Mike Pence, el republicano extremo que se aferra a Dios para ganarle la mano a Trump

Mike Pence, el republicano extremo que se aferra a Dios para ganarle la mano a Trump

El que fuera vicepresidente con el magnate quiere pelear la presidencia en 2024. Tiene una potente base ideológica, arraigada en el Tea Party, pero le falta el carisma del ex. Un político no muy brillante que ha sabido resistir, con contactos y donantes. 

Mike Pence, en diciembre de 2020, cuando aún era vicepresidente de EEUU, en un acto electoral en Augusta, Georgia.Jessica McGowan / Getty

"Porque yo sé los planes que tengo para vosotros -declara el Señor-, planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza". La cita del profeta Jeremías preside la chimenea de la casa de Mike Pence, exvicepresidente de Estados Unidos y, desde esta semana, candidato formal a las primarias del Partido Republicano para aspirar a la presidencia del país en las elecciones del año que viene. Un hombre que dice que es, por este orden, "cristiano, conservador y republicano" y que confía en Dios en cada paso que da, porque Él sabe lo que hay que hacer. Por ejemplo, vencer a su antiguo compañero de fórmula y hoy enemigo interno número uno, Donald Trump. 

La candidatura de Pence no ha sorprendido, era esperada. Es un hombre sin mucho tirón pero sí con ambición, que nunca fue amigo del alma de Trump, por más que lo lisonjeara en público como pocos números dos han hecho con sus números uno. Se apartó de él, sobre todo, en los últimos meses de Gobierno y desde entonces ha sido una de las voces más críticas en el seno del Partido Republicano contra el exmandatario, censurando sus incontables líos con la justicia y, antes, con la traición más grande que le echan en cara los trumpistas: reconocer la victoria electoral de Joe Biden en noviembre de 2020 y no ahondar en la denuncia de fraude de su superior.

Pence fue la base ideológica de derechas que dio respetabilidad y cimientos al magnate durante sus campañas y su legislatura. Él ponía por su parte el furor del populismo. Una boleta ganadora, yendo de la mano. Pero, ¿tienes ahora Pence posibilidades sin Trump? Las encuestas dicen que no: el exmandatario lograría más de un 50% de apoyos, según los datos menos alentadores para él, mientras que su perseguidor (y no inmediato) sería el gobernador de Florida, Ron DeSantis, con un 22% como máximo. Pence empata con un 4% de avales con la que fuera embajadora de EEUU ante Naciones Unidas, Nikki Haley. Está por ver cómo afecta la entrada en la carrera, también anunciada esta semana, del exgobernador de Nueva Yersey, Chris Christie, ahora crítico con el expresidente. Pero la carrera es larga, hay muchos imprevistos y todo, siempre, puede pasar cuando está Trump por medio. 

"Es el sueño americano hecho carne"

Mike Pence no es el hombre más talentoso ni el mejor gestor, pero es un hombre peleón que ha sabido mantenerse a flote, influir en su formación, salir con bien de crisis de liderazgo y mandar mucho, al fin. En su biografía oficial, de sus tiempos como 48º vicepresidente de Estados Unidos (cargo que ocupó entre 2017 y 2021), se afirma que tuvo "un asiento de primera fila en el sueño americano", porque viniendo de familia de emigrantes llegó a lo más alto. Hay quien en su partido le da la vuelta a la afirmación: "No fue el mejor abogado, no fue el mejor político, era un hombre más, pero justo en ese consiste: es el sueño americano hecho carne. Si él puede, cualquiera puede. Es la gran historia estadounidense, que un tipo como él puede llegar donde ha llegado él". 

Michael Richard Pence (Columbus, Indiana, 7 de junio de 1959) es el tercero de los seis hijos de Edward y Nancy. Tres abuelos irlandeses y uno alemán recalaron en el Medio Oeste siendo casi críos y allí se asentaron. Su familia tenía varias estaciones de servicio, con tiendas de conveniencia, así que no era rico pero no le faltaba de nada. En el seno de su hogar católico y demócrata, afirma que vio a sus padres construir "todo lo que importa": "una familia, un negocio y un buen nombre". Trabajo, fe y hogar dice Pence que son sus pilares en esta tierra. 

