zona, más otros tantos del director de la CIA, William Burns, sin resultado. En varias ocasiones han dicho que el acuerdo de alto el fuego era inminente, pero se ha desmoronado siempre. Ahora, se han cansado. "No se puede seguir negociando. Este proceso debe llegar a su fin". 

Ahora esprinta la Casa Blanca porque ha empeorado la situación de los rehenes israelíes y porque este otoño hay elecciones presidenciales y para la aspirante demócrata, Kamala Harris, Gaza es un asunto espinoso con el que su contrincante, Donald Trump, ya trata de hacerle daño. La acusa de enterrar rehenes en vez de liberarlos. EEUU quería no tener que llegar a esa fecha con el conflicto abierto, demasiado cerca de los comicios.

Quedan semanas impredecibles, más aún cuando dependen de un superviviente de la política como Netanyahu, sin parangón. Hay protestas ante sus casas de Jerusalén y Cesarea, hay pintadas que reclaman "rehenes o revuelta", hay miembros de su equipo que confiesan a la prensa que les da "vergüenza" su falta de empatía con las víctimas. Obviamente, Hamás también tiene que dar el visto bueno al alto el fuego, no es sólo cosa de Tel Aviv, dependiendo de un jefe nuevo aún más duro, Yahya Sinwar, pero de momento Netanyahu sigue atrincherado, firme en sus ideas y demostrando que resiste contra viento y marea. 

A sus enemigos habituales (la izquierda, los pacifistas, los opositores, Hamás y las demás amenazas externas, de Irán a Hezbolá) se suma ahora, sin embargo, una buena parte de sus ciudadanos. Tiene complicado salir del atolladero, pero también tiene claro que no va a ceder. Y siempre ha acabado ganando. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.