Muhamad Mustafa, el primer ministro elegido para llevar savia nueva al Gobierno de Palestina
Destacado economista, arrastra un problema triple: ni es nuevo (fue ministro de Abbas), ni es joven (es de la generación de los actuales mandatarios) ni surge de la voluntad popular. Pero tiene el mejor padrino: a Estados Unidos le convence.
Palestina tiene nuevo primer ministro. Sin sorpresas, el elegido es Muhamad Mustafa, un reconocido economista de 69 años sin adscripción política, un tecnócrata conocido internacionalmente que tiene el triple reto de reunificar administrativamente Cisjordania con Gaza, formar un gabinete de especializas sin carné que potabilice las instituciones y abordar la corrupción, el mayor lastre de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y que va de la mano de su erosión, su descrédito y su falta de resultados.
Esas han sido las metas que le ha puesto el presidente Mahmoud Abbas, que a sus 88 años permanece en el cargo y será, en última instancia el que siga tomando las decisiones. Por eso, aunque la llegada de Mustafa se venda como savia nueva para el esclerótico Ejecutivo palestino, en realidad de eso tiene poco: porque lo ha puesto a dedo Abbas; porque está ligado a él como antiguo asesor y ministro; porque no es un líder joven, de una nueva era, y porque no ha sido puesto en el cargo por el pueblo, elegido democráticamente y en atención a sus intereses.
El nuevo premier parte con esa debilidad múltiple, pero también con un enorme punto a favor: que su perfil gusta en Estados Unidos, principal impulsor del cambio de Gobierno palestino. A finales de febrero, presentó su dimisión en bloque todo el equipo del hasta ahora primer ministro, Mohamed Shtayyeh, precisamente porque Washington presionaba para ello. La Administración Biden defiende que la actual ANP necesita ser "remodelada y revitalizada" para abordar sobre todo los retos de una Gaza sin Hamás, una vez que acabe la guerra en Gaza y si el partido-milicia es derrotado. El actual sistema no le gusta, desgastado como está, pero con cambios EEUU cree que puede convencer a Israel de que lo tome como un interlocutor válido y, sobre todo, confíe en la ANP para gobernar la franja, algo a lo que ahora mismo el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se niega.
Adrienne Watson, una de las portavoces de la Casa Blanca, acogió el nombramiento de Mustafa dándole la "bienvenida" y reclamándole desde ya que haga "reformas creíbles y de gran alcance" porque son "esenciales" para establecer condiciones de "estabilidad" en los territorios ocupados por Israel. Felicitaciones también de Josep Borrell, el máximo representante diplomático de la Unión Europea, que también le recordó al recién llegado que hacen falta "instituciones bien gobernadas, que brinden servicios muy necesarios en estos tiempos difíciles" y que Palestina necesita "fortalecer las instituciones democráticas y la gobernanza".
Lo que ha hecho
Mustafa nació el 26 de agosto de 1954 en Kafr Sur, en el distrito de Tulkarem, en la Cisjordania jordana. Su familia fue expulsada de su hogar cuando era niño y se marchó a Kuwait. Es, por tanto, un refugiado. Obtuvo una licenciatura en Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Bagdad y una maestría y un doctorado en Económicas, más tarde, en la Universidad George Washington, en EEUU, país con el que tiene una importante ligazón desde entonces, tanto por amigos como por conexiones con altos funcionarios.
Ha trabajado 15 años en el Banco Mundial, es un fijo en el Foro de Davos de Foro Económico Mundial y ha sido asesor de los Gobiernos de Kuwait -su país de acogida- y de Arabia Saudí -el mayor aliado de EEUU en el Golfo Pérsico y que se quedó a las puestas de establecer relaciones con Israel por culpa del ataque de Hamás del pasado 7 de octubre-. Desde 2005 ocupaba el cargo de presidente del Foro de Inversiones de Palestina (FIP). "Bajo su liderazgo, el FIP se ha convertido en el principal inversor en Palestina, habiendo completado 60 inversiones, que incentivaron 1.200 millones de dólares en inversión extranjera, lo que ha proporcionado a los palestinos más de 75.000 puestos de trabajo", dice su perfil oficial.
