La transición en EEUU, el ¿último? gesto de normalidad democrática en la era Trump

La transición en EEUU, el ¿último? gesto de normalidad democrática en la era Trump

En 2020, el republicano se fue de la Casa Blanca dando portazos y complicando el proceso de relevo. No será así con Biden. La maquinaria está engrasada y en marcha. Un proceso en el que hacer de tripas corazón que cambiará toda la Administración.

Donald Trump lanza una pelota de béisbol en un acto de la liga nacional en la Casa Blanca, el 23 de julio de 2020.Drew Angerer / Getty Images

La Casa Blanca afronta un tiempo nuevo. Más que una transición, al Gobierno de los Estados Unidos de América se le viene encima una metamorfosis con el retorno de Donald Trump al Despacho Oval. La maquinaria administrativa es vieja pero funciona, está bien engrasada desde 1776, así que el testigo se pasará. Siempre pasa, hasta cuando se ponen obstáculos para ello, como hizo el propio republicano. En eso están los equipos salientes y entrantes. 

En 2020, cuando Trump perdió las elecciones ante el actual presidente, Joe Biden, pero se negó a admitirlo, denunciando un supuesto fraude en las urnas, fue el único momento en la historia del país en el que se pusieron trabas al proceso que acaba de arrancar. Sin embargo, los demócratas no van a responder al republicano con la misma jugada y prometen estabilidad. ¿Será este el primer y último gesto de normalidad democrática en la recuperada era Trump?

Por ahora se sabe que tanto Biden como Kamala Harris, la aún vicepresidenta y candidata demócrata derrotada por Trump el pasado partes, han garantizado que trabajarán por una "transición pacífica". Lo han hecho en sendas llamadas telefónicas al presidente electo -un gesto que él no tuvo cuando fue el perdedor, hace cuatro años-, en las que le han insistido, además, en la necesidad de trabajar por la unidad nacional, posiblemente el mayor reto patrio

Esta misma tarde, en un discurso solemne pronunciado en la Rosaleda de la Casa Blanca, Biden ha vuelto a dar garantías de un traspaso "ordenado". "El país elige a uno o a otro. Aceptamos la elección que el país ha hecho. He dicho muchas veces que uno no puede amar a su país solo cuando gana", ha dicho, encajando el golpe, resignado.

Habrá que hacer de tripas corazón, porque no es sencillo darle el testigo a quien tanto daño ha hecho a esta Administración en la última legislatura, pero nobleza obliga. Y en su pecado lleva la penitencia también el Partido Demócrata, porque su incapacidad para convencer de su alternativa también es la que ha abierto otra vez las puertas a su archienemigo. Es parte del legado del tándem Biden-Harris. 

El regreso inminente de Trump -¿pondrá cortinas doradas de nuevo?- va a cambiar de raíz lo conocido. No sólo porque haya una alternancia entre dos formaciones distintas, sino porque el magnate trae un equipo muy distinto al que lo acompañó en su campaña de 2016. Ahora se ha deshecho de buena parte de aquellos republicanos clásicos y de asesores que, al fina, tuvieron demasiado conciencia, le bailaron poco el agua y acabaron denunciando sus políticas. De eso, ni rastro ahora, lo que genera preocupación sobre sus actuaciones por venir. 

De momento, hay un protocolo al que se debe adaptar. Tiene por delante un período de transición de 75 días para formar su equipo, antes de la toma de posesión y la inauguración de la legislatura, prevista para el 20 de enero. Uno de los puntos más importantes de su lista de tareas pendientes es cubrir hasta 4.000 puestos gubernamentales con personas designadas por criterios políticos, esto es, personas que el equipo de Trump ha escogido específicamente para sus puestos. Un volumen formidable que da cuenta del peso de la maquinaria en la que es aún la mayor potencia del planeta. 

Eso incluye de todo, desde el secretario de Estado y otros jefes de departamentos del gabinete presidencial hasta aquel personal seleccionado para trabajar a tiempo parcial en juntas, comisiones y agencias. Alrededor de 1.200 de esos nombramientos presidenciales requieren la confirmación del Senado, lo que debería ser más fácil ahora que dicha Cámara ha pasado a estar bajo control republicano.