En los diversos perfiles publicados por la prensa norteamericana con motivo de su ascenso a vicepresidente y ahora, como aspirante a candidato presidencial, su hermano mayor Greg, que también es un representante republicano en la Cámara norteamericana, no se cansa de explicar que Mike (o Bubbles, como lo llamaban de chico, por ser "gordito y divertido") es un calco de su padre, un veterano de la guerra de Corea. Recto, duro, intransigente con lo que se escapa a su modelo de vida. El rigor de no poder ni abrir la boca en la cena o levantarse si un adulto entraba en la habitación se trasladó a su personalidad. Su infancia tuvo algunas sombras porque, dice su hermano, eran discriminados por ser católicos. Hasta monaguillo fue el exvicepresidente. No había mucho dinero ni su padre encontraba sanos la mayoría de entretenimientos, así que su ocio era jugar al balón y perseguir con su coche al camión de bomberos, en busca de acción. 

Pence era aplicado en el colegio, pero no destacaba. Fue delegado de clase, afanado pero no popular, ganador de concursos de oratoria más por contenido que por forma. Estudió Historia en el Hanover College y luego hizo Derecho en la Universidad de Indiana. Estaba lleno de dudas. No sabía si quería ser cura o abogado y fue su padre el que lo empujó al campus. Allí, todo cambió, en lo religioso y en lo político. Pence venía de una casa progresista en la que se adoraba a John F. Kennedy, él mismo venía de votar a Jimmy Carter como presidente y de trabajar de voluntario en oficinas de los demócratas, pero se cruzaron nuevos amigos en la universidad, del mundo cristiano evangélico, que lo conectaron con el republicanismo. 

Doble caída del caballo. Un viaje al festival Christian Woodstock en Kentucky, donde tocaban bandas de rock evangélicas, fue su travesía iniciática. En 1984 ya votaba a su nuevo héroe, Ronald Reagan, "puro sentido común". Afirma que la nueva fe es desde entonces "la fuerza impulsora de su vida". Entró en grupos de base y en un coro religioso conoció a la que es su espora, Karen, una maestra de Primaria divorciada y dos años mayor que él. "Es el amor de mi vida", le gusta decir. 

Antes de seguir con la carrera profesional, hagamos un alto en lo personal, porque la anécdota de su compromiso es para contarla: la pareja solía quedar con frecuencia para hacer picnics y meriendas en el parque y Pence pensó en pedirle matrimonio en uno de esos encuentros. Hizo que introdujeran un anillo en la barra de pan que llevó un día. Karen estaba preparadísima: hacía meses que había pedido que le grabaran un "sí" en una cruz de oro. Desde entonces, son inseparables hasta el punto de que, como ha confesado él en varias entrevistas, sigue una regla marcada por del pastor evangélico Billy Graham qiue no permite que un hombre cene solo con otra mujer que no sea su esposa o asista a un evento de hombre y mujeres en el que se sirva alcohol a menos que su pareja esté también presente. Con reglas como estas han aguantado, tres hijos mediante: Michael, Charlotte y Audrey. 

Una carrera desigual y radical

Pence ejerció la abogacía tras su graduación pero no perdió de vista los círculos republicanos con los que había tratado en el campus. "No era sobresaliente, no atraía casos", dicen sus conocidos. Los lazos tejidos empezaron a dar frutos y lo llevaron a encabezar la Indiana Policy Review Foundation, un grupo de expertos que defienden el ideario conservador, sobre todo en los mercados. El germen de político fue naciendo no sólo haciendo informes y actos, sino con un programa de radio y otro de televisión (The Mike Pence Show). 

No tenía el mejor horario, no era el más seguido, pero usó sus espacios como un trampolín para algo mucho más grande, una carrera de 12 años en la Cámara de Representantes, un mandato como gobernador de Indiana y una vicepresidencia del país. compañero. Dice que allí aprendió gran parte de lo que necesitaba saber de política. Y fue entonces cuando decidió dar el salto. Intentó hacerse con un escaño en el Congreso en 1988 y 1990, pero perdió. Hubo escándalo con las donaciones, dólares que fueron supuestamente de la campaña a gastos personales, como la hipoteca. 

