La BBC destapa cuál es el frente más peligroso de la guerra en Ucrania

La BBC destapa cuál es el frente más peligroso de la guerra en Ucrania

Pokrovsk, en la zona de Donetsk, es el ejemplo de cómo la Federación aprieta y avanza en el este del país. La cadena británica relata el horror de los combatientes y los civiles que no se han marchado. 

Un artillero ucraniano se prepara para disparar contra el invasor ruso en el frente de Pokrovsk, el pasado 3 de octubre.Radio Free Europe/Radio Liberty/Serhii Nuzhnenko via REUTERS

La cadena pública británica BBC ha llevado a sus enviados especiales a Ucrania al "frente más peligroso de todos". Así lo define Oleksandr, jefe de la unidad médica de la 25ª Brigada del ejército ucraniano, destinado en Donetsk. Es el horror dentro del horror de esta guerra que se alarga, iniciada por a invasión rusa de febrero de 2022. 

El equipo visita la sala de tratamiento de una pequeña unidad de campaña improvisada, el primer punto de tratamiento para los soldados heridos, cerca de Pokrovsk, una pequeña ciudad minera a unos 60 kilómetros al noroeste de la capital regional, Donetsk. Y allí escucha cosas como: "La Federación Rusa está presionando mucho. No hemos sido capaces de estabilizar el frente. Cada vez que la línea del frente se mueve, nosotros también nos movemos".

Los médicos cuentan que hace poco trataron a 50 soldados en un único día, "una cifra que rara vez se ha visto en el transcurso de esta guerra". Los heridos son trasladados a este lugar -que es secreto- para recibir tratamiento después del anochecer, cuando hay menos posibilidades de que sean atacados por drones rusos armados. Las tropas ucranianas han resultado heridas en la feroz batalla para defender Pokrovsk, constatan los reporteros. 

"Hace apenas unos meses, se consideraba que este lugar era relativamente seguro: en él vivían unas 60.000 personas y sus calles estaban llenas de restaurantes, cafés y mercados. Los soldados venían a menudo desde el frente a la ciudad para descansar". Ya no más. "Hoy parece un pueblo fantasma. Más de tres cuartas partes de su población se han ido". Un ejemplo que evidencia el poderío de los de Vladimir Putin en la zona. 

Desde que Rusia tomó la ciudad de Avdiivka en febrero, su avance en la región de Donestk ha sido veloz. A principios de octubre, tomó la ciudad clave de Vuhledar. El Gobierno ucraniano coincide con los soldados en que los combates alrededor de Pokrovsk son los más intensos. "La dirección Pokrovsk lidera el número de ataques enemigos", declaró Kiev la semana pasada, afirmando que, en total, las Fuerzas Armadas de Ucrania habían repelido alrededor de 150 ataques "enemigos", la mayoría de los días en las últimas dos semanas.

La médica del ejército Tania es una de las entrevistadas por la BBC. Sostiene el brazo de Serhii, un soldado con un vendaje ensangrentado que cubre la mayor parte de su rostro, y lo guía a una sala de exámenes, y confirma que su estado es "grave". Tiene heridas de metralla en un ojo, el cráneo y el cerebro, por lo que los médicos le limpian rápidamente las heridas y le inyectan antibióticos. Poco después llegan otros cinco soldados, que no saben cómo recibieron las heridas. "La ráfaga de fuego puede ser tan feroz y repentina que sus heridas podrían haber sido causadas por morteros o explosivos lanzados desde drones", expone la información. "Aquí es peligroso, es difícil, mental y físicamente. Todos estamos cansados, pero lo estamos superando", afirma Yuriy, el comandante de todas las unidades médicas de la brigada.

El hecho de que lleguen por la noche, por evitar la luz, puede aumentar el riesgo de muerte y discapacidad. Se retrasa la ayuda. Hay quien se pone torniquetes caseros, mientras, como el soldado Taras, que trata de detener la hemorragia de una herida de metralla en su brazo, pero, más de diez horas después de ser herido, su brazo "parece hinchado y pálido y no lo siente". Tal vez haya que amputárselo. En las 24 horas previas a la visita de los periodistas, dos soldados fueron llevados muertos.

"Lo que vemos en la unidad de campo indica la ferocidad de la batalla por Pokrovsk, un importante centro de transporte. La línea ferroviaria que pasa por allí se utilizó regularmente para evacuar a los civiles de las ciudades del frente a zonas más seguras de Ucrania y para transportar suministros para los militares", señala la BBC.

La amenaza de los drones rusos está siempre presente: uno de ellos sobrevuela la unidad médica, sin descanso. "Esto hace que las evacuaciones desde la línea del frente sean extremadamente difíciles", añade. "Las ventanas del edificio están tapiadas para que los drones no puedan mirar hacia adentro, pero en cuanto alguien sale por la puerta corre el riesgo de ser alcanzado".