Barack Obama y su esposa, Michelle, reciben a Donald y Melania Trump en su primer día en la Casa Blanca, el 20 de enero de 2017.Getty Images

¿Quién forma el 'Team Trump'?

Aunque la rotación en el nuevo Gobierno será total, Trump sabe bien ya lo que quiere y cómo lo quiere. Será a estrenar, pero con las cosas claras. Ya ha dado algunas pistas. En su fiesta de la victoria, el miércoles por la mañana en Florida, dijo que el excandidato presidencial y activista antivacunas Robert Kennedy Jr. será el elegido para "ayudar a que EEUU vuelva a ser saludable". "Vamos a dejar que lo haga", enfatizó, remarcando una elección que ha hecho que el sector sanitario (el asistencial, no el empresarial) se lleve las manos a la cabeza. 

También se ha comprometido a convertir a Elon Musk, el mandamás de X, Tesla o SpaceX que ha dopado de dólares su campaña, en parte del Team Trump (Equipo Trump), como secretario de "reducción de costos" federal. Ya le ha pedido que vaya viendo dónde hay billones de dólares en gastos gubernamentales para eliminarlos. El miércoles estuvo en la celebración en Mar-a-Lago de la victoria electoral, junto a otros rostros conocidos como el del polémico presentador televisivo Tucker Carlson (conocido mundialmente por su entrevista a Vladimir Putin). ¿Le tocará también a él algo en este reparto?

El senador republicano Marco Rubio está, por su parte, entre los favoritos para convertirse en secretario de Estado, según el diario The Washington Post. El legislador por Florida, de origen cubano, tuvo una notable influencia en la política hacia Latinoamérica durante el primer mandato de Trump, dado su poder en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y este año estuvo entre los aspirantes a vicepresidente en la campaña republicana. También suenan como posibles jefes de la diplomacia estadounidense el exdirector de inteligencia nacional Rick Grenell, muy cercano a Trump y que fue embajador en Alemania entre 2018 y 2020, y el senador Bill Hagerty, que fue embajador en Japón, de acuerdo con POLITICO.

Para el cargo de secretario del Tesoro se barajan los nombres del inversor multimillonario John Paulson, conocido por haber amasado una enorme fortuna al adelantarse a la crisis financiera de 2008, y del actual asesor económico del presidente electo, el inversor Scott Bessent, indica el Post. El senador republicano Tom Cotton podría convertirse, por su parte, en secretario de Defensa.

Los pasos 

La transición no consiste únicamente en cubrir puestos vacantes, quitárselos al rival para dárselos al correligionario. La mayoría de los presidentes electos también reciben informes de inteligencia diarios o casi diarios durante este periodo, porque ya, en el fondo, Trump es el mandatario electo y necesita estar al día.

Por eso, para empezar, Biden le ha ofrecido una reunión personal que se celebrará "en breve" y que Trump, diplomático por una vez, ha aceptado "con mucho interés" y "agradeciendo mucho" la mano tendida, en palabras de su director de comunicación en campaña, Steven Cheung. Ahí hablarán de lo urgente, de lo más secreto. En 2008, el presidente saliente George W. Bush informó personalmente al presidente electo Barack Obama sobre las operaciones encubiertas de EEUU, como recuerda la agencia AP. Cuando Trump se preparaba para asumir el cargo en 2016, la asesora de seguridad nacional de Obama, Susan Rice, informó a Michael Flynn, su sucesor designado en la nueva administración. 

Sin embargo, en 2020, las impugnaciones legales de Trump a los resultados de las elecciones retrasaron el inicio del proceso de transición durante semanas, y las reuniones informativas del presidente con Biden no comenzaron hasta el 30 de noviembre. Un mes perdido en la cuestión. No se movieron los primeros protocolos en la Administración, en otras materias, hasta pasados 20 días de los comicios, y sólo parcialmente. 

Ahora las cosas van mucho más rápidas, como deben ir. El jefe de gabinete de Biden, Jeff Zients, se puso en contacto con el equipo de Trump apenas seis horas después de la comparecencia del republicano reivindicando su victoria, informa la radio pública norteamericana, NPR. El primer paso es firmar los acuerdos federales necesarios para iniciar la transición ordenada. Se espera que las conversaciones se intensifiquen a lo largo de esta semana, cuando la atención se centre en nombrar un comité de investidura y un equipo de transición formal, que es lo más urgente. 