No se rindió y fue en 2000 cuando accedió al Capitolio, donde estaría durante seis mandatos consecutivos, de 2001 a 2013, primero con mayoría muy amplia y más ajustada al final. Cuenta su esposa que vieron una señal que los llevó a dar el paso pese al fracaso inicial: estaban cabalgando a caballo por las montañas de Colorado, en unas vacaciones, cuando miraron al cielo y vieron "dos gavilanes colirrojos que alzaban el vuelo". Una buena señal. Así se mueven los Pence. 

"Supo que necesitaba retribuir al estado y al país que tanto le había dado", es la frase, mucho menos prosaica, que destaca en su biografía oficial. Entró con 40 años a la Cámara de Representantes y se convirtió en uno de los mayores defensores de algunas causas esenciales de la derecha: un Ejecutivo limitado, responsabilidad fiscal pero con menos impuestos para las corporaciones y empresas, "desarrollo económico, oportunidades educativas y defensa de la Constitución". Afirma su oficina que en ese tiempo fue reconocido por su "capacidad de liderazgo". No fue tanto. 

Sin embargo, sí es cierto que fue elegido por unanimidad para ocupar puestos de guardián de las esencias conservadoras, como el Comité de Estudios Republicano y la Conferencia Republicana de la Cámara. La asesora de Trump Kellyanne Conway lo llamaría después "un republicano de amplio espectro, porque tenía argumentario para todo". 

Partidario del polémico Tea Party, la rama más radical de los republicanos hasta que irrumpió Trump, no dudó en oponerse a las tesis generales de sus líderes de entonces, como el presidente George H. W. Bush (padre), criticando leyes que mejoraban la asistencia a niños con menos recursos o la expansión de medicamentos recetados en el Medicare, la cobertura básica de la seguridad social de EEUU. La revista Esquire lo destacó como uno de los diez miembros del Congreso más destacados precisamente por su capacidad para oponerse a los suyos. Socialdemócrata no es. 

En sus años en la Cámara, impulsó 90 proyectos de ley o resoluciones, lo que no es mala media; lo que ocurre es que no salió adelante ninguno, así que influencia en el legislativo federal tuvo la justa. Participó en los comités de Agricultura, Pequeña Empresa, Poder Judicial y Asuntos Exteriores. Quedó demostrado que es pro armas, pro vida, pro propiedad privada, pro Israel. 

Pence sembró y cosechó. Lejos de su Indiana, en Washington, logró una agenda jugosa, muy completa. Se le ponía gente al teléfono que otros no soñaban, porque aunque no era especialmente afable, estaba metido en los fregados que merecían la pena. Se sabía muchas. Se convirtió en alguien capaz de atraer dinero al Partido Republicano, algo que Trump valoraría sobremanera cuando lo llamó para ser su segundo sin quererlo demasiado. Destaca, sobre todo, su acercamiento al millonario David Koch, un patrono del radicalismo conservador cuya familia siempre le ha sido fiel y a la que dio espacio de forma escandalosa en la Casa Blanca. A Trump no le gustaban, pero los necesitaba.

Regresó a su estado como 50º gobernador entre 2013 y 2017, su mayor experiencia de gestión antes de la vicepresidencia. Pence defiende ese tiempo como un éxito total: llevó a cabo el mayor recorte de impuestos de la historia de Indiana, tocando las rentas individuales y las empresariales, atrajo nuevas inversiones, bajó a la mitad el desempleo y puso a más gente a trabajar "que en 200 años". Todo, sin alterar el presupuesto y sin dejar de lado las guarderías, por las que apostó, o la FP, una de sus obsesiones. 

Hasta aquí lo que vende su gabinete. Lo cierto es que lo de los impuestos es tal cual, pero las arcas públicas se resintieron y bajaron los servicios sociales de los más necesitados, salvo la educación; Indiana mejoró el desempleo, pero sólo se puso en la media nacional, porque venía de estar muy mal; la economía creció un 0,4%, cuando la media fue del 2,2 y se le fueron varias empresas grandes a México sin que sus alicientes las mantuvieran en el estado. Son datos extraídos de las informaciones de diarios como The Washington Post o The New York Times

