Merkel hace memoria: una clase magistral de Políticas y un desahogo comedido

Merkel hace memoria: una clase magistral  de Políticas y un desahogo comedido

La que fuera canciller alemana durante 16 años publica 'Libertad', una autobiografía contenida, densa y sin excesiva autocrítica que sirve para exponer su visión del mundo y alguna que otra anécdota jugosa con líderes como Trump y Putin. 

Un librero coloca una ejemplares de la autobiografía de Angela Merkel, el 26 de noviembre de 2024, en una tienda de Berlín.Annegret Hilse / Reuters

En este mundo al que lo de convulso empieza a quedársele corto, hay quien mira con nostalgia al pasado reciente y se acuerda de Angela Merkel. Qué habría hecho ella ante las guerras de Ucrania o Gaza, cómo se hubiera comportado ante el ascenso de la ultraderecha, qué habría sido de la Unión Europea o de los conservadores del continente con ella. 

En Alemania se empiezan a ver las lagunas del legado que parecía intachable de la que fue su canciller durante 16 años, una mujer que dejó el liderazgo del país por voluntad propia y las encuestas a favor. En Europa se la mira con más condescendencia y se la añora, en un momento de democracias flacas y líderes desnortados. Los que la aplauden y los que la atacan, todos, estaban expectantes por la publicación de su autobiografía, Libertad. Memorias 1954-2021, que ha salido a la vez en 30 idiomas y que en España edita RBA. 

El marco ya se sabía, la historia de una física que aterrizó en la política tarde, con 35 años, una mujer ninguneada y subestimada, proveniente de la roja y despreciada RDA, "la niña" a la que colocaron como candidata de transición en la derecha alemana y que se convirtió en mandataria, revalidando puesto elección tras elección, hasta cuatro veces. Merkel llegó para quedarse y se convirtió en la mujer más poderosa del mundo, la líder política más fuerte del siglo XXI. Su vacío aún no se ha llenado. 

En su libro lo que se esperaba encontrar era algo más que lo sabido, de cotilleos de sus años en el poder o las dificultades de su acceso a algo más personal y sentido y, sobre todo, un examen de conciencia profundo sobre lo que hizo y no hizo, lo malo y lo bueno. Este libro no es un ajuste de cuentas consigo misma, porque la líder de la CDU conservadora reconoce fallos, pero no se recrea en ellos. Defiende la mayor parte de su gestión y, sobre todo, lo que trata es de mostrar la visión del mundo que tiene, la que defendió en su tiempo en el poder y la que hoy le sigue valiendo para mirar al planeta con preocupación.  

"¿Qué es para mí la libertad? Esta pregunta ha ocupado toda mi vida. Políticamente, por supuesto, porque la libertad requiere condiciones democráticas, sin democracia no hay libertad, ni Estado de Derecho, ni protección de los derechos humanos", dice, lejos de definiciones como las de Isabel Díaz Ayuso. Así queda justificado el título elegido para esta obra, que ha parido junto a su fiel colaboradora de siempre, Beate Baumann. 

El libro es una clase magistral de Ciencias Políticas, precisa, contenida, con muchos detalles y números y referencias pero tan interesantes que no embarran. No hace alarde de lo conseguido (estabilidad social, economía firme, un país solidario que abrió la puerta a los refugiados), como tampoco se detiene en lo que hoy se le reprocha (excesiva dependencia energética de Rusia, un supuesto efecto llamada a la inmigración irregular, el auge de los ultras, la falta de reformas institucionales o de infraestructuras). 

Lo que sí deja es la sensación permanente de que estamos ante una derechista de centro, con ramalazos de izquierda verde -lo que más le duele es no haber peleado más contra el cambio climático-, consciente de los problemas universales, alarmada por la deriva del mundo que conocemos, sobre el que no vierte consejos como anciana sabia, sino como gestora lúcida. Su vida privada sigue siendo privada, nos quedaremos con aquello de que le gusta hacer pasteles. 

Angela Merkel debate seriamente con Donald Trump en la reunión del G7 de 2018, en Canadá, rodeados de líderes mundiales. El norteamericano cargó entonces duramente contra la OTAN.Getty Images

De Putin a Trump

Merkel hace repaso de los líderes pesados con los que se ha ido cruzando y su opinión es especialmente relevante ahora que Vladimir Putin ha invadido Ucrania y Donald Trump va a regresar a la Casa Blanca. Así que es normal que sean esos extractos del libro los primeros que hayan visto la luz. Por ejemplo, del republicano norteamericano dice que es un hombre "emocional", que en español podría entenderse como visceral, al que ve "cautivado por políticos con tendencias autocráticas y dictatoriales" como el propio Putin o el norcoreano Kim Jong-un.