La vida invivible

Los drones también suponen una amenaza para los ciudadanos que quedan en Pokrovsk, que son pocos. "Los oímos constantemente zumbar, se paran y miran por las ventanas”, dice Viktoriia Vasylevska, de 50 años, una de las residentes que quedan, cansada de la guerra. Pero incluso ella ha aceptado ser evacuada de su casa, en el extremo oriental de la ciudad, especialmente peligroso.

Le sorprende la rapidez con la que la línea del frente se ha movido hacia el oeste, en dirección a Pokrovsk. "Todo pasó muy rápido. Quién sabe qué pasará aquí después. Estoy perdiendo el valor. Tengo ataques de pánico. Tengo miedo de las noches", reconoce. Y más: Viktoriia dice que no tiene casi dinero y que tendrá que empezar su vida desde cero en otro lugar, pero que ahora le da demasiado miedo quedarse aquí. "Quiero que la guerra termine. Debería haber negociaciones. De todos modos, en las tierras ocupadas por Rusia no queda nada. Todo está destruido y toda la gente ha huido", afirma.

La moral, observan, está "erosionada" entre la mayoría de las personas, el coste de más de dos años y medio de una guerra agotadora. Y es que no hay ni lo básico, la mayor parte de Pokrovsk se encuentra actualmente sin electricidad ni agua. En un colegio hay una cola de gente con bidones vacíos esperando a utilizar un grifo comunitario. Nos cuentan que hace unos días funcionaban cuatro grifos, pero ahora solo queda uno. Se pueden ver focos de destrucción, pero la ciudad aún no ha sido bombardeada como otras que han sido objeto de intensos combates.

Larysa, de 69 años, compra sacos de patatas en uno de los pocos puestos de comida que todavía están abiertos en el mercado central, que por lo demás está cerrado. "Tengo miedo. No puedo vivir sin sedantes", afirma. Con su pequeña pensión, no cree que pueda pagar el alquiler de otro lugar. "El gobierno podría llevarme a algún lugar y darme cobijo durante un tiempo, pero ¿y después?", se pregunta. Otra compradora, Raisa, de 77 años, interviene: "Sin dinero no se puede ir a ningún lado. Así que nos quedamos en casa esperando que esto termine".

Larysa cree que es hora de negociar con Rusia, un sentimiento que hace algún tiempo podría haber sido impensable para la mayoría de los ucranianos, pero al menos aquí, cerca de la línea del frente, encontramos a muchos que lo expresaban. "Muchos de nuestros muchachos están muriendo, muchos están heridos. Están sacrificando sus vidas, y esto continúa", defiende.

Desde un colchón en el suelo de un camión de evacuación, Nadiia, de 80 años, no siente ninguna simpatía por las fuerzas rusas que avanzan. "¡Maldita sea esta guerra! Voy a morir", se lamenta. "¿Por qué [el presidente] Putin quiere más tierra? ¿No tiene suficiente? Ha matado a tanta gente".

Nadiia no puede caminar. Antes se arrastraba por su casa con la ayuda de sus vecinos. Solo unos pocos se quedaron, pero ante la constante amenaza de los bombardeos, decidió irse aunque no sabe adónde irá.

Pero hay quienes aún no abandonan la ciudad. Entre ellos se encuentran lugareños que trabajan para reparar la infraestructura dañada por la guerra. “Vivo en una de las calles más cercanas a la línea del frente. Alrededor de mi casa todo está quemado. Mis vecinos murieron después de que bombardearan su casa”, nos cuenta Vitaliy, mientras él y sus compañeros de trabajo intentan arreglar las líneas eléctricas.

“Pero no creo que sea justo abandonar a nuestros hombres. Tenemos que luchar hasta conseguir la victoria y hasta que Rusia sea castigada por sus crímenes”.

Su resolución no la comparte Roman, de 20 años, a quien entrevistan mientras trabaja para reparar una casa dañada por los bombardeos. “No creo que el territorio por el que luchamos merezca la pena. Han muerto muchos de nuestros soldados. Hombres jóvenes que podrían haber tenido un futuro, esposas e hijos. Pero tuvieron que ir al frente”.

El frente

Campos de girasoles secos bordean las carreteras. Apenas hay cobertura, por lo que conducimos a toda velocidad para protegernos de los ataques de los drones rusos. Se oyen fuertes explosiones a medida que nos acercamos a la línea del frente. En una posición de artillería ucraniana, Vadym dispara un cañón de artillería de la era soviética. Emite un sonido ensordecedor y levanta polvo y hojas secas del suelo. Vadym corre a refugiarse en un búnker subterráneo, para protegerse de las represalias rusas y esperar las coordenadas del próximo ataque ucraniano.

Ellos [Rusia] tienen más efectivos y armas, y envían a sus hombres al campo de batalla como si fueran carne de cañón”, afirma. Pero sabe que si Pokrovsk cae, podría abrirse una puerta a la región de Dnipro, a sólo 32 kilómetros de Pokrovsk, y su trabajo se volverá aún más difícil.

Titania
Titania
Santander

“Sí, estamos cansados, muchos de nuestros hombres han muerto o han resultado heridos, pero tenemos que luchar, de lo contrario el resultado será catastrófico”.