En esos años, se mostró como un defensor del creacionismo y pretendía enseñar ciencia y biblia en las escuelas y dejar "que los niños eligieran" su versión de los hechos. Fue un abierto partidario de seguir con el carbón y no impulsar energías verdes -hasta llamó "mito" al cambio climático-, apoyó que los vehículos escolares pudieran llevar armas, retiró financiación a organismos que apoyaban a mujeres que necesitaban abortar, impulsó canales de noticias para difundir fake news y rechazó acoger a refugiados de la guerra siria (aunque un juez lo obligó a hacerlo). Destaca especialmente su Ley de Restauración de la Libertad Religiosa, tildada de antigay, que discriminaba la homosexualidad, y su reducción de los supuestos del aborto, incluso si los motivos tenían que ver con una discapacidad. 

"Adulador en jefe" hasta que se cansó

Pence no estaba en la cresta de la ola al fin de su mandato, quería presentarse a la reelección pero las encuestas le eran contrarias. Y fue entonces cuando Trump apareció y lo sacó a bailar. Tenía experiencia legislativa, de gestión, valores republicanos, contactos y posibilidades de financiación. El presidente lo vio como "una de sus mejores decisiones" hasta que le fue desleal a última hora. 

En su libro So help me God, Pence explica en parte el proceso de encaje. No fue la primera opción del magnate, ni Trump era su elegido. Iba de inicio con el senador Ted Cruz, pero era un tibio y pronto cambió de caballo al ver el empuje del neoyorkino. Los republicanos veían en él a alguien menos dado a hacer estallar el planeta, un contrapeso, un suplente razonable. Eran dos políticos muy desiguales, un ideólogo de libro y un rebelde de las ideas. "Trump tiene a los nacionalistas populistas, pero Pence es la base. Sin él, no se gana", llegó a afirmar Steve Bannon, el influyente exasesor presidencial. A Trump le gustaban las diferencias, porque así no le haría sombra. También veía el valor de atraer a los cristianos evangélicos con su nombramiento. 

A Pence le costó ajustarse con él, tardó en decirle que sí. No casaban demasiado y, si ponía toda la carne en el asador en la campaña. "se jugaba la universidad de sus hijos", explica su hermano Greg. Pero luego fue con todo. Cuenta el New Yorker que lanzaba a Trump "miradas de devoción como no se veían en la Casa Blanca desde Nancy Reagan". "Prestó un brillo de piedad evangélica a una estrella de la telerrealidad que se jactaba de agarrar por los genitales a las mujeres", denuncia por su parte el Times. Cuenta este medio que a Pence se lo empezó a llamar el "adulador en jefe" por sus frecuentes flores a Trump, convertido en un fenómeno que inspirada a la derecha de medio mundo. Lo llamaba "mi amigo", constantemente. Decía que la "Providencia" lo puso a su lado.

En su tiempo de vice, el de Indiana fue determinante en el Senado, con su voto de calidad, y tuvo un alto grado de influencia entre senadores y congresistas por sus numerosos contactos. El mundo de las Cámaras no le iba a Trump y él se ocupaba gustoso. Se hizo cargo de retos nuevos, como el Consejo Nacional del Espacio y el grupo de trabajo del covid-19. En este último caso, aunque no habló de lejía ni otras soluciones demenciales, se alineó en parte con los negacionistas: tomó tarde decisiones sobre medidas de control, él mismo llegó a ir sin mascarilla cuando era obligatoria y fue calificado de irresponsable por sus mensajes excesivamente optimistas y relajados. En su libro no hay autocrítica al respecto. También entonces citó mucho a Dios. "Sé que salvamos millones de vidas", insiste.

Pence fue importante en uno de los procesos de juicio político (impeachment) a Trump, porque el mandatario lo involucró en sus esfuerzos para presionar a Ucrania y lograr información sobre los negocios en la zona de Hunter Biden, hijo del hoy presidente. Hizo llamadas a Volodimir Zelenski viendo cómo manchar al republicano. Eso político, es mucho; cristiano... La religión -y el enfado de su mujer- le llevó a días de ni cogerle el teléfono a Trump, cuando dijo aquello de "si eres rico o famoso las mujeres se dejan agarrar el coño". En público sólo destacó que era agua pasada. 