Fue en marzo del 2017, dos meses después de su toma de posesión, cuando la alemana se reunió en Washington con el magnate. "Donald Trump me hizo una serie de preguntas, también sobre mis orígenes en la Alemania oriental y mi relación con Putin. Aparentemente, el presidente ruso le fascinaba. En los años siguientes tuve la impresión de que le seducían los políticos con rasgos autocráticos y dictatoriales", dice. 

"Con Trump no habría cooperación para un mundo interconectado. Él consideraba todo desde la perspectiva de un inversor inmobiliario, lo que había sido antes de meterse en política. Cada propiedad sólo podía adjudicársela una vez, y si no la conseguía él, la conseguía otro. Así es como Trump veía el mundo: todos los países participaban en una carrera en la que el logro de uno significaba el fracaso de otro, no creía que la cooperación pudiera incrementar el bienestar común", escribe. 

Además, recuerda la anécdota de que los periodistas les pedían que se dieran la mano, sentados como estaban en aquella primera visita en el Despacho Oval, pero él no hacía caso. Y ella, ante la insistencia, le dijo en voz baja: "Quieren un apretón de manos". "En cuanto lo dije, sacudí mentalmente la cabeza -dice-. ¿Cómo iba a olvidar que Trump sabía exactamente el efecto que quería conseguir?", añade. 

"Hablamos en dos niveles distintos”, escribe Merkel. “Trump en un nivel emocional, yo en uno factual", resume más adelante. En una entrevista de promoción a la CNN ha dicho que Trump "soñaba con anular tal vez todos los órganos parlamentarios que sentía que de alguna manera eran un estorbo para él, que quería decidir los asuntos por su cuenta". 

Angela Merkel y Vladimir Putin, conversando en octubre de 2007 en Wiesbaden, Alemania.Ralph Orlowski / Getty Images

En el caso de Moscú, Merkel se recrea en el llamado mundo ruso de Putin. "Desde que Putin accedió a la presidencia de su país en 2000, había hecho todo lo posible por que Rusia volviera a ser un actor en la escena internacional al que nadie pudiera ignorar, en especial Estados Unidos", expone. 

A Putin "no le interesaba construir estructuras democráticas ni fomentar la prosperidad para la población mediante una economía que funcionara bien, ni en su país ni en ningún otro, sino que más bien, y en la medida de lo posible, quería contrarrestar el hecho de que Estados Unidos hubiera salido victorioso de la Guerra Fría. Quería que tras el final de la Guerra Fría, Rusia siguiera siendo un polo indispensable en un mundo multipolar, y para lograrlo recurrió principalmente a su experiencia en el ámbito de los servicios de seguridad", escribe.

Curioso: Merkel rememora una reunión en Rusia en 2007 en la que Putin, aún sabiendo que a la germana le dan miedo los perros porque fue atacada por uno en 1990, introdujo en la sala a Koni, un medio caballo negro. Las fotos de la cara de la canciller dieron la vuelta al mundo y se entendió como un intento del ruso de amedrentarla. "Por la expresión de Putin interpreté que estaba disfrutando la situación, así que me pregunté: ¿Solo quiere ver cómo reacciona una persona en apuros? ¿Se trata de una pequeña demostración de poder?", expone. "Intenté ignorar al perro, aunque se movía más o menos a mi lado. Sólo pensé: mantén la calma, concéntrate en los fotógrafos, ya pasará".

Según afirmó, cuando se reunieron en Moscú en 2006, Putin respetó la petición pero le regaló un gran perro de peluche, señalando que no mordía. No obstante, el año siguiente en Sochi, el gran perro deambuló por la sala y se acercó a Merkel mientras la canciller, visiblemente incómoda, se sentaba junto a Putin ante los fotógrafos y las cámaras de televisión. Ahora Putin, ante estas memorias, ha salido al paso de nuevo. "Vuelvo a apelar a ella y le digo: Angela, por favor perdóname. No quería causarte ninguna angustia", dice. 

Perro aparte, Merkel llama a Putin "infantil" y niega que compadreara con él en el pasado o que le dejase hacer. Es más, ahí sí se defiende un poco más, porque sostiene que ella estaba parando las ambiciones expansionistas del ruso, y que fue a su marcha -hace tres años- cuando decidió invadir Ucrania. Ya se había ido el dique. 