Es más economista que político, pero ha tocado poder. Primero, como asesor en inversiones de Abbas. Luego, aún como independiente, como ministro de Economía de 2013 a 2015, y en ese tiempo también fue viceprimer ministro en el efímero Gobierno de unidad que se forjó en 2014. Ese verano, Israel lanzó contra Gaza la Operación Margen Protector, que hasta la actual era la más grave acometida sobre la franja, y Muhamad Mustafa fue luego en encargado de organizar la reconstrucción del territorio, una experiencia valiosa ahora que Gaza está de nuevo bajo asedio, con un coste en vidas e infraestructuras multiplicado por 14.
El pasado enero, en Davos justamente, hizo su última gran aparición pública. Aseguró que los atentados de Hamás fueron "desafortunados para todos", sin medias tintas, pero también recordó a los banqueros, empresarios y gobernantes que eran "un síntoma de un problema mayor, que el pueblo palestino ha estado sufriendo 75 años sin parar". "Hasta hoy, todavía creemos que la creación de un estado para los palestinos es el camino a seguir. Por eso, esperamos que esta vez podamos lograrlo, para que todos los pueblos de la región puedan vivir en paz y en seguridad", defendió.
Los retos
El primer reto con el que se va a encontrar el primer ministro palestino, antes incluso de formar equipo, es el de su legitimidad. Cuatro de las principales facciones palestinas, Hamás, la Yihad Islámica Palestina, el Frente Popular para la Liberación de Palestina y el movimiento Iniciativa Nacional Palestina, han firmado un posicionamiento conjunto en el que rechazan su nombramiento. "A la luz de la insistencia de la Autoridad Palestina de continuar con su política de exclusividad e ignorar todos los esfuerzos nacionales de unidad", dijeron la pasada semana, "expresamos nuestro rechazo a la continuación de este enfoque que ha causado y continúa dañando a nuestro pueblo y nuestra causa nacional".
Según los firmantes, la máxima prioridad nacional en estos momentos como palestinos es enfrentarse al "riesgo de desplazamiento", con la guerra en Gaza al frente, pero también "los crímenes de colonos en Cisjordania y el Jerusalén ocupado". Por ello, las facciones creen que el nombramiento de Mustafa "carece de sustancia" y solo refuerza, dicen, "la división (de la sociedad palestina) en un momento histórico crucial". Además piden al partido de Abbas "tomar medidas serias y efectivas" encaminadas a la creación de un Estado palestino libre, informa EFE.
Su elección no es tanto problemática por él mismo y su perfil, sino porque no da respuestas a las principales peticiones de los palestinos: unidad y democracia. Como explica Mustafa Barghouti, secretario general de Iniciativa Nacional Palestina y veterano en la vida política palestina, no es sangre nueva ni ha llegado al cargo como debe. "No es un político en absoluto, es un tecnócrata, un economista, nada más. Pero eso no es necesariamente criticable. No tengo nada personal contra él, es algo más profundo, es que se le pide que haga reformas pero ¿de qué reforma estamos hablando? Hay de dos tipos. Primero, las que quieren EEUU e Israel, a los que no importa nada más que hacer una ANP más aceptable para Tel Aviv; eso significa blindar la ANP y hacer desaparecer el camino de Oslo. Y las segundas reformas son las que demanda la gente, que no tienen respuesta", expone.
Son dos, también. La primera, "esencial en el momento crucial que vivimos", es la necesidad de "un fuerte liderazgo nacional unido", cuyo primer paso debería ser hacer una elección "con todas las facciones palestinas", estén o no ahora mismo en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que es una coalición de movimientos políticos y paramilitares reconocida desde 1964 como representante del pueblo palestino y que unificó la lucha contra Israel. "Todos dentro", resume.
Y la segunda reclamación es la de acometer "las reformas democráticas que piden los palestinos, que no son de seguridad". "Estoy muy sorprendido de que EEUU hable de democracia en todos los sitios menos en Palestina. Queremos elecciones democráticas, el derecho de la gente a elegir así a sus líderes", indica.
Abbas lleva sin someterse a elecciones desde 2005, las ha ido posponiendo siempre aludiendo a que el momento de violencia o seguridad no era el adecuado. En 2021 es cuando más cerca se estuvo de poner en marcha el proceso, pero también se truncó, y para Barghouti fue un momento clave, porque desde entonces se descompuso aún más el Gobierno, afectando a las libertades o a la separación de poderes. De nada de eso, se duele, habla EEUU cuando pide cambios en el mando palestino. Reconoce que hay que acabar con la corrupción, la desidia, los viejos usos o el nepotismo, pero con "una aproximación al problema diferente".