La transición de Trump está siendo liderada principalmente por personal de la triple a: aliados, amigos y allegados. Entre ellos está el citado Kennedy Jr., que quiso presentarse por libre en las elecciones del 5-N pero acabó renunciando por falta de apoyos y decidió apoyar con todos sus medios al expresidente, y a la también antigua candidata presidencial demócrata Tulsi Gabbard, que se ha cambiado la chaqueta en estos meses y ahora no se separa del magnate. 

Los hijos adultos del presidente electo están siempre a su lado, como ya lo hicieron en la primera legislatura. Donald Jr. y Eric, sin embargo, tienen ahora más protagonismo que Ivanka y su esposo, Jared, que se convirtieron en asesores estrella entre 2017 y 2021. Nadie sabe aun si volverán a ser la pareja más poderosa de Washington, con permiso de la del propio presidente y su actual esposa, Melania

Junto a Trump está, claro, JD Vance, su flamante vicepresidente y el hombre que tendrá que suplirlo si existe la necesidad, nunca descartada porque la vida es vida y, en el caso del ganador del 5N, tiene 78 años ya. A ellos se suman los copresidentes de la transición, que son el director ejecutivo de Cantor Fitzgerald, Howard Lutnick, y Linda McMahon, la ex ejecutiva de lucha libre que anteriormente dirigió la Administración de Pequeñas Empresas durante el primer mandato de Trump.

Lutnick dijo a AP que la operación de este año será "lo más diferente posible" de la de 2016, que primero fue liderada por Chris Christie. Después de ganar hace ocho años, Trump despidió a Christie, descartó los planes que había hecho el exgobernador de Nueva Jersey y le dio la tarea de dirigir la transición al entonces vicepresidente electo Mike Pence, con el que también ha acabado mal y a cuyos consejos ahora no va a recurrir. 

Al comienzo de su primer mandato, Trump armó un gabinete que incluía a algunos republicanos más tradicionales y líderes empresariales que terminaron decepcionándolo o rompieron con él públicamente, o ambas cosas a la vez. En 2024, ha prometido valorar la lealtad por encima de cualquier otra virtud, una filosofía que puede garantizar que haga selecciones que estén más alineadas con sus creencias ideológicas y su estilo profesional grandilocuente que con la verdadera valía para el cargo. 

A diferencia de la campaña de la vicepresidenta Harris, el equipo de Trump no firmó ningún acuerdo de transición previo al día de las elecciones con la Administración de Servicios Generales (GSA), que actúa en nombre del Gobierno federal. Ya ha incumplido los plazos para llegar a un acuerdo con ese organismo sobre cuestiones logísticas básicas, como el espacio de la oficina y el soporte técnico que necesita, y tampoco ha hablado con la Casa Blanca sobre el acceso a las agencias propias, incluidos documentos, empleados e instalaciones. Eso estaba en su tejado. 

Aún así, que nadie piense que las cosas están verdes porque, en realidad, este relevo en la antorcha es un proceso que arranca un año antes de las elecciones en sí, porque no se puede permitir que haya ni un sólo día de vacío de poder en Washington. 

Joe Biden, con su esposa Jill y parte de su equipo, en el Despacho Oval, tras firmar una iniciativa sobre salud femenina, en la legislatura que ahora acaba.Andrew Harnik / AP

Que no vuelva a pasar

Trump argumentó hace cuatro años que se había producido un fraude electoral generalizado -que en realidad no ocurrió- y que aquello le costó la elección. Con su posición no sólo elevó la temperatura de fiebre, hasta llegar al ataque de sus partidarios al Capitolio, sino que generó retrasos y retrasos en alto tan básico como el cambio de administración. "America first" según y cómo. 

Entonces, la directora de la GSA designada por Trump, Emily Murphy , determinó que no tenía capacidad legal para determinar un ganador en la carrera presidencial porque aún se estaban impugnando los resultados en los tribunales. Eso lo estancó todo, también la financiación y la cooperación para la transición entre los equipos. 

No fue hasta que los intentos de Trump de subvertir los resultados fracasaron en estados clave y Biden superó ya sin duda los 270 votos del colegio electoral que Murphy aceptó formalmente "determinar quién sería el presidente electo" y comenzar el proceso de traspaso de poderes. Trump finalmente publicó en las redes sociales que su Administración cooperaría, aunque nunca, aún hoy, ha reconocido su derrota. 