Es especialmente interesante que Merkel hace referencia a la cumbre de la OTAN de Bucarest (Rumanía), de 2008. Ucrania ha criticado a la expolítica y al presidente francés Nicolas Sarkozy porque se opusieron a conceder a Ucrania y a Georgia un estatus preparatorio para un ingreso en la OTAN. "Me pareció ilusorio suponer que el estatus MAP [Plan de Acción para la Adhesión] hubiese protegido a Ucrania y Georgia de la agresión de Putin, que aquel estatus hubiera surtido tal efecto disuasorio que Putin habría aceptado los acontecimientos sin intervenir. ¿Realmente alguien se podía imaginar, que en un caso de emergencia los Estados miembros de la OTAN hubieran respondido militarmente –tanto con armamento como con tropas– e intervenido? ¿Hubiera sido concebible que como canciller federal hubiera solicitado al Bundestag un mandato de ese tipo para que nuestro ejército interviniera y conseguir una mayoría a favor?", explica ahora. 

Angela Merkel posa con un refugiado, en un centro de asilo de Berlín, en 2015.Sean Gallup / Getty Images

Sus caballos de batalla

Si hay dos materias por las que Merkel pasará a la historia es por la economía y la inmigración. En tiempos de la crisis de 2008-2012, fue la líder del recorte y la frugalidad, la que tanta caña dio a países del sur europeo como España para ser austeros. Pero también fue quien, entre 2015 y 2016, le abrió las puertas a los refugiados que venían del este, especialmente de Siria, con una solidaridad no vista en todo el continente. 

Sobre el primer tema, Merkel recuerda las negociaciones financieras en la UE en febrero del 2013, exigió austeridad. "Incluso se distanciaron de mí el presidente francés François Hollande, el presidente español Mariano Rajoy y el presidente de la comisión Europa José Manuel Durão Barroso, con los que, por lo demás, colaboraba estrechamente. Aún sentía los efectos de la crisis del euro y al mismo tiempo se me tachaba de tacaña". 

En junio del 2018, la CSU bávara, socia histórica de su partido, la democristiana CDU, le echó un pulso a Merkel sobre devolución de migrantes en las fronteras. "Insistí en una solución europea al problema. (…) Alexis Tsipras, de Grecia, y Pedro Sánchez, el recién llegado presidente español, me ofrecieron apoyo práctico. Convinieron cerrar acuerdos administrativos con Alemania basados en el Reglamento de Dublín III y admitir de nuevo a los migrantes inscritos en sus países que llegaran a las fronteras alemanas", dice. 

Angela Dorotea Kasner

Su manera de ser y de ver la política viene de aquella Angela Dorotea Kasner, que es su nombre de soltera, la niña de la Alemana menos próspera. "La vida en la RDA era una vida de equilibrios constantes. Por muy despreocupado que empezara el día, si traspasabas los límites políticos, todo podía cambiar en cuestión de segundos y poner en peligro tu existencia. Entonces el Estado no perdonaba y golpeaba sin piedad. El verdadero arte de vivir radicaba en averiguar exactamente dónde estaban esos límites. Mi carácter algo conciliador y mi enfoque pragmático me ayudaron, pero fue vital que en casa podíamos hablarlo todo", expone. 

La hija del pastor, que vivía a un minuto del muro de separación, ahora presenta libros en el teatro donde sólo podía ir una vez al año con su familia. Habla poco de ella, pero destaca su "infancia feliz", sus juegos con los chicos de una escuela para personas con discapacidad intelectual que había junto a su casa, las primeras fiestas (con cuotas de música "socialista"), la apuesta por la Física y el primer trabajo de profesora en Berlín. Poco se sabe del Merkel que le dio el apellido, su primer esposo, del que se separó pronto. El mundo conoce al segundo, otro científico, el químico Joachim Sauer, con el que se la ve sonreír casi tanto como con Barack Obama, al que considera "excepcional". 

Hay dos confesiones llamativas en en el libro potente. Una es que ahora Merkel no tiene miedo a ser llamada feminista. Durante décadas eludía tomar esa bandera, diciendo que su llegada al poder era lo que debía ser, la normalidad de la igualdad, pero con los años, y también en este libro, ha ido contando las zancadillas que tuvo para crecer en un mundo de hombres. Del mansplaining al paternalismo, pasando por los consejos hasta sobre su ropa. Ahora lo dice a boca llena: lo es. 

La otra es menor, pero quedaba la intriga: aquellos temblores, aquellas comparecencias públicas en las que la canciller parecía no poder con su labor, casi al final de su mandato. Merkel explica que no tenía problemas neurológicos, que todo estaba bien en los análisis, y que tuvo que ir a un osteópata para saber que estaba liberando tensiones acumuladas. 

Ahora, a sus 70 años, se la ve ágil en la ruta de venta del libro, que promete convertirla en "milmillonaria", dice la prensa alemana. No le ha hecho falta ajustar cuentas ni hacer sangre. Sólo ser ella, que ya es mucho. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.

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