Ahora mismo, el recién nombrado primer ministro está en contacto con especialistas en diversas materias para ofrecerles los ministerios, por lo que se espera que su gabinete se conozca en pocas semanas. Si aportan sangre nueva y vigor, si ayudan a que se vea menos autoritario y más operativo, está por ver. Muy pendientes de Interior, Exteriores o Finanzas para ver sus apuestas. Tampoco se sabe aún si Abbas le va a transferir alguno de sus poderes, por más que siga al frente de todo, o si le van a incluir los contactos que estas semanas están teniendo en Moscú representantes de Fatah -el partido de Abbas y del mítico Yasser Arafat- y de Hamás, aún sin conclusión alguna.
La Autoridad Palestina fue creada como parte de los Acuerdos de Oslo de 1993, firmados por Israel y la OLP, por Isaac Rabin, Shimon Peres y el propio Arafat, líderes de otro tiempo. Se le dio control sobre partes de Cisjordania -hoy no llega al 40%; el resto lo controla realmente Israel- y Gaza. La Autoridad Palestina perdió el control de la franja ante Hamás en 2007; los islamistas habían ganado las elecciones un año antes. Así que la continuidad de una misma administración es esencial para aplicar políticas para todos, para que no haya dos sistemas, dos modelos, casi dos comunidades.
La mayoría de los palestinos apoya la unidad, la demanda con ansia, pero no por la vía por la que han apostado Abbas y EEUU. Un estudio reciente del Centro Palestino de Investigación de Encuestas y Políticas desveló que casi el 60% de los palestinos quieren que la ANP se disuelva y que el 92% quiere que Abbas renuncie, directamente. Un Gobierno de unidad sin Abbas es apoyado por un 16% de los encuestados, mientras que un 7% prefiere mantener la ANP como hasta ahora y apenas un 3% avala la salida por la que se está optando, esto es, cohesión nacional pero con Abbas al mando y tecnócratas que no representan a las distintas facciones. No es un inicio prometedor, a la vista de los datos.
Mustafa tampoco lo tendrá fácil por parte de Israel, a quien su legada no hace cambiar de opinión: con la ANP -esta, la antigua y la por venir-, ni a por agua. Netanyahu lleva años rechazándola como interlocutora válida en el proceso de paz, por entender que "apoya el terrorismo". El pasado mes, el primer ministro israelí avanzó su plan para el día después de su supuesta victoria en Gaza y avanzó que quiere "libertad de acción ilimitada" para su Ejército en Gaza, en toda la franja, no en parte. También, que esa posición sea "sin límite de tiempo". Eso, en la vertiente de seguridad. En la administrativa, propone dejar el máximo de gestión en manos de "entidades locales que no estén afiliadas a estados o que apoyen el terrorismo ni reciban remuneración de ello". Si insiste en que Abbas apoya el terror, la ANP no entra en esa lista.
Por descontado, Tel Aviv se opone a la fase final del camino, suponiendo que haya alto el fuego en Gaza, nuevo Gobierno palestino, interlocución y negociaciones de paz: dice no al estado palestino. Washington, como Bruselas, ha reiterado que es el único camino para una paz viable no ya entre palestinos e israelíes, sino en todo Oriente Medio, pero por ahora no da el brazo a torcer, menos aún con los ultraderechistas que hoy son fuerza en el Consejo de Ministros. EEUU hasta ha dejado caer, por boca de su vicepresidenta Kamala Harris, que estarán siempre con Israel, pero que una cosa es el pueblo y, otra, su Ejecutivo.
Mustafa es respetado, no es un tipo impopular, se sabe de su valía fuera y dentro de Palestina y, también, que tiene la llave de importantes y necesarias inversiones internacionales, pero arrastra el problema de siempre: el de la falta de aval popular. Ese que da miedo obtener vía elecciones cuando, por ejemplo, a Hamás lo apoya el 60% de la población cisjordana. También le pesa la imposibilidad de romper con el pasado o, como poco, desmarcarse lo suficiente de otro tiempo, que es lo que anhelan los cansados ciudadanos.
Es una cara nueva que nadie sabe si tendrá voto de confianza conforme cuaje, porque sube al cargo por una demanda internacional y no nacional y no se ve lo suficientemente inclusivo para servir de comienzo. Crece la brecha con la calle y crece la angustia, porque Gaza es lo desconocido, mucho más que una herida abierta. Es una cuestión vital para la causa palestina en la que hay que ir a una y escapar del fantasma del colaboracionismo, también.