Para evitar ese tipo de retrasos en futuras transiciones, la Ley de Mejora de la Transición Presidencial de 2022 estableció un nuevo marco, que determina que el proceso de transición comience cinco días después de la elección, incluso si el ganador aún está en disputa, que no es el caso. El articulado está diseñado para evitar largas demoras y significa que "una verificación afirmativa por parte de la GSA ya no es un requisito previo para obtener servicios de apoyo a la transición", según las pautas de la agencia sobre las nuevas reglas. 

Una herramienta tranquilizadora cuando el propio Trump, 24 horas antes de las elecciones, seguía diciendo que debería haberse quedado en la Casa Blanca en 2016 y que se estaban produciendo fraudes en máquinas de estados como Pensilvania, uno de los oscilantes, clave para inclinar la balanza. 

La incertidumbre se prolongó aún más después de las elecciones de 2000, cuando transcurrieron cinco semanas antes de que la Corte Suprema dirimiera la disputada elección entre el republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore. Eso dejó a Bush con aproximadamente la mitad del tiempo habitual para gestionar la transición del gobierno de la administración saliente de Clinton. En última instancia, esto llevó a preguntas sobre las lagunas de seguridad nacional que pueden haber contribuido a que EEUU no estuviera preparado para los ataques del 11 de septiembre del año siguiente, como quedó reflejado en distintas investigaciones.

Así que, con todos esos precedentes, las cosas se aclararon y en este momento sólo hay que no sacar los pies del tiesto y seguir las pautas previstas. Siguiendo el protocolo, ya en noviembre de 2023, un año antes de las elecciones que ahora nos ocupan, se comenzó a preparar el dispositivo de transición por si finalmente era necesario. Sus trabajos, internos, no se han visto en este tiempo, pero están. Lo primero fue elaborar un directorio de transición con información sobre los organismos federales, un informe que resume las actividades de transición y los recursos pertinentes.

En mayo pasado, se creó el Consejo de Coordinación de la Transición de la Casa Blanca, presidido por el jefe de Gabinete del presidente y compuesto principalmente por altos cargos del Ejecutivo. El Consejo supervisa y orienta a los organismos y al coordinador federal de la transición, la persona que dirige el proceso. Cada organismo designa a un funcionario superior de carrera para escrutar las actividades de transición de su agencia, que pasa a formar parte de otro consejo que comienza a reunirse periódicamente. El coordinador da cuenta de los preparativos a las comisiones pertinentes del Congreso.

Desde las convenciones de nominación de los candidatos hasta la fecha electoral, la Administración de Servicios Generales comienza a proporcionar espacio de oficina y apoyo preelectoral a los principales candidatos. Para el 1 de septiembre, la GSA debe haber firmado acuerdos con los candidatos elegibles en relación con los servicios de apoyo y se aceleran los preparativos, planes de sucesión y la preparación de los materiales informativos de transición. Esos son los plazos que los republicanos no han cumplido, según medios como el New York Times

Tras las elecciones, si hay un ganador claro, como el que nos ocupa, la GSA continúa proporcionando espacio de oficinas y servicios de apoyo al presidente y vicepresidente electos. Ese apoyo continúa hasta 60 días después de la toma de posesión. 

Una de las prioridades, tan pronto como sea posible, es entregar al presidente electo un resumen clasificado relativo a la seguridad nacional, más allá de las informaciones puntuales, candentes, que Biden le dé a Trump en su primera toma de contacto. Además, empiezan las actividades de formación y orientación para los futuros cargos presidenciales, normalmente financiadas por el Congreso para el ejercicio fiscal en el que se produce la transición. Del presidente electo, se pasa luego al cesante. 

Desde 30 días antes de la expiración del mandato, la GSA comienza a prestar apoyo al presidente y vicepresidente salientes, que continuará durante un total de siete meses. También en esto Trump fue un poco atípico, cortando lazos algo precipitadamente. 

Titania
Titania
Santander

El sistema, aún bajo el timón demócrata, puede funcionar como un reloj. Quizá por última vez en cuatro años. En la voluntad de Trump está seguir cumpliendo cuando ponga su mano sobre la biblia, el 20 de enero de 2025. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.