Sin embargo, los escándalos se fueron sumando y llegó el mayor, la denuncia de fraude en las elecciones que ganó Biden, la cruzada para impedir que tomase las riendas de EEUU. Habló de "irregularidades" en la elección, pero no rechazó el resultado. Hizo contorsiones durante unos días, "tan elaboradas que parecen dignas del Circo del Sol", en palabras de la periodista Jennifer Szalai, pero se negó a paralizar la certificación de la victoria de Biden. Eso hizo que Trump lo odiase, que la masa trumpista que se concentró ante el Capitolio el 6 de enero de 2021 y luego asaltó el edificio gritara: "¡Colguemos a Mike Pence!". 

Ese día lo pasó dentro, con los demás asaltados, trabajando con presidenta de la Cámara, la demócrata Nancy Pelosi. Los violentos no se lo perdonan. Por muy guardián de las esencias conservadoras que sea, aquel día se convirtió en un esquirol para buena parte de sus votantes. Un desleal. Se ha visto obligado a declarar ante el gran jurado que investiga a Trump, aunque puso todos los recursos posibles para salvarse y no echar más leña al fuego. Se escudó en una cláusula que salva a los representantes de contar cosas de sus acciones diarias y apenas habló. Se aferró a que hizo cumplir la Constitución. 

Lo repitió esta semana en su presentación de candidatura: dijo que tuvo que elegir entre Trump y la Constitución, y eligió esta última. "Fue un día trágico en la vida de nuestra nación". “Las palabras imprudentes del presidente Trump", añadió cariacontecido, "pusieron en peligro a mi familia y a todos en el Capitolio". "El pueblo estadounidense merece saber que en ese fatídico día, el presidente Trump también me exigió que eligiera entre él y nuestra Constitución. Yo elegí la Constitución y siempre lo haré”, subrayó. Para sentenciar, al fin: "Y nadie que se ponga a sí mismo por encima de la Constitución de Estados Unidos debería ser jamás su presidente". Además, agregó, "cada momento exige un liderazgo diferente".

De la intervención previa de Trump, que para muchos fue el pistoletazo de salida del asalto, en su momento sólo dijo, en su libro, que fueron "palabras imprudentes", la misma idea que el miércoles, pero entonces añadía que otros empujaron más, dice, como "la izquierda o la prensa". Aún así, para los demócratas es el hombre que, poniendo su vida en juego ante las amenazas, no fue cómplice de la denuncia falsa. Eso vale algo. 

De momento, se acaba de quitar un peso de encima: también él se llevo, como Trump y Biden, documentos confidenciales a su residencia privada de Carmel (Indiana) tras ser vicepresidente y la pasada semana el Departamento de Justicia ha decidido archivar el caso y no presentar cargos en su contra. Pence no ocultó nada, como su jefe, sino que alertó a las autoridades en cuanto se dio cuenta y envió los papeles a Washington de inmediato. 

Ahora que por ese flanco respira un poco, tiene que encontrar la manera de calmar a los partidarios de Trump que lo repudian y a los que inevitablemente necesita para ganar las primarias y, luego, las elecciones. En sus primeras palabras como candidato, ha dejado ver que sus aspiraciones se basan en lo de siempre: favorecer los intereses de las corporaciones y mantener su religiosidad extrema como timón. Eso, antes, atraía a los simpatizantes conservadores. Desde que Trump entró en escena, desde que el país se dividió tanto, hace falta algo más. "Quiere ser presidente prácticamente desde que salió del útero", afirma Harry McCawley, editor jubilado de Republic, el periódico local de su Columbus natal. Tiene que ponerse las pilas o su intento quedará en derrota.

Candidatos confirmados a las primarias republicanas:

- Donald Trump, expresidente de EEUU.

- Ron DeSantis, gobernador de Florida.

- Mike Pence, exvicepresidente de EEUU.

- Nikki Haley, exembajadora de EEUU ante la ONU y exgobernadora de Carolina del Sur.

- Tim Scott, senador por Carolina del Sur (el único negro entre los republicanos).

- Asa Hutchison, exgobernador de Arkansas.

- Vivek Ramaswamy, emprendedor multimillonario de biotecnología.

- Perry Johnson, empresario conservador. 

- Larry Elder, comentarista político.

- Rollan Roberts, político y hombre de negocios.

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.