Los 'Navy Seals' de Ucrania desatan una ola de destrucción
Las fuerzas especiales de Kiev emergen de las olas para causar estragos en las defensas costeras de los ocupantes rusos.
En la oscuridad de la noche, cuatro buzos ucranianos se lanzan por los costados de su bote, desaparecen bajo las olas y avanzan hacia la costa enemiga. Entrenados por fuerzas especiales del Reino Unido y Estados Unidos y equipados con los mejores aparatos respiratorios, nadan en parejas, sin dejar burbujas sobre ellos que delaten sus posiciones. Los rusos nunca los van a ver venir. Será otra victoria de los Navy Seals de Ucrania, una unidad de élite a la que ha visto trabajar el diario británico The Times.
Muy por detrás de las líneas enemigas, los buzos del 73º Centro de Operaciones Especiales Navales (que es como se llama este equivalente a los Seals de EEUU o al Servicio Especial de Embarcaciones de Reino Unido) están estado causando estragos en las defensas costeras rusas, mientras Ucrania intenta expulsar al ejército del presidente Vladimir Putin de sus aguas territoriales.
"Una brújula, un reloj, un medidor de profundidad y la aritmética mental son sus únicas guías. Tirar de una cuerda tendida entre ellos es su única forma de comunicación bajo el agua", detalla el reportaje sobre el terreno. Un joven comandante de uno de los equipos de buceo, apodado "Alex", explica que sus buzos "realizan infiltraciones encubiertas en áreas enemigas en botes, bucean, se acercan a la costa, realizan reconocimientos, limpian minas, desembarcan y realizan operaciones especiales".
Aunque es la apropiación de tierras rusas por parte del ejército ucraniano en Kursk lo que ha centrado la atención en estas semanas, la batalla más estratégica se está librando en el mar Negro, y ahí Kiev está ganando, contra todo pronóstico, con la ayuda exterior.
Cuando las fuerzas especiales expulsaron a los rusos de la Isla de la Serpiente el 30 de junio de 2022, cuatro meses después de la invasión, aseguraron un corredor para que el país exportara grano desde el puerto de Odesa. El pasado septiembre, Ucrania tomó el control sobre una serie de plataformas petrolíferas, que ahora sirven como pista de lanzamiento para ataques contra objetivos rusos en Crimea, una zona anexionada en 2014 por Moscú.
"Ahora, expulsar a los rusos de Kinburn Spit y Tendra Spit es vital para desbloquear el segundo puerto más grande de Ucrania, Mykolaiv. Estas dos franjas de tierra sobresalen del estuario del río Buh Meridional, lo que permite a los rusos separar el puerto del mar", expone el diario.
Los drones ucranianos y los misiles Storm Shadow suministrados por Londres han destruido 26 buques de la flota rusa del mar Negro, según la marina ucraniana. El resto se ha retirado más cerca de la costa rusa, lo que permite que unidades como el 73º Centro de Operaciones Especiales Navales ataquen. Sus buzos pueden nadar kilómetros bajo el agua para llegar sin ser detectados, o reconocer casi 50 kilómetros de costa en un período de dos semanas.
Las cosas no siempre salen según lo planeado. "Cuando el primer par de buzos de una misión llegó a la costa controlada por Rusia, pronto se dieron cuenta de que estaban solos. Un fallo técnico había obligado al segundo par a dar la vuelta. Alex, su comandante, estaba observando a través de una señal de un dron que volaba por encima, pero no tenía forma de comunicarse con ellos sin alertar al enemigo", explican con detalle en la vívida crónica.
La misión se había preparado durante semanas. El equipo había pasado por un régimen de entrenamiento agotador. "Al prepararnos para nuestras misiones, siempre pasamos por todos los escenarios de 'qué pasaría si...'", dijo Alex, que tiene unos veinte años. "¿Qué pasa si el barco se estropea? ¿Qué pasa si el arma falla? ¿Y si los explosivos fallan o se pierde la mitad? Hablamos de todo lo que podemos imaginar que puede salir mal. Si podemos, continuamos la misión”.
A pesar de estar reducidos a dos hombres, frente a un batallón de tropas enemigas estacionadas en la zona, el líder del equipo decidió perseguir a su objetivo. Encontró un hueco en las defensas costeras de alambre de púas que les ahorraría un tiempo precioso y siguió adelante.
“Había al menos 500 soldados en diferentes lugares. Si suena la alarma, toman posiciones, comienzan a defender y comienzan a buscar a los buzos”, dijo Alex. “Por eso es tan importante completar la tarea lo más sigilosamente posible, sin señales, señales de comunicación o firmas térmicas, sin perder el elemento sorpresa. Dos soldados, sin importar lo bien entrenados que estén, no pueden hacer frente a dos tanques, un transporte blindado de personal y un escuadrón”.
Los dos buzos habían recibido la orden de destruir un sistema antiaéreo autopropulsado blindado ruso ZSU-23-4 Shilka. Habían visto a los rusos utilizarlo para transportar tropas y suministros a una posición avanzada, siempre tomando la misma ruta. Escondiendo su equipo de buceo y moviéndose hacia el interior sin ser detectados, la pareja llegó a la carretera utilizada por los rusos y colocó sus explosivos. Luego esperaron. Cuando el vehículo antiaéreo retumbó por la carretera al amparo de la oscuridad, los buzos presionaron el detonador.
“Vimos explotar el vehículo, así como la munición que había dentro. Había una tripulación en ese vehículo, y estaban transportando un turno que se suponía que rotaría a las tropas en sus posiciones. Probablemente matamos a ocho o diez rusos”, dijo Alex.
Los rusos estaban atónitos. Tan lejos de la línea del frente, no podían imaginar que habían sido atacados por fuerzas ucranianas. “Estábamos escuchando sus intercepciones de radio. Estaban gritando, culpándose unos a otros por el hecho de que la nueva rotación no recibiera mapas con sus minas o sus posiciones. Pensaron que habían golpeado su propia mina”, dijo con una sonrisa. Los buzos escaparon sin ser localizados, nadando de regreso a su bote al amparo de la oscuridad.
Entre los operadores del 73º Centro de Operaciones Especiales Navales se encuentra la capitana “Judy”, también de unos veinte años y una de las pocas mujeres que han realizado un curso de calificación de fuerzas especiales de la OTAN, o “Q”. “En la historia de mi academia militar, fui la primera suboficial mujer de nuestro curso. La primera chica que podía dar órdenes a hombres. Me encanta el agua y me di cuenta de que esa era mi vocación, así que decidí unirme al centro 73”, dijo Judy.
“Cuando llegué allí, me enteré del curso Q. Me entrené igual que todos los demás. Hay una fase preparatoria, una marcha de 30 km con una mochila de 20 kg. Luego está la selección, la parte más difícil. Actividad física constante sin dormir, desnutrición, para ver si te rindes, tocas la campana, como en el curso de los Navy Seal”.
Desde entonces, Judy ha luchado en algunos de los enfrentamientos más intensos de la guerra, incluida la contraofensiva de Zaporizhia, y ayudó a abrir un camino para que los marines ucranianos desembarcaran en Krynky, una cabeza de puente al otro lado del Dnipro que mantuvieron durante meses antes de ser expulsados, una victoria pírrica para los rusos. En su misión más reciente, comandó un equipo que tendió una emboscada a una fuerza de reacción rápida rusa en Kinburn Spit, cuyos detalles aún están clasificados.
Debido a que las tropas operan en unidades pequeñas, las pérdidas del centro fueron particularmente difíciles de soportar, dijo. "Hemos estado luchando juntos durante dos años y medio, viviendo juntos, comiendo juntos. La unidad se convierte en una segunda familia, así que cuando sufrimos pérdidas, es lo más duro que puede pasar".
El duro régimen de entrenamiento ayuda a los combatientes de élite a sobrevivir incluso en las condiciones más difíciles. En una operación de reconocimiento nocturna, Alex y su compañero de buceo estaban nadando hacia territorio ruso cuando él quedó atrapado en una red defensiva. Alex luchó contra el pánico y tuvo que regular su respiración para evitar el envenenamiento por oxígeno, así que se liberó lenta y metódicamente. Una vez fuera de la red, continuaron nadando, pero quedaron atrapados en una segunda red. Después de liberarse de nuevo con su cuchillo, Alex se dio cuenta de que ya no tendrían tiempo para completar la misión y decidió regresar, nadando hacia la superficie para evitar más redes. Sin embargo, mientras lo hacía, se encontraron con una tercera red.
“Nos dimos cuenta de que si no podíamos llegar a la superficie en 500 metros, no tendríamos suficiente oxígeno. Ya estaba pensando que los rusos sacarían dos carpas de la red, unas grandes”, dijo Alex, riendo.
“Esta no es la muerte que quisiera. Simplemente enredarse y quedarse allí hasta que se acabe el oxígeno, mirando el manómetro, y ahogarse. Es una muerte lenta. No quiero salir así”.