Medios británicos apuntan a que la paranoia de Putin está llegando a su punto álgido
Espionaje, traición y represión: un cóctel explosivo que define cómo está el clima político y social en Rusia.
En la Rusia de Vladimir Putin, el miedo a los espías se ha convertido en un fenómeno casi obsesivo. Según datos publicados por los medios de comunicación británicos, el Servicio Federal de Seguridad (FSB) ha puesto en marcha más de 800 investigaciones vinculadas con espionaje desde que comenzó la invasión a Ucrania, en febrero de 2022. Este "estado de paranoia”" como lo describen algunos expertos, no solo ha puesto en el punto de mira a ciudadanos rusos, sino también a diplomáticos y periodistas extranjeros.
El caso más reciente es el del británico Edward Wilkes, diplomático expulsado el martes bajo la acusación de espionaje. El FSB sostiene que Wilkes proporcionó información falsa en la entrada a Rusia, en lo que describen como una operación encubierta de inteligencia. Londres negó rotundamente estas acusaciones, calificándolas de "malintencionadas", pero el incidente no es un hecho aislado. En agosto, Moscú retiró la acreditación a seis diplomáticos británicos alegando motivos similares, lo que intensificó la ya tensa relación entre ambos países.
Cacería de espías dentro y fuera de Rusia
El periodista Evan Gershkovich, detenido durante 16 meses antes de ser liberado en un intercambio de prisioneros, y Ksenia Karelina, condenada por traición tras donar $51 a una organización estadounidense que ayuda a ucranianos, son ejemplos de cómo Rusia utiliza acusaciones de espionaje para justificar sus arrestos. Ambos casos han generado críticas internacionales. “Hay una creciente demanda política de capturar espías”, asegura Ivan Pavlov, un abogado especializado en casos de traición. Según Pavlov, las autoridades rusas fomentan esta “manía de espías” para enviar mensajes de control tanto dentro como fuera del país.
Pero el espionaje no es solo un juego de puertas adentro. Rusia también señala con el dedo a otros países. En lo que parece un eco de la Guerra Fría, ciudadanos rusos han sido arrestados en Europa bajo sospecha de colaborar con agencias de inteligencia. Países como Noruega, Francia y Eslovenia han registrado detenciones de supuestos agentes del Kremlin en 2023.
Un clima de miedo que crece
Para el exagente del KGB Gennady Gudkov, ahora en el exilio, esta paranoia tiene raíces profundas. “Putin y su círculo cercano no confían en nadie”, asegura. La represión política refuerza este sentimiento: organizaciones como Memorial, ganadora del Nobel de la Paz, contabilizan actualmente 784 prisioneros políticos en Rusia.
El caso de Nika Novak, periodista freelance condenada a cuatro años de prisión por “colaboración confidencial” con Radio Free Europe, es otro ejemplo de la magnitud de la represión. “La sentencia de Novak es una muestra más de cómo las autoridades rusas silencian implacablemente a los periodistas”, afirmó Gulnoza Said, del Comité para la Protección de Periodistas.
Mientras la maquinaria del FSB sigue sumando casos, la narrativa de “espías entre nosotros” parece una estrategia calculada para consolidar el control del Kremlin. El resultado: un país en el que el miedo y la desconfianza dictan las reglas